¿Para qué sirve el PRI?
Francisco Rodríguez miércoles 15, Mar 2017Índice político
Francisco Rodríguez
El partido que antes fuera Revolucionario y hoy ya ni siquiera es Institucional, el PRI, se ha convertido en una reliquia para la curiosidad. Es como un dolor errático: la gente no logra identificarlo, pero algunos creen que ahí está, aunque no se sabe dónde exactamente. Todos apuestan a que no existe, porque nunca han conocido con precisión cuál es su fuerza, o en qué se apoya para querer persistir en la vida nacional. Es una especie de fantasma burlón.
De él dicen los intelectuales —por cuales— orgánicos que su última versión nació en 1946 para “acompañar el proceso de industrialización y gobernar al país en la lógica anticomunista de la Guerra Fría”. Lo segundo es cierto, lo primero no. El PRI no pudo haber acompañado un proceso de industrialización que nunca demostró que existe. Lo único que conocimos fue su legado: la sociedad pastoril, la aldea dependiente, la colonia, el patio trasero. Y sí, la represión anticomunista.
Para eso sirvió el PRI. Nació en el último año del avilacamachismo agonizante, para cumplir la orden extranjera de desplazar a los militares como cuarto sector, cancelar cualquier legado cardenista en sus estructuras piramidales y en su operación corporativa, repelente a los reclamos de a de veras. Ser pareja en la represión de los movimientos sociales. Obedecer órdenes sin repelar, y callar.
Al terminar el sexenio alemanista, los viejos generales que se exiliaron del sistema cuando fueron desplazados del cuarto sector, ya tenían un candidato diferente, Miguel Henríquez Guzmán, formando en su campaña una mancuerna temible con los jóvenes oradores incendiarios salidos del movimiento universitario por la autonomía, que lograron mover a las masas desde los templetes contestatarios de oposición.
La Federación de Partidos del Pueblo, que apoyó la candidatura de Henríquez Guzmán, encontró un enorme botín tocando la llaga más purulenta del candidato priísta: el prócer del entonces todavía partidazo había sido pagador del ejército gringo de ocupación que invadió el puerto de Veracruz en 1914. Un dato ciertamente abominable.
Empero, el sistema hizo ganar a Ruiz Cortines, pero antes tuvo que tragar grueso y abanderar, desde el poder, una batida salvífica contra la corrupción alemanista, para conseguir algo de legitimación. Los militares que se quedaron, integraron la Asociación Leandro Valle, con sede en La Lagunilla, y entraron a formar parte de la mano dura del aparato.
La misión del PRI en el sistema nunca ha sido la de partido mayoritario, generador de cuadros de primer nivel para el servicio administrativo. No cubrió ese flanco. Fue más bien un aparador de conveniencia para echarle la culpa de los fracasos, un cajón de sastre para justificar cualquier ocurrencia de candidatos o programas hechizos.
Fundamentalmente, la tarea del PRI consistió en generar los protocolos necesarios para contener los salarios obreros, justificar y administrar la parálisis del campo, proteger los apapachos a la inversión extranjera de cualquier género y aplaudir la tutela gubernamental para suplir las deficiencias de los empresarios apodados nylon.
Eso que algunos llamaron desarrollo estabilizador, duró muy poco. Alrededor de doce años, caracterizados por el crecimiento anormal del producto interno bruto, control inflacionario, concesiones tarifarias, cierre de fronteras para premiar a los capitalistas nacionales, ausencia de huelgas, control social a cargo de los trabajadores y los salarios para sus familias.
Como se le quiera ver, el PRI fue un aparato de contención social de perfiles premodernos; hoy ni eso. Un partido al servicio del capitalismo de Estado y de sus empresarios más agradecidos. A lo sumo, un eficaz movilizador electoral y animador de los acarreos icónicos. La sal de la tierra para los porristas nacionales.
Con la CTM, infiltró a todas las organizaciones obreras
Con la mano izquierda se alentó el aparato de control social, se dio como resultado la aldea pacífica, mientras con la mano derecha se ponía un coto insalvable a cualquier penetración del comunismo internacional.
Junto con el nuevo PRI alemanista, al que se refieren los intelectuales —por cuales— orgánicos, se prohijaron las formaciones del sindicalismo mexicano. Su crecimiento corre parejo a todas las formas de control obrero. Desde que durante el período ruizcortinista se organizó el Bloque de Unidad Obrera, bajo la sombra de la CTM.
A través de la central sindical el sistema infiltró a todas las organizaciones obreras. La CGT, la CROM de Morones, los sindicatos de electricistas, mineros, tranviarios, ferrocarrileros y telefonistas. Al grado de que, cuando en 1951, a finales de su sexenio, Alemán hizo saber de sus deseos reeleccionistas, Fidel lo nombró “el obrero de la patria”.
El despegue del desarrollo estabilizador se da al mismo tiempo que la mayor represión obrera iniciada con la violencia gubernamental contra el Movimiento Revolucionario del Magisterio, que exigía autonomía sindical para los maestros de las primarias en el D.F., la famosa sección 9, a cargo de Othón Salazar.
