Los de abajo y los de arriba
Alberto Vieyra G. viernes 13, Ene 2017De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Asustando con el petate del muerto a la población para acallar la protesta pública y los saqueos contra los hambreadores, el gobierno peñista ha intentado curar la puñalada trapera con un hipócrita pacto económico que nadie ha respetado, comenzando por los ponzoñosos pulpos camioneros del país, en su mayoría panistas y priístas.
En el pasado, los pactos económicos han servido para dos cosas: para nada y para lo mismo.
Lo que el gobierno peñista hizo fue dar al pueblo de México un sonoro madrazo que ahora intenta curar con una sobadita.
Así, una nefasta clase política tecnofondomonetarista que vive totalmente alejada de la realidad que castiga cada día a los de abajo y favorece económicamente a los de arriba, es decir, a la corporatocracia mexicana y extranjera, busca llegar sin mella a las elecciones presidenciales del 2018 en las que sin lugar a duda habrá facturas carísimas contra el partido gobernante y su aliado histórico, el PAN.
En el periódico Reforma leo un espléndido artículo titulado Totalmente Palacio, a cargo de la politóloga, escritora, activista y periodista mexicana Denise Dresser, en el cual hace una valiente y minuciosa radiografía de la opulenta vida de los de arriba y la desdichada realidad de los parias de abajo.
Dice: “Como si vivieran en Buckingham. O en Versalles. O en Topkapi. O en la Alhambra. O en el Castillo de Windsor. Así se comporta nuestro Presidente, nuestro nuevo secretario de Relaciones Exteriores, nuestro gabinete, nuestros magistrados, nuestros diputados y senadores.
Los nobles, por cuyas venas corre la sangre azul de una casta divina. Los aristócratas, aparcados en grandiosas residencias, rodeados de servidumbre atenta a cada deseo.
Caminando por sus palacetes del privilegio donde nada los toca. Nada los perturba. Nada los inmuta. Lejos de la turba enojada que se manifiesta en las calles, molesta y con razón. Lejos de la irritación social que descalifican y sin empatía porque son totalmente insensibles. Totalmente mirreyes. Totalmente desconectados de la realidad de millones de mexicanos que miran el 2017 con aprensión.
Porque mientras la gasolina, el gas y la electricidad aumentan en hasta 20 por ciento, los consejeros del INE exigen iPhones 7 de 20 mil pesos para cada uno.
Porque mientras la capacidad de compra disminuye, las prerrogativas para los partidos ascienden. Porque mientras el valor del peso cae, los bonos navideños en el Congreso crecen. Un trabajador que gana el salario mínimo solo podrá comprar el 33 por ciento de la canasta básica, pero un magistrado que gana más de 200 mil pesos recibirá 15 mil pesos en vales de gasolina. Un miembro de la clase media tendrá que trabajar más para llenar su tanque, pero los diputados acaban de gastar 6 millones de pesos para adquirir 27 autos nuevos. Y entretanto, Enrique Peña Nieto juega golf. Luis Videgaray anuncia que llega a la cancillería para aprender. El PAN, el PRI, el PRD, el Partido Verde y los demás recibirán 4 mil millones de pesos en 2017… Eso es lo que indigna, más allá de los porcentajes de crecimiento y las perspectivas de inflación. La sensación compartida de una injusticia profunda, de un agravio injustificable que va más allá del incremento en el precio de la gasolina.
Mientras afuera, en la calle, donde muchos pasan la noche sin dormir ante la zozobra por lo que viene, en los palacios sigue la fiesta. El despilfarro. Los vales y los celulares y los aguinaldos. La champaña descorchada en los pasillos del Senado y la Cámara de Diputados. Un país donde algunos gozan la abundancia y otros padecen la austeridad; donde algunos son totalmente exprimidos y otros siguen siendo “Totalmente Palacio”.
Coincido con la periodista, desgraciadamente, ese es el abismo que separa a los de abajo y los de arriba.