El Ejército en la seguridad interior
Francisco Rodríguez viernes 20, Ene 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Muchos panistas opinan que Manuel Gómez Morín creó el Banco de México. Falso. Es uno de los miles de mitos que esgrimen los blanquiazules cuando exigen para ellos algún galardón histórico. La realidad pura y dura es que, cuando a Plutarco Elías Calles le dio por copiar instituciones europeas para la modernización del país, siempre tuvo el apoyo de sus correligionarios en la Revolución.
Calles trajo de Alemania la idea de crear un Banco Central, emisor exclusivo de moneda, para enfrentar el desbarajuste financiero. Para lograrlo con efectividad y poder, se lo encargó al Ejército. Al mismo tiempo que alineaba el poder de los generales, caciques regionales, en el aparato, Joaquín Amaro se echó a cuestas la tarea.
Amaro pasó la charola entre los generales obregonistas triunfantes en la revuelta, y logró una cantidad de fondos impresionante, suficiente para dar el piso financiero que requería tamaña empresa. Tan es así que el Banco de México, en sus primeros años era conocido como “el banco Amaro”.
En esa tarea tuvo como eficaces ayudantes a Celestino Gasca, Saturnino Cedillo y Lázaro Cárdenas, quienes cosechaban sobre lo sembrado, pues ningún general de aquéllos iba a desobedecer las órdenes del Jefe Máximo. Cuando los dos primeros trataron de levantarse en armas contra el régimen, los otros dos, Amaro y Cárdenas, se encargaron de apaciguarlos.
Y los tecnócratas vencieron el esfuerzo de los militares en Banxico
El Banco de México pronto se convirtió en un ente clave para impulsar el desarrollo del país, apalancar los esfuerzos de las principales empresas estatales surgidas de la expropiación, celoso guardián de las reservas monetarias y del valor de la moneda, y garante de la estabilidad y la gobernabilidad del país.
Jamás se imaginaron que el Banco de México se convertiría en una cueva de favoritos y mentirosos de cuello blanco, con salarios y prestaciones más altos que los del primer mundo, y menos pensaron que un enfermo mórbido, como Agustín Carstens, a las órdenes de las empresas trasnacionales y de los financieros neoyorkinos llegara a arrellanarse en el sillón principal del Edificio Guardiola.
Nunca llegaron a pensar que el Banco de México, reducido a peón de los hacendarios de turno, iba a servir para que sus dirigentes se llevaran las reservas en oro y se iba a convertir en una casa de bolsa grandea para alentar sus depredaciones.
Todo, con el manido cuento de cuidar los índices inflacionarios, tarea propia de un estanquillo, y alejarse paulatina, pero pertinazmente de sus obligaciones mayores. Todo lo cedió a la pantagruélica Secretaría de Hacienda y Crédito Público, con los desastrosos resultados que hoy constatamos y sufrimos en carne propia.
Alemán fue presidente, porque EU ya no quería tratar con generales
La llegada al poder de los codiciosos alemanistas, exigida por los gabachos que ya no querían lidiar con otro militar en la Presidencia de México -sino con dóciles y ambiciosos civiles de cuarto cachete—, acabó con el poder militar formal y lo redujo a la vida plácida de los cuarteles, sellados a cal y canto.
Así fue durante todo el período de crecimiento con estabilidad y aún más allá, hasta que a Ernesto Zedillo se le ocurrió desaparecer la Policía Judicial Federal, en manos de los civiles, para entregarla, en 1996, a las manos de generales retirados, en su gran mayoría. Aunque el traidor que se decía cachanilla alegó razones de corrupción, la verdad era otra.
Fue una venganza, un capricho de raro, para cobrarle a los sabuesos de la Judicial todos los desatinos que había tenido su gobierno en la investigación del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, la aprehensión de Raúl Salinas y todas las faramallas ideadas en el asunto de la osamenta, predicha por una timadora agorera a la que apodaban La Paca, que se llevó a todos al baile, del presidente p’abajo.
