Otros tiempos
¬ Augusto Corro jueves 14, Oct 2010Punto x Punto
Augusto Corro
Cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) estaba en el poder, los gobernadores obedecían ciegamente las órdenes emanadas por el Presidente de México en turno, que practicaba el centralismo como modelo efectivo de gobierno.
Todos los mandatarios estatales, la mayoría de extracción priísta, obedecían ciegamente al representante del poder omnímodo del centro, al mismo tiempo que rendían cuentas de todas las acciones concernientes a sus gobiernos.
El Presidente de la República era la gran autoridad que manejaba los hilos de la política nacional con el celo propio del que es dueño de un tesoro. Eran los tiempos en que no se permitía ningún brote rebelde en ningún lugar del país, por más apartado que estuviera de la capital mexicana.
Así, se derivó la lucha contra los guerrilleros Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, en Guerrero y el “subcomandante Marcos”, en Chiapas, la Liga 23 de Septiembre y otras. Después, fueron desaparecidos o asesinados en una represión brutal los dirigentes de movimientos obreros y estudiantiles, entre ellos ferrocarrileros, maestros, médicos hasta llegar a la masacre del 2 de octubre del 68 y su continuación en la matanza del Jueves de Corpus del 71, estos últimos orquestados por Luis Echeverría Alvarez.
Por ejemplo, en Oaxaca, era casi una tradición que los gobernadores no terminaran su periodo sexenal. Una especie de maldición les evitaba cumplir su mandato. Los oaxaqueños hacían valer sus derechos ciudadanos y en el centro, el Presidente respondía a los reclamos de la sociedad, se armaba el tinglado y el mandatario estatal conflictivo era enviado a su casa.
Después, la situación cambió, los panistas llegaron a Los Pinos y el control de los gobernadores desapareció. Con el primer presidente blanquiazul en los últimos diez años, Vicente Fox, la Presidencia de la República perdió respetabilidad y poder. El guanajuatense optó por la frivolidad que no le favoreció a su gobierno. Fundó su propio país Foxilandia y se dedicó a gobernar en la ficción total.
Los mexicanos esperamos seis años el cambio en México; pero no ocurrió. El gobierno foxista fue una copia burda del priísmo, pero sin el control de los gobernadores, quienes incrementaron su poder y se convirtieron en verdaderos caciques, dueños de horca y cuchillo que aplicaban (y aplican aún) la ley del más fuerte contra las comunidades indígenas, los grupos de inconformes y todos aquellos que exigían justicia.
Con Fox, el país estuvo a la deriva. Como candidato de la oposición su actuación excelente; como primer mandatario de México no supo qué hacer con el poder. Fue un sexenio de retraso. Sus fallas principales permitieron a los gobernadores desligarse del centro. Cada quien gobernó a su estilo (con indolencia, irresponsabilidad y ambiciones desmedidas de poder). Esto promovió el crecimiento desmedido de la delincuencia organizada. Los gobernantes, sin rendir cuentas a nadie, no tenían la menor preocupación. Ellos mismos eran (son) sus propios jueces.
Ya en años recientes y en sentido estricto, a los mandatarios estatales, sin importar su origen partidista, se les dejó hacer lo que les viniera en gana con tal de que apoyaran los proyectos del gobierno federal panista. Entre otros ejemplares de esa fauna política que actuaron de acuerdo a lo que les dictara su conciencia, se encuentran los gobernadores de Puebla y Oaxaca, Mario Marín y Ulises Ruiz Ortiz. Todo mundo conoce sus milagros.
Con Felipe Calderón Hinojosa (FCH) ocurre lo mismo con su antecesor Fox. La mano suave para tratar a los gobernadores no le dio resultados. En su guerra contra el crimen organizado, pocos son los que responden a la convocatoria de trabajar unidos. Los convenios de FCH con los partidos políticos, principalmente con el PRI, no le permiten aplicar medidas severas contra mandatarios estatales que por omisión o ineptitud tienen a sus entidades invadidas de narcotraficantes.
Nadie se explica por qué un gobernador tan incapaz como el recién retirado José Reyes Baeza estuvo seis años en el poder en Chihuahua, donde surgió Ciudad Juárez, como uno de los lugares más peligrosos del mundo. ¿Por qué se permitió que la delincuencia creciera a índices incontrolables? Reyes Baeza se va a su casa y deja a Chihuahua incendiado. Nadie lo llamará a rendir cuentas por su ineptitud.
En Tamaulipas, (ya hay balaceras diarias en Tampico) también se vive la violencia permanente que producen las luchas de los cárteles de la droga. En esa entidad, un grupo de sicarios asesinó al candidato priísta a la gubernatura, Rodolfo Torre Cantú. La narcoviolencia llegó y ahora la forma de vida de los tamaulipecos se encuentra sumida en la zozobra y el miedo. Y así podríamos referirnos a la tragedia que se vive en México con cerca de 30 mil muertos como resultado de la guerra contra la delincuencia organizada. En todo el panorama planteado, llama la atención tanta indolencia e ineptitud del gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina de la Cruz, quien tiene a Monterrey inmerso en el caos por las acciones violentas de la narcodelincuencia. Su inexperiencia política agrava los problemas en la entidad en lo general y en Monterrey en lo particular, esta ciudad otrora pujante y progresista, ahora sufre el embate de la delincuencia y no hay día sin enfrentamientos entre los grupos de delincuentes y los representantes de la ley. Se perdió la paz y no se ve como se podrá recuperar.
Hoy jueves, Medina de la Cruz rinde su primer informe como gobernador. ¿De qué va a informar? ¿De su ineptitud para erradicar a los sicarios, a los secuestradores y a los narcos? La propia sociedad regia, a través de sus representantes, le exigen resultados tangibles, algo que les de tranquilidad. Imposible, Medina de la Cruz no tiene la menor idea de lo que es gobernar un estado. Ojalá y Monterrey no siga los pasos de Ciudad Juárez, porque ya preocupa la emigración de empresarios y de gente con posibilidades económicas hacia Estados Unidos, de gente que huye de la narcoviolencia.
Hace varios días, los neoleoneses piden la renuncia del gobernador, están en su derecho de exigir que se vaya del cargo Medina de la Cruz. La descomposición social de aquella entidad, será muy difícil de superar. Cuando el PRI estaba en Los Pinos, mandatarios estatales como Medina de la Cruz eran echados a patadas. Claro, hablamos de otros tiempos.