2017, ¿Bienvenido?
¬ Augusto Corro martes 3, Ene 2017Punto por punto
Augusto Corro
El Año Nuevo siempre se vio como una esperanza de cambio para mejorar en los diferentes aspectos de la vida: social, política, económica, etc.; pero ahora, el futuro se ve incierto, casi desolador, ante el cúmulo de factores negativos que amenazan con mayor violencia. No hay buenas noticias.
Por ejemplo, en la lucha contra la delincuencia organizada poco a nada se avanzó en los últimos años. El índice elevado de víctimas así lo señala. Miles de asesinados en una guerra entre los cárteles de la droga y estos contra las autoridades. No se contempla, por ningún lado, que disminuya el número de levantados o secuestrados en las diferentes regiones del país.
La incapacidad de nuestras policías desde hace años demostró que la sociedad se sentiría mejor sin su presencia. Su preparación deja mucho que desear. Ante la nulidad de su presencia y acciones, el Ejército mexicano es la única autoridad que da resultados positivos en una guerra contra la delincuencia, que parece interminable.
Así vemos entidades donde en vez de disminuir la ola de violencia, se incrementa día a día, con grupos de delincuentes más fuertes que son los que gobiernan. Guerrero, es uno de los estados más peligrosos de México, de acuerdo con las estadísticas de muertes violentas.
El gobernador Héctor Astudillo, de extracción priísta, desde que asumió el poder, sólo se ocupa de su papel de vocero de la muerte. Él es quien informa de los crímenes perpetrados por el hampa que hizo de Acapulco un infierno.
Lo mismo se puede decir de Tamaulipas, Michoacán, Veracruz, etc., donde la vida vale menos que nada. Los “levantones”, las ejecuciones de los grupos criminales, la guerra por las plazas, rutas, etc., realizados por los elementos de la delincuencia organizada son permanentes. Esta situación amenaza con incrementarse ante la ausencia de una estrategia más efectiva que erradique a los cárteles de la droga.
Desde el sexenio panista de Felipe Calderón, las supuestas organizaciones criminales fueron diezmadas por las autoridades, pero en realidad, lo único que hicieron fue fraccionar el poder delincuencial, pues de un grupo mayor surgieron organizaciones criminales pequeñas, que multiplicaron los secuestros, “levantones” y asesinatos.
Mientras las autoridades se durmieron en sus laureles y sueñan con una policía con “Mando Único” que ya funciona en algunos sitios, pero sin los resultados esperados. Cuernavaca, Morelos, es un ejemplo de lo antifuncional de esa idea. Es necesaria la capacitación de las policías municipal y estatal si se desea que rinda frutos positivos.
De otra manera, estos representantes de la ley solo servirán a los criminales que los mantienen de su lado con mejores “salarios” o bajo amenazas de muerte si se niegan a colaborar.
La guerra contra la delincuencia organizada empezó en el sexenio de Felipe Calderón con los resultados que todo mundo conoce. ¿Por qué perdió la guerra el panista? Porque se arrojó a los brazos del enemigo sin ninguna estrategia. Sin calcular la fortaleza de los grupos criminales, ni la fuerza del mercado estadounidense que aumenta la demanda de estupefacientes.
Con esos consumidores de drogas tan cercanos, México tendrá el conflicto interno permanente, pues los proveedores que son los cárteles o los grupos que se encargan del trasiego de estupefacientes, de la ocupación de plazas, etc., tienen una conducta salvaje, bárbara, que no conoce límites.
Del otro lado de la frontera, en Estados Unidos, la actitud de las autoridades es laxa, como que no les interesa frenar el contrabando de estupefacientes. Ya es común la frase aquella de que el vecino país pone a los consumidores de drogas y México los muertos.
En este renglón deben sumarse los miles de desplazados, desaparecidos, viudas, huérfanos, y en general los miles de asesinados, que forman ese universo de víctimas del narco.
Plantados en la realidad, 2017, Año Nuevo, llega sin esperanzas de que cambie la situación de inseguridad que aterroriza a la sociedad mexicana que se siente desprotegida. Son ya más de diez años de una guerra contra los carteles de la droga con saldo de 100 mil muertos, miles de huérfanos y casi 30 mil desaparecidos.
Quizás con la nueva política de Donald Trump y su muro fronterizo disminuya el contrabando de armas y drogas, pero la solución del problema se ve lejana, por no decir que imposible. Es decir que no se ve posibilidad alguna de que, por lo menos, disminuya la violencia. ¿O sí?