Las huelgas de ferrocarrileros, universitarios, petroleros, telegráficas y burócratas inconformes, acompañaron contra la represión a los maestros. Eso era veneno para el priísmo y el sistema. Las formaciones oficiales habían sido confeccionadas para amenazar, controlar, reprimir, nunca negociar y tampoco dialogar, ni en privado, ni menos públicamente.
Al interior del aparato represor, lo que se les ocurrió es todavía una joya del sistema del subdesarrollo: crear una entelequia llamada Bloque de Unidad Obrera, BUO, antecedente directo del pseudópodo llamado Congreso del Trabajo. Su misión era jalar a todos, para reprimirlos posteriormente y hacer triunfar las razones del gobierno.
Bajo la mascarada de los “pactos obreros de no agresión”, hicieron una faramalla monumental de simulación obrera, para alcanzar todos los fines económicos del desarrollo estabilizador. Seguir manteniendo el poder a base de ganar todos los tiempos, de ahogar todas las reivindicaciones y protestas. Fidel Velázquez, como pontífice del aparato sindical.
Los más obedientes, apapachados hasta el extremo por el sistema, se ganaron el remoquete de “charros”, herederos de las peores conductas esquirolistas y reventadoras del mal recordado Charro Díaz de León, el campeón de la chaqueta, hijo predilecto del alemanismo.
Los peores rasgos del autoritarismo de las centrales obreras, fueron adoptadas igualmente para el control del sector campesino, y de las pautas para lograr idénticos resultados entre las clases medias, el sector popular, hoy atiborrado de ejecutores premiados con liderazgos por el Estado fallido y antipopular.
Las últimas siete décadas de existencia del PRI y sus adláteres han sido los testimonios de un aparato al servicio de oligarquías criollas ajenas a las causas de la nación. Sólo un aberrante mecanismo de las prácticas contra la libertad. Quienes crean que eso ha cambiado, se equivocan de cabo a rabo. Son los mismos de siempre, ahora bajo la gélida inspiración de los ignorantes.
Un partido que con todo el apoyo de los medios radioeléctricos e impresos, los mecanismos publicitarios, los poderes estatales y los presupuestos públicos, sigue representando a una minoría ciudadana, pues no puede juntar más de un veinte por ciento de votos, del sesenta por ciento que acuden a las urnas. El mismo voto duro que tiene desde hace cuarenta años. Es decir, nada.
Con una enorme diferencia en desventaja: hace mucho que no tiene el arrojo ni el morro para enfrentar la calle, menos desde que fue infiltrado por las pendencieras ambiciones de Videgaray, quien con su valido Ochoa Reza le ha quitado hasta el modo de andar. Nadie apuesta a que logre convencer un votante nuevo para su objetivo electoral.
El PRI ya no es la aplanadora que consigue el carro completo con el que se sueña, ni el carro deportivo con maquinaria bien aceitada al que se refieren sus panegiristas. Se trata de un vetusto aparato de dominación al que ya se le acabó el gas y al que sólo le queda recurrir al tolete. Los funcionarios juegan en un campo incierto que no pueden conocer, pues sus vidas no han incursionado ni por equivocación en las lides políticas. Fuera del moche, para ellos todo lo demás es irrelevante.
Índice Flamígero: Formado en el agrarismo y la docencia, don Enrique Olivares Santana escaló todas las posiciones políticas: desde comisariado ejidal hasta secretario de Gobernación, habiendo sido diputado, senador y gobernador de su natal Aguascalientes. También dirigente priísta, como secretario general de su Comité Ejecutivo Nacional. Hace trece años que partió a hacer política en el más allá. Se extrañan sus formas y su sapiencia. + + + Desde Torreón, Coahuila, escribe don Miguel Ramírez: “El tema de los textoservidores es inagotable. Son fácilmente identificables, ya sea que estén detrás de un teclado, de un micrófono o aparezcan en la pantalla de la TV. Para redondear su trabajo ya varios de ellos cuentan con agencia de publicidad. No está de más recordar lo que Dolia Estévez escribió en su libro El Embajador, en donde entrevista a quienes fueron recientes embajadores de los EU en México. Dos de ellos se refieren a la prensa mexicana. Julián Nava afirma que de los periódicos que había cuando él era embajador casi todos son prostitutas. El gobierno federal les paga para que escriban artículos favorables. La opinión de John Gavin es muy parecida. Al hacer alusión a estos mismos diarios dice que ‘todos estaban subsidiados de alguna u otra forma, por lo que no quedaba más que suponer que lo que publicaban tenía la aprobación del régimen’. La situación actual de la prensa mexicana no ha cambiado. Muchos de los que están al frente de ella han sustituido la frase deportiva ‘con el campeón, hasta que pierda’ por ‘con el que reparte publicidad, hasta que deje de hacerlo. + + + Don Alfredo Álvarez Barrón se refiere hoy al “nuevo Modelo Educativo presentado por Enrique Peña Nieto, (que) plantea que los alumnos aprendan a aprender…”. El Poeta del Nopal, por su parte, asesta:
En un estéril alarde,
la reforma que promete,
para él y su gabinete
¡llega demasiado tarde!
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