A recuperar la cultura combativa
Francisco Rodríguez jueves 23, Feb 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Saber qué se es en el mundo, para qué o a quién servimos, es la tarea ontológica de la identidad histórica-cultural de un pueblo. Todo se respira y transpira en las calles de nuestros pueblos, en valles, sierras y cañadas de su tierra. Ahí se encuentra la cultura, pero es tarea del Estado vertebrarla para que todos nos agrupemos en torno a su preservación y a su honra.
La cultura pervive en las tradiciones, en las anécdotas del pasado, en las urgencias del presente, en la prospectiva del futuro colectivo. Está latente en las expresiones artísticas, culturales, antropológicas de las regiones originarias, forma parte de la esperanza con la que enfrentamos los retos y solventamos hasta lo imposible.
El Estado, a fin de cuentas, no es sino la obra superior de la cultura nacional. Cada pueblo estructura las modalidades y las formas de gobierno que requiere, mismas que nacen de las luchas colectivas, de los recuerdos dolorosos, de la letra que imprimen en sus constituciones fundadoras los que representaron sus proclamas, banderas y objetivos en la última convulsión que las estableció como objetivo mayoritario.
La cultura alienta los mayores logros de todas las exaltaciones nacionales, contiene procesos de rebeldía anticolonial y forzosamente tiene que disgustar a los metecos, empleados sumisos de las capas sociales que tenaz y conscientemente preservan la dependencia histórica y el entreguismo volitivo e inmundo de las riquezas nacionales a sus ejecutores de siempre.
Caciques, rateros y enemigos del pueblo nos hacen sentir ajenos
Las leyendas, mitos, tradiciones, magias, supersticiones que sostienen las estructuras emblemáticas de las regiones, así como la geografía, la flora, fauna, música y arte popular irrepetible, son los contextos que nutren la identidad histórica-cultural de lo mexicano. Es un patrimonio propio, de la misma manera que lo son los vientres subterráneos minerales, los ríos, los bosques y los cielos de nuestro entorno.
Apropiarse de todo ello y sentirlo intrínsecamente nuestro es la tarea central de quien se proponga abanderar las causas culturales de la nación. Contribuir a que el pueblo sepa que es el propietario natural de todo lo que le rodea, así como de la riqueza pública, de los productos y bienes que deposita en gobernantes obligados a obedecer estrictamente esos propósitos de soberanía nacional, es el objetivo urgente de un programa cultural. Hacerlo sentir ajeno es sólo tarea de caciques, rateros y enemigos del pueblo, que es el mandante, el depositario original de todo poder. Sustraer los principios básicos de la comprensión de la cultura, y hacer creer que ésta es sólo la manifestación artística de lo extranjero, es una forma de traición.
Secretaría de Cultura, extranjerizante; carece de un plan nacional
Por eso, irritan los homenajes funerarios a Rafael Tovar y de Teresa, dicen que el creador de las instituciones culturales mexicanas. Nada más falso, era sólo un mercader que sustraía todos los recursos que podía del montaje de obras engañosas de plásticos europeos en el Palacio de Bellas Artes, desde luego, dejando con la boca abierta a los ignorantes.
Vendiendo como producto cumbre de una Secretaría de Cultura, exposiciones truncadas de copias de obras italianas y europeas de renombre, y engañando a los gobernantes y al pueblo mismo, que se esforzaba y pagaba buenas sumas por asistencia, de las cuales sacaba Tovar y de Teresa jugosos moches.
Nunca se supo de la existencia de un programa nacional para vertebrar, rescatar o difundir nuestras expresiones culturales. En cambio, sí se supo cómo se llenaban las nóminas del Centro Nacional de las Artes, Conaculta, el Auditorio Nacional y el Palacio de Bellas Artes, de aviadores e impostores intelectuales, favoritos de mandamases, que percibían ingresos, viáticos, prestaciones y viajes de sultanes. Puros validos, familiares y favoritos de los impostores revestidos.
Los Tovar y de Teresa aún se creen descendientes de los Grimaldi
En eso si puede ser el pionero Tovar y de Teresa, pues contribuyó también a que su ex esposa, hija de José López Portillo, saqueara otra institución cultural burlada, el Claustro de Sor Juana, repleto de aviadores de todas las preferencias y cuyas obras culturales básicas han desaparecido. Pero de eso no se habla.
Toda la claque Tovar y de Teresa ha vivido ad libitum del presupuesto y de las prebendas de la federación, que son del pueblo. Aspirantes eternos, desde los abuelos, a ser considerados miembros en línea directa de la monárquica familia Grimaldi, de Mónaco, quienes ni voltean a verlos. Pero con ínfulas de poseídos por la fama y la fortuna.
Aristocracia que se cree dorada, sobre 115 millones de pobres
Repelentes a lo nacional. Adoradores de todas las ocurrencias, modas y fashions extranjeras, los Tovar han sido la encarnación misma de lo meteco, de la tradición de polkos mexicanos que se niega a soltar los huesos, que se aferran con desmedida ambición a quienes ostentan los cargos desde los que vacían las menguadas riquezas del país.
