Cárdenas adelanta el proyecto de nación de la izquierda
Roberto Vizcaíno miércoles 29, Mar 2017Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
El hijo del general lo dice directo y claro: no quiere, ni formar un nuevo partido político y mucho menos ser candidato presidencial en 2018.
Contendiente en los procesos presidenciales de 1988, 1994 y 2000, Cárdenas afirma que de ninguna forma estaría dispuesto a “repetir la odisea en 2018”.
Su objetivo es, a punto de cumplir los 83, generar un movimiento social plural de tal magnitud, que se convierta en una mayoría política y como tal en una mayoría electoral.
Y sí, la meta es ganar la Presidencia de la República y las mayorías en el Senado y la Cámara de Diputados, pero con un objetivo e intención precisos, y con un candidato que recoja y haga suyo el proyecto de nación generado por él y quienes integran ya el movimiento “Por México Hoy”.
Un proyecto que buscará, por la vía electoral, un cambio absoluto bajo la premisa de que “hay que hacer las cosas en forma diferente”.
Este cambio requiere, dijo: erradicar la corrupción, combatir la delincuencia e inseguridad, abatir la impunidad, poner en marcha una economía que crezca con solidez, crear empleos dignos y formales, elevar el salario, además de recuperar el control del petróleo y la energía eléctrica.
Visto así, suena fácil y simple. Pero al recorrer el diagnostico que hacen Cárdenas y sus aliados (entre quienes están Alejandro Encinas, Martha Tagle, Porfirio Muñoz Ledo, Alejandro Solalinde, Enrique Alfaro, Dante Delgado, Raúl Flores y Javier Sicilia), las metas se hacen casi imposibles.
El ingeniero y su grupo ven a un México: “que atraviesa por tiempos difíciles, en medio de una crisis política creciente atravesada por violencia, corrupción e impunidad, con atropello de los derechos humanos y cancelación de derechos civiles y ciudadanos…
“(Un México en el que)… hemos perdido toda confianza en las principales instituciones públicas y privadas. (donde) el sistema político vigente, en crisis, ha dejado de representar los intereses y anhelos del pueblo.
“Donde las proclamadas “reformas estructurales”, anulan conquistas históricas que considerábamos intocables: los derechos laborales; el derecho a la educación y la cultura; el control del Estado sobre los recursos naturales; el acceso a la salud; las jubilaciones y los derechos de los pueblos indígenas sobre su territorio.
“Las reformas enajenan los recursos petroleros y al sector energético, que durante décadas habían sido un pilar del desarrollo nacional, y los ponen en manos del gran capital, principalmente extranjero; el campo vive los estragos del abandono por la falta de apoyos, la cancelación de las instituciones financieras y de desarrollo tecnológico y transferencia de tecnología, que hoy son indispensables para impulsar la producción de alimentos y el desarrollo social y humano de la población y para garantizar el dominio nacional sobre el territorio y asegurar la soberanía nacional.
“Estas reformas regresivas someten a México al culto al mercado y subordinan el interés público al interés privado. Además, se llevaron a cabo de manera antidemocrática, negando el derecho de los ciudadanos a ser consultados, y sin que hubiesen formado parte de la plataforma electoral de ninguno de los partidos que después las apoyaron y aprobaron.
De hecho, constituyen un golpe de estado legislativo, son un asalto a la nación y por ello deben ser anuladas.
“Más de tres décadas de neoliberalismo han llevado a que en la actualidad México se vea y se caracterice, ante el mundo y en lo interno, por la impunidad, la corrupción y la inequidad, por su creciente dependencia del exterior y el agotamiento y erosión de su aparato institucional.
“Haber llegado a estos extremos obedece tanto a factores externos como internos, y bien puede decirse que, más allá de dónde nos hayamos movido o qué hayamos hecho, individuos y organizaciones, todos somos responsables, unos más, unos menos y otros mucho más por la situación presente.
