Arremeten contra la CDMX
Francisco Rodríguez lunes 13, Mar 2017Índice político
Francisco Rodríguez
El enfrentamiento del sistema “político” mexiquense a las nuevas ideas, a las posiciones de los grupos que han luchado por la expresión de las únicas alternativas posibles, es peligrosa y antipatriótica. En lugar de temerle a todo lo viejo que les ha hecho el mayor daño posible, se enfrentan a las nuevas posiciones, sin tomarse la molestia de entenderlas.
Se niegan a reconocer que los únicos respaldos a los que aún pueden aspirar se encuentran en las franjas y sectores abandonados a su suerte por el sistema, las que todavía esperan algún grado de reacción de su dizque gobierno, para asirse a alguna esperanza en los modos establecidos. Empero, rechazan sobrevivir, sólo quieren la permanencia desde sus posiciones de ventaja. Buscan y provocan con sus modos y maneras la explosión social. ¿Quién le ha dado permiso a EPN para destrozar las expectativas, las reivindicaciones sociales y políticas de los capitalinos de avanzada? ¿Quién lo encandiló a que vaya en contra de la realidad? ¿A poco cree que su aprobación del 2% de la población le da ese permiso?
Es la hora en la que nadie se explica dónde está ese personaje aprovechado que los empuja a librar batallas para las que no tienen respaldo, base social ni equipamiento. Están perdidos desde antes de que empiece la pelea. Todos saben que su baja aceptación los sentenciará a tener que asimilar lo que está pasando a su alrededor.
Vale más que acepten su posición entre las preferencias ciudadanas y que vayan empezando a reconocer que ya no representan a nadie y se sometan a una evaluación pública temprana, antes de que su pellejo esté en peligro político, en las manos de cualquier beneficiado, nacional o extranjero.
Aceptaron desde un principio exponer los argumentos de sus parlamentarios notables y experimentados, encabezados por César Camacho, en una Asamblea Constituyente que estaba obligada, por el momento histórico que se atraviesa, a generar los planteamientos jurídicos que exige una nueva sociedad, que ya no cree en nadie.
A pesar de que, dentro de los debates de la Asamblea Constituyente de la nueva Carta Magna de la Ciudad de México, los priístas y algunos acompañantes pusieron en juego todas las mañas de los procedimientos y prácticas para el debate caduco, no obstante que utilizaron todas las ausencias del quórum, a pesar de que retrasaron todos los tiempos, fueron vencidos en la arena pública de ese parlamento ciudadano.
Estuvieron finalmente de acuerdo, con la línea de sus jefes políticos, en aprobar todo el contenido de ese nuevo documento, esencial para lograr el efecto vinculante y obligatorio de programas, leyes y políticas sociales que, por si no lo saben, tienen 20 años aplicándose en la capital de la República.
Disfrutaron, junto con las fuerzas políticas que hicieron posible producir ese texto constitucional, de la primera aprobación, del primer gesto favorable que tienen en el electorado de esta urbe, que de ninguna manera acepta un trato político que no esté a la altura de sus expectativas y de su nivel de información, lograda después de incontables avatares autoritarios, de represiones históricas sin cuento.
La izquierda mayoritaria fue tolerante con la minoría del PRI
A pesar de que cada uno de ellos fueron palomeados, de manera plurinominal, por padrinos poderosos, supieron imponerse a esas circunstancias y creo que por primera vez en su accidentada vida política gozaron de un aire fresco de libertad en su rostro. Tiene demasiados años que no lo habían sentido.
Como minoría en la CDMX, los priístas gozaron de todas las libertades de una asamblea mayoritariamente contraria en sus preferencias políticas e ideológicas, que supo expresarles respeto y gratitud a lo largo de los meses del debate. Fueron parte de un trozo de la historia de esta ciudad, tan maltratada por ignorantes, déspotas y autoritarios, prescindibles y nefastos.
Se expresaron sin cortapisas, a pesar de que varios de sus pares en la asamblea protestaran, porque en el debate se les concedió un peso electoral que no habían demostrado en ninguna urna de las que se instalaron en esta ciudad para sufragar por ellos. Alegaban los asambleístas mayoritarios que habían llegado por la vía del sufragio puro y duro que no podían equipararse igual los planteamientos.
Sin embargo, los representantes de la llamada izquierda fueron tolerantes con todas esas expresiones y muchas veces arriesgaron el producto jurídico buscado por la negociación y las suaves formas de llegar a acuerdos que aseguraran la equidad para todos los grupos que se trataba de incluir en una carta confeccionada a la medida de una de las metrópolis más impresionantes del mundo, la nuestra.
Ahora resulta que después de haber sido aprobada, votada, promulgada y publicada la nueva Constitución de la Ciudad de México, respaldada por todas las fuerzas existentes, se enfrenta a ataques y descalificaciones, de golpes trasnochados, procedentes de las partes más lóbregas de un priísmo que no sabe que ese tren hace tiempo que pasó.
El priísmo ordinario que hoy se padece, exhibe la impresión de que está arrinconado por una sociedad que sus dirigentes formales no conocen ni comprenden, y que los zarpazos que le tiran al colectivo son más bien patadas de ahogado de un sistema que no sabe lo poco que pesa, ni cuánto mide. Su operación política, el tamaño exiguo de su visión son, por decir lo menos, patéticos. Revelan estados terminales.