En 1996 Zedillo corrió a los judiciales y militarizó a la PJF de la PGR
La llegada de 500 soldados a la Policía Judicial Federal —para sustituir a los 500 judiciales con los que contaba la PGR, ¡para todo el país!— fue un fiasco de aquéllos. Cuando todo mundo esperaba que el arribo de los verdes entorchados iba a dar resultados inmediatos en auxilio de la procuración de justicia, todos nos enteramos que al poco tiempo de asumir su cargo, por ejemplo, todas las camionetas Suburban y vehículos oficiales, habían sido destrozados en accidentes viales. Ni manejar vehículos sabían.
Y sí, en efecto, no sabían hacer nada, ni manejar un auto, ni manejar una pistola con la destreza que lo hacían los colmilludos civiles que hicieron un compendio de leyendas en la investigación criminal. Como se militarizó la Judicial, el asunto hizo olas, y en poco tiempo todas las agencias de seguridad federales y locales eran manejadas por militares, sin idea remota de algún asunto de ese tipo. Usted sabe, como dice el actual general secretario Cienfuegos, no fueron educados para hacer labores de policías.
Al rato, estaban metidos en todos los asuntos de la delicada seguridad interior, que hasta la fecha nadie ha podido definir qué es, ni con qué se come, igual que la reforma educativa y todas las reformas estructurales, causantes de la parálisis y la desgracia del país.
Y 4 años después, García Luna corrió a los militares “por corruptos”
Fox, por su parte, puso la Iglesia en manos de Lutero, así como suena. Encargó la encomienda al policía menos confiable, al que es capaz de vender a un familiar por unos centavos, o por un cargamento de polendas. Habilitó para esa tarea, nada menos que a Genaro García Luna, de recuerdos muy frescos, todos deleznables.
¿Y sabe usted que fue lo primero que hizo García Luna —a quien sabe si con sorna, o sin ella, motejan El Policía de Titanio? Pues desaparecer a la Policía Judicial Federal ¡por corrupta!
¿Cómo? ¿Por corrupta? Si los últimos cuatro años, desde 1996 hasta el 2001, cuando fundó la AFI, la Judicial estaba en manos de militares?
Nadie se atrevió entonces a desvirtuar las argucias de quien por ese entonces todavía tartamudeaba como metralleta -en el sexenio de Calderón tomó clases de dicción y fue atendido por especialistas en ortolalia- al señalar corrupción en las filas de las fuerzas armadas. Ni la misma Defensa Nacional hizo siquiera un guiño.
La AFI, militarizada, corrió la misma suerte de la PJ: ¡corrupción!
Felipe de Jesús Calderón Hinojosa declaró la guerra al narcotráfico, todavía nadie se explica para qué, si no fue para atender las órdenes de los gabachos, dictadas a través de su corre ve y dile Jeffrey Davidow, compinche de varios golpes de Estado en Latinoamérica y varios millones de dólares, que compartió con García Luna, a quien le creó una Secretaría del Despacho, luego de que este desapareciera la AFI de su creación… ¡por corrupta!
Calderón sacó al Ejército de los cuarteles y le puso en charola de plata el regreso a la primera línea de mando de la estabilidad y la gobernanza nacionales, también sin idea de qué se trataba eso. Ellos sabían de fajinas, de asalto en despoblado, de disparar al contario sin preguntar, de logísticas fantasiosas de quema de estupefacientes, de cobro de comisiones en el Plan DN-III… y párele de contar.
Después de las órdenes del Comandante Supremo del Ejército –Calderón-, y al ver los gabachos que nadie oponía resistencia a esos despropósitos nacionales, los jefes del Pentágono en Washington tomaron el mundo por montera y se fueron de frente, hasta lograr su actual ambición: integrar la seguridad del país al criterio de quienes cuidan la seguridad interior de Estados Unidos. Y háganle como quieran.
Desde que se militarizó la seguridad pública, todo ha ido peor
Lo que es un hecho es que, desde 1996, cuando se militarizó a la Judicial, cuando los gobernadores dejaron en manos de generales los mandos policiacos de sus respectivas entidades, la seguridad ciudadana comenzó a sufrir las de Caín.