Lisonjeros, oportunistas y falsarios. Miembros de una aristocracia que se cree dorada, erigida sobre ciento quince millones de miserables, que aunque no lo sepan ellos, son los auténticos guardianes de la cultura nacional y sólo por eso hubieron de merecer su respeto y el apego mínimo a sus necesidades de ilustración nacional. Pero como ni la conocen, pues…
Agrupados en lo mexicano, no apareceríamos como una masa amorfa
Si todos, empezando por los gobernantes estuviéramos agrupados alrededor de lo mexicano, no apareceríamos ante el mundo como una masa amorfa, como una población que no respeta sus valores, y que deja atropellar con displicencia los bienes, recursos, dignidades y sentido de nuestra riqueza cultural.
Hemos sido absolutamente complacientes, sumisos ante los fantasmas que creamos y empoderamos inconscientemente, gracias a la inducción nefasta de los medios de comunicación vendidos al mejor postor. Es justo que regresemos a este país nuestro orgullo, perdido ante la represión obtusa de la educación e inteligencia del espíritu.
Si conociéramos, interpretáramos y difundiéramos el contenido y nuestra propia visión sobre el legado cultural mexicano, uno de los más grandes del mundo conocido, no quedaríamos como extraños en nuestra propia tierra, como habitantes golondrinos de un paraíso geográfico y cultural, cuya comprensión es sistemáticamente bloqueada por los intereses extranjeros en el poder y en su ejercicio cotidiano.
Si no rehuyéramos al análisis crítico de la penosa realidad a la que ahora nos han enfrentado los mentecatos, si fuéramos leales al valor, la casta, el pensamiento, la creación y la majestuosidad de lo nuestro, este país sería el más consciente y combativo de Latinoamérica. Hemos dejado perder los rasgos más valiosos y entrañables de la mexicanidad.
Recuperar la cultura combativa, estructurar la música, la letra escrita
Nos dejamos engatusar por cualquiera que aparece por generación espontánea, promovido por poderosos intereses dominantes. Hemos traicionado flagrantemente las causas históricas.
Abrevando en las fuentes culturales, riquísimas en ejemplos de castigo al opresor y de respuesta a los atracadores de la patria, a los burladores de conciencia, a los esbirros de lo extranjero, recuperaremos pronto, en tiempos históricos, el sentido común de lo que es verdaderamente nuestro, de los impulsos por los que se debe luchar y hasta arriesgar la vida.
Recuperar la cultura combativa, estructurar la música, la letra escrita, la educación escamoteada por estos impostores absurdos e ignorantes, el mensaje real de liberación, la respuesta adecuada a nuestras necesidades colectivas de gobierno común que haga frente a las imposiciones y caprichos ñoños, manipulados por los avorazados, pobres criaturas de la política de lo absurdo, nos dará la pauta adecuada para sortear las dificultades que hoy nos ahogan y despedazan.
Extirpar lo malo, más cualquier otra figura similar que quiera repetir el proceso entreguista de lo que es y siempre ha sido nuestro, es una tarea primigenia, indispensable, impostergable.
Es la única solución que nos haría libres y dueños del amor y la entrega hacia todo aquello que nos une, que siempre nos debe unir. Extirpar a nuestros enemigos y verdugos, es impostergable.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: La incultura hace escuela, lamentablemente: El director técnico de Telesecundarias Federales del estado de Puebla, Roberto Carlos Vega Monroy, quien llamó en sus redes sociales a exterminar a los “Voladores de Papantla”, fue cesado de su cargo, informó la Secretaría de Educación Pública (SEP) de Puebla. La dependencia expresó el domingo en su cuenta de Twitter que reprueba ese tipo de expresiones y conductas por parte de cualquier mexicano, por lo cual, procede a realizar el cese correspondiente, luego de que el senador Héctor Yunes enviara una carta dirigida al gobierno poblano en la que señalaba que el incidente agravia a la cultura totonaca. Yunes recordó que los “Voladores de Papantla” son Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad, en declaratoria de la UNESCO. + + + Hoy debemos sentirnos afortunados por contar con tres comentarios de don Alfredo Álvarez Barrón, con los correspondientes epigramas de El Poeta del Nopal, su alter ego, mismos que nos hacen llegar desde Fresnillo, Zacatecas:
1) ¿Crisis, cuál crisis?, en referencia al dicho de EPN, en el sentido de que no hay crisis en nuestro país.
Tal humanismo refleja
que al desvalido consuela,
pregunta: ¿de qué te quejas?
¡están peor en Venezuela!
2) Cuba niega la entrada al ex presidente del empleo, Felipe Calderón…
Pudo ocurrir, en su estado,
que no pusiera atención,
pues no leyó: Reservado
el Derecho de Admisión.
3) Vaya aportación cultural: gracias a la ex primera dama veracruzana nuestros honorables políticos ya no tienen por qué hacerse de la boca chiquita a la hora de meter mano en los dineros públicos, bastará con repetir, varias veces al día, éste poderoso mantra: ‘Sí… merezco la abundancia’, para alejar cualquier sentimiento de culpa. También podría funcionar como lema de campaña…
Parece una extravagancia,
sin duda una frase extraña,
y buen lema de campaña:
¡sí… merezco la abundancia!
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