Confiesan, sin quererlo, una orfandad política que ya no encuentra su espacio dentro de una población que ha sufrido, harta de sus discursos vacíos y de sus poses prosopéyicas, que siempre han anunciado los peores momentos para la lucha social de los vulnerables y de los contestatarios responsables.
Un poco antes de que arribaran al poder presidencial los bárbaros del norte y los demenciales “yunques”, en México existió una formación política de derecha ilustrada. Un conservadurismo de sacristía que se alimentaba de todos los miedos al progreso, pero cuyos ideólogos políticos apelaban al pragmatismo, a la capitalización de sus posiciones.
Si algún rasgo tenía la antigua posición de la derecha panista, era la ilustración de sus clases dirigentes. Sostenían debates en la plaza pública sin algún recato, sin sostener ideas escondidas, sabían que representaban un sector de la sociedad mexicana que debía ser escuchado y votado. Así fue. La nación los reconoció siempre. Era la derecha ilustrada. Gente con buenos propósitos, de catadura universitaria.
En el fondo y en la forma, ese panismo era congruente con el tomismo filosófico de sus soportes intelectuales más destacados, con el antiabortismo de la Iglesia nacional, muy apegada a las líneas más retardatarias de las posiciones vaticanas que todavía ganan batallas. También eran voceros leales de una ideología que se apegaba estrictamente a las posiciones conservadoras de un empresariado que ahora ya no encuentra espacio de trascendencia en esta sociedad.
Cuando llegó la voraz parejita presidencial al poder, la de Marta y Fox, lo hizo rebasando esa plataforma política, secuestrando su registro de franquicia, desconociendo sus principios y enseñándonos a los mexicanos lo peor de sus limitaciones aldeanas, su desconocimiento supino de cualquier cosa, su ambición desenfrenada, que no queremos repetir.
Fueron seis años de vergüenza para la sociedad política, más los seis de la sarracina de más de 120 mil mexicanos asesinados y desaparecidos por Felipe Calderón, acabaron con las prospectivas no sólo de la derecha ilustrada, a ésa la sepultaron, sino de las posiciones que buscan retrasar las conquistas sociales. Contra las cuerdas, los aguantadores panistas todavía buscan vencer a las corrientes retardatarias internas, a las ambiciones de Margarita y su consorte, para poder competir.
Los mexiquenses, desconcertados, angustiados, ya han sido vencidos por la opinión pública de este país. Están demasiado calificados y aborrecidos. No tienen por qué comprobarlo una vez más. Contra los berrinches y las insensateces de sus mastines de la PGR, el Instituto Nacional Electoral, de la Corte y de las cámaras del Congreso, se encuentran fuerzas que han hecho posible hasta las ingobernabilidades que provocan sus escasas luces.
No podrán contra las ideas y el futuro concebido en una nueva Constitución social de la CDMX, ajena a los intolerantes, represores y abusivos que medran con un poder concedido por una escasa votación, legitimada por instituciones electorales caducas y antipopulares.
Un grupo de descastados ignorantes que ya no tiene la aceptación y el permiso de nadie para cometer tropelías que han indignado a los habitantes de este país, todavía persisten en empollar el huevo de una serpiente que arrase contra la convivencia pacífica. ¿O usted qué hubiera hecho?
Índice Flamígero: El controvertido senador perredista Miguel Barbosa —de quien se dice que alguna vez ya estuvo tras las rejas por su involucramiento en la estafa de la Ruta-100 de la capital nacional— debe dar respuesta a quienes lo ligan con el presidente municipal de Atzitzintla, José Isaías Velázquez Reyes, quien es presunto culpable de haber mandado secuestrar y posteriormente asesinar, ¡vaya paradoja!, a tres agentes antisecuestro de la policía poblana. A Velázquez Reyes, protegido e impulsado por Barbosa, también se le imputa el haberse entregado a “Los Zetas”, quienes hacen y deshacen en esa región. ¿Será, entonces, que Barbosa se victimiza por su no solicitado apoyo a AMLO, sólo como maniobra de distracción? + + + Escribe don Rubén Mújica Vélez, asiduo colaborador de este espacio: “Frívola llama Meade a la denuncia de AMLO contra Vázquez Mota, ‘La Impoluta’. No. No se trata de cosas menores. A un modesto o mediocre burócrata se le fincan responsabilidades por desviación de recursos. Este es el obvio juicio a la transferencia de recursos públicos a particulares como doña Josefa ‘La Menor’. Penalización: al menos devolución del doble de la suma desviada. Pero Meade, ante la prueba de que ‘La Caballada priista esta famélica’, tiene que tapar a la que puede ser, vía un gigantesco fraude en 2018, su nueva ‘Jefecita’. ¡Total, se hinca ante cualquiera que llegue a Los Pinos! + + + Don Alfredo Álvarez Barrón trae a la palestra que “Enrique Peña Nieto criticó a quienes no quieren reconocer los logros de su gobierno: ‘Las cosas buenas a veces no se cuentan, pero cuentan mucho, y hay quienes tienen amnesia, por no decir falta de memoria, y se olvidan de cuánto hemos avanzado…’, cual declaró textualmente”. A lo que, provocativo, El Poeta del Nopal remedia:
¿Avances?, pueril historia
escrita sobre el regazo,
pero a mí el gasolinazo
¡me devuelve la memoria!
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