Aleluya, aleluya, aleluya
¬ José Antonio López Sosa miércoles 20, Oct 2010Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Los “aleluyos”, integrantes de la religión autodenominada “Testigos de Jehová”, representan además de un creciente fanatismo social, una encarnada muestra de individuos con una visión retrógrada sobre algunas cuestiones expresamente culturales, a lo que ellos denominan “actos de fe”. Se trata de una religión –también llamada secta por sus competidores católicos y cristianos—que se fundó en el siglo XIX en los Estados Unidos de América, donde desde su muy cerrado punto de vista, son ellos los únicos que pueden darle una interpretación clara y precisa a lo que estipula el mandamiento bíblico.
Redacto el presente artículo inspirado en un “hermano” (que es como se hacen llamar entre ellos), que irrumpió mi muy merecido descanso la mañana del sábado, para preguntarme de entrada que si estaba yo enterado que el mundo se va a acabar. ¿Qué?, fue mi primer pensamiento en mi muy nublada mente, le respondí que efectivamente, tras este período electoral en México, el país quedaría prácticamente destruido y en bancarrota, no obstante el individuo se refería a aspectos más espirituales. Cuando le dije que un servidor está declarado como “católico en protesta” (la protesta por todos los excesos y barrabasadas que cometen nuestros jerarcas de la iglesia y nuestros políticos con la iglesia), de inmediato comenzó a cuestionarme en el ya muy choteado –para mi—hecho de la prohibición expresa de la Biblia para tener imágenes celestiales, para celebrar cumpleaños o bien, para hacer oraciones recitadas de memoria.
El problema en los Testigos de Jehová desde mi opinión, son sus excesos, sus actos de fe, los cuales no encuentro bien sustentados en los pasajes bíblicos que citan, además están contra un esquema cultural que tenemos socialmente hablando, y no hablo de la celebración de cumpleaños, me refiero particularmente a dos hechos: que prohíben entre sí la transfusión de sangre y que prohíben los honores a los símbolos patrios. Para ellos en su pequeña mente, el tener respeto por nuestros símbolos significa adorarlos, es decir, adorar a la bandera en lugar de Dios, ¡qué cosa!; para ellos entonar el Himno Nacional es sinónimo de estarle quitando un lugar a Dios y estar adorando una canción. Me pregunto entonces cómo piensan que se engendra una identidad nacional o un respeto por el arraigo a un territorio o a una nación. Por otro lado, el prohibir las transfusiones de sangre y darse un tiro antes de una operación es prácticamente lo mismo; pero dígales usted que no y verá la enorme e infundada justificación que le dan, porque eso sí, ellos s-i-e-m-p-r-e tienen la razón y sobre todo, la verdad.
Por respeto a su creencia, permití pasar al conciudadano (aleluyo) y tuve una plática con él, pensé: si entrevisto a funcionarios que no saben ni la “o” por lo redondo, que no le de oportunidad de expresarse a este amigo. Lo único que concluí es que se trató de una comunicación directiva y unilateral, es decir, él siempre tuvo la razón y la verdad y yo siempre he estado equivocado, en el error y en el pecado los últimos 33 años de mi vida. Luego pensé: por eso nadie les abre la puerta, no por la hora en la que tocan, sino por intolerantes, cerrados y necios.
Me gustaría ahondar más en este tema con bases un poco más estructuradas, me comprometo a iniciar de nuevo (porque hace años ya lo hice) una investigación exhaustiva donde comparemos puntos de vista y creencias (más bien dogmas) de estos amigos “Testigos de Jehová” con relación al mundo, a la sociedad, a la Biblia y al entorno que nos rodea. Por lo pronto le recomiendo, si un “aleluyo” toca su puerta, ábrale, dígale a todo que sí y por favor, no lo contradiga porque de lo contrario la plática podría extenderse horas, y de cualquier modo, se lo garantizo, no lo va usted a convencer.
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