Hoy, todas las ideas que supuestamente se producen en el seno de la fantochada ésa que llaman Comisión Nacional de Seguridad, la que está a cargo de Sales —nadie sabe por qué— se generan en el extranjero, por gerifaltes de los que no conocemos ni el rostro ni el nombre. Casi todas se redactan en las oficinas laterales de genios de la embajada gabacha.
Y ésa es la situación. Como el gobierno nunca presentó un programa para el país, y todo se cargó a la cuenta del Pacto por México, es el momento en que todavía no saben ni dónde están parados. De la supervisión del Ejército ni hablar. Todos hacen y deshacen, según su poco confiable leal y entender.
EPN pide dar más facultades al Ejército: en las calles para siempre
El proceso de militarización iniciado por un descastado como Zedillo, ya no es un proceso, es una realidad. México está absolutamente militarizado desde hace veinte años. Inició por la Judicial Federal, en 1996, luego los gobernadores comenzaron a contratar generales retirados —enviados por la Sedena— para que se encargaran de la seguridad de sus entidades, ahora quieren darles más facultades para que estén en las calles (permanentemente) “hasta que se limpien y capaciten” los cuerpos policiacos… y después, con los mismos argumentos de corrupción en sus filas, ¿Qué sigue?
¿Y el país, la seguridad nacional, la seguridad interior y la paz pública? El que venga atrás que arree. Desaparecerá corporaciones (militarizadas) y los acusará ¡de corrupción! ¿No cree usted?
Índice Flamígero: Los viejos políticos solían decir: “Cuando se encomendó al Ejército luchar contra la fiebre aftosa, muchos generales terminaron ganaderos… Cuando se les encargó combatir el contrabando, muchos generales empezaron a surtir a Tepito… Ahora que les encargaron dar la pelea al narcotráfico…”. Y con una sonrisa dibujada en los labios dejaban la frase incompleta. A la imaginación de cada quién + + + Comenta Guillermo Vidal la colaboración publicada ayer aquí, bajo el título No resuelven ¡ni la tabla del uno!: “El Principio de Peter los alcanzó. Pero el de Peter Infante. Saben actuar, saben cantar, saben montar, saben llorar, saben reír y saben enamorar. Son actores de una tragicomedia local. El gabinete es la compañía de teatro que representa la obra Moviendo a México. Televisa le dio la imagen que necesitaba, hasta primera actriz le entregó. Sus discursos los redactan guionistas de novela, el rating es el resultado de una campaña mediática que le cuesta al erario la 25 mil millones de pesos… y aumentando. Buenos trajes, maquillistas hasta en el avión presidencial, grandes posters y buenos publicistas. Hasta aquí Pero, sí pero, se les olvidó algo. Esta no es una novela barata como La candidata, no, no, y requete no. No todo era una representación artística de ‘gran monta’, sino, fíjense en el presupuesto. Se les olvidó que había que trabajar y dar resultados productivos. Y si a eso le suman la ‘puntada de que al actor principal le gusta que lo acompañen en esta aventura mal nacida sus compadres y amigos, bueno pues ya se amoló la obra. Esta es la obra de Televisa y sus vicepresidentes: ¿Ya entendieron? Y Emilio, te quejas porque se está llevando a la quiebra a la empresa que vendía entretenimiento y ‘cultura’. No todo es dinero. Le pusieron en la madre al país. Y todavía se estaban atreviendo a repetir con el gay chiapaneco. Reaccionen porque el pueblo ya está pidiendo cuentas. El actor no va a reaccionar. No saben lo que está pasando. Ni lo van a saber. Y el público ya los empezó a agarrar a jitomatazos”. El enojo social ya es imparable.+ + + Para quienes señalan que la administración no tiene responsabilidad en los trágicos e indignantes sucesos de Monterrey la mañana del miércoles: “El programa Escuela Segura, que se puso en marcha en el sexenio pasado como una estrategia para prevenir la violencia al interior de los planteles fue eliminado en 2016. Después de canalizar a las escuelas 2 mil 744 millones de pesos entre 2007 y 2015, la Secretaría de Educación Pública (SEP) decidió cancelar ese programa y crear uno nuevo, para atender el acoso escolar denominado Programa Nacional de Convivencia Escolar, que evidentemente es un fracaso. Todo por los moches. Gracias a Nuño.
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