“La conducción política de la nación, la de las más altas responsabilidades, ha claudicado a su compromiso de velar por “el bien y la prosperidad de la Unión”, al instrumentar políticas que hunden al pueblo y al país en el estancamiento económico, la pobreza y una desocupación crecientes, violencia sin control y el dominio de territorios cada vez más extensos por parte de la delincuencia.
“Funcionarios con fuertes responsabilidades pero sin autoridad moral ni respaldo popular, temerosos frente al reclamo social, atropellan principios y normas y sólo encuentran en la represión y la violencia los caminos que les quiten de encima los problemas.
“Eso fue lo que sucedió en Tlatlaya, en Iguala con los estudiantes de Ayotzinapa, lo que ha sucedido en relación a los voceros de la Tribu Yaqui, presos arbitrariamente en Hermosillo, y en numerosos casos más a lo largo de la historia reciente y distante, presentes en la memoria colectiva.
“Se pierde de vista que la fortaleza de un gobernante no está en su capacidad de utilizar las fuerzas represivas del Estado, monopolio reservado a éste por la ley, sino en la autoridad moral que haya ganado por el cumplimiento de sus compromisos públicos y por cumplir y hacer cumplir la ley.
“La imposición del modelo neoliberal constituye una agresión múltiple para la mayoría de los mexicanos. La violencia que azota al territorio nacional todos los días y en gran escala, tiene raíces estructurales que son consecuencia del desmantelamiento y la corrupción del Estado.
Los derechos humanos, en todas sus dimensiones, son violados cotidianamente dejando una secuela de víctimas a lo largo y ancho del territorio nacional, por muerte, depredación, despojo o expulsión.
“El narcotráfico y la ilegalidad han echado raíces: las mafias han ocupado los vacíos que dejaron las instituciones del Estado, y la economía que genera la producción, tráfico y consumo de drogas (muy demandadas en el inmenso mercado de los Estados Unidos) acompaña en algunos espacios el campo a la economía que se basaba en la generación de alimentos.
“Las ganancias producidas por los actores de la economía ilegal han penetrado todos los niveles de gobierno y del sistema financiero, diluyendo las fronteras entre las instituciones públicas y el crimen organizado.
Fortunas de origen ilícito circulan en la banca nacional e internacional, se reciclan en los diversos ramos de las industrias, deforman la vida política y corrompen el sistema de partidos, envenenando a los cuerpos de seguridad del Estado y sometiendo al sistema de justicia a sus intereses.
“El crimen organizado controla regiones, ciudades y municipios e incursiona en los mercados de la piratería, la economía informal, la extorsión, el secuestro, la trata de personas, la prostitución, el tráfico de órganos, la compra y venta de armas.
Ocupa a jóvenes en las ciudades y el campo quienes no tienen acceso a la educación ni al empleo y los códigos de pertenencia, prestigio social y autoestima, no son aportados por la cultura, el deporte o el trabajo, sino por la subcultura del crimen organizado.
“México se ha convertido en uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo independiente, pues este trabajo devela una zona que busca permanecer oculta: la frontera donde, a través del lavado de dinero, lo ilícito se vuelve aparentemente lícito.
En tanto, los grandes medios de comunicación trabajan sistemáticamente a favor del modelo, al cual pertenecen, con la construcción de subjetividades enajenantes, la invisibilización de los actores que se oponen, la desinformación sistemática, la disolución de identidades culturales y el apuntalamiento de una institucionalidad degradada”, enumeró.
Con todas las batallas encima, con una de las más vastas experiencias desde el poder, y con esta visión de un México desgarrado y casi putrefacto, Cuauhtémoc Cárdenas sin embargo es un hombre optimista que cree y propone una movilización masiva para ir a ese cambio que dice requiere la nación.
Hoy falta ver qué proponen los demás, o si se unen a la propuesta y diagnóstico de Cárdenas.
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