Sucias corruptelas
Freddy Sánchez martes 24, Ene 2017Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Una vez más los recolectores oficiales de la basura hicieron alboroto para evitar lo que a su juicio sería la privatización del servicio de limpia de la Ciudad de México.
El nuevo intento para proceder a un cambio radical en el manejo de los desperdicios domiciliarios, aparentemente volvió a fracasar.
Por lo menos de momento.
Tras las airadas protestas de los trabajadores sindicalizados que se oponen a que las cosas cambien, en relación con la recolección de la basura en las casas y edificios de la ciudad, los legisladores y autoridades dejaron para otra ocasión lo que tenía visos de una medida irreversible: la modernización del sistema recolector de la basura.
Una propuesta que no es nueva. En repetidas ocasiones, en la ciudad capital se ha querido implementar una acción oficial innovadora para procesar los desperdicios que por cientos de toneladas se generan cada día en la suma de domicilios donde hay casas habitación, centros comerciales, zonas de condominios y empresas.
El anacrónico sistema de recolección de basura, obviamente requiere una trasformación de fondo comparable a lo que se ha hecho en otras partes del mundo, dado que en esos lugares con maquinaria altamente sofisticada, trasportes modernos y multifuncionales y una mejor organización de los recolectores, los beneficios obtenidos son multimillonarios.
Sacar provecho incluso de los detritos fecales para fines agrícolas, hacer que millones de llantas arrumbadas y contaminantes, sirvan a propósitos de interés colectivo, evitar que los centros de recolección infesten aguas y tierras, proveer de apoyos materiales con eficaces técnicas de seguridad a los empleados de estas tareas, son entre muchos más los justificantes de que el sistema de limpia en cualquier nación deje de operar a la vieja usanza, regularmente con toda clase de deficiencias y pocos o nulos aprovechamientos comunitarios. Así que desde ese punto de vista, parece una necedad de los trabajadores de limpia estar en contra de la modernización de los quehaceres a los que están dedicados.
Aunque triste es decirlo, pero en algo tienen mucha razón, puesto que los planes institucionales para cambiar el sistema recolector de basura, más que estar pensados en procurar un beneficio colectivo, parecen encaminados como otras veces en aras de favorecer a unos cuantos particulares.
De hecho, entre los que hicieron una marcha de protesta ante lo que consideran un proyecto oficial para la privatización del manejo de la basura, no pocos manifestaron su certeza de que detrás de estas acciones legislativas y oficiales se esconde la perversa intención de enriquecer a una o dos familias y sus “paleros” gubernamentales.
De ser así entonces, es una lástima que lo que podría convertirse en una sistema de recolección moderno, con miras a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los actuales encargados de estas tareas e incluso favorecer a los que desde sus domicilios contribuyan a la separación de la basura, (obteniendo un beneficio económico por hacerlo), para después industrializar y vender los productos derivados de la basura con la disposición institucional de dedicar una parte de las ganancias al apoyo de programas sociales y de mejoras urbanas, simple y llanamente no pueda hacerse realidad por falta de claridad en lo que realmente se propone hacer el gobierno con un cambio de esta naturaleza.
Y eso se debe lógicamente a la voracidad de quienes siempre han estado pensando en seguir obteniendo jugosos beneficios personales con el negocio de la basura y sus habituales y sucias corruptelas.