Un libro incendiario
Alberto Vieyra G. martes 20, Dic 2016De pe a pa
Alberto Vieyra G.
La verdadera noche de Iguala, escrito por la valerosa periodista mexicana Anabel Hernández, se ha convertido en lectura obligada, que al finalizar el 2016 está incendiando a las altas esferas del gobierno, al Ejército mexicano, a la Policía Federal y a una PGR, que históricamente, desde que fue creada por Porfirio Díaz en 1900, se ha convertido en el gran instrumento de venganza de los gobiernos en turno contra sus enemigos políticos.
En La verdadera noche de Iguala, Anabel Hernández, que alcanzó fama con Los señores del narco y su envidiable carrera periodística, desnuda a un Estado y corroído por las mafias del narcocrimen, capaz de desaparecer en las tinieblas de la noche del 26 de septiembre de 2014 a 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.
Sí, es una periodista azteca la que desentraña la verdad de ese crimen. La autora, con los pelos de la burra en la mano y también la burra, sostiene que las versiones indagatorias de la PGR, a cargo del entonces cansado procurador Jesús Murillo Karam, son tramposas, amañadas, sesgadas y mafiosas.
En ese libro incendiario, la comunicadora revela que dos de los camiones secuestrados por los estudiantes iban cargados de droga desde que salieron de la universidad, que un importante capo del narco -no da su nombre- ordenó a la zona militar, a la Policía Federal, a los gobiernos estatal y municipal rescatar al precio que fuera los camiones, puesto que el narco paga multimillonarias sumas de dinero a los mandos castrenses destacados en Guerrero, para que no molesten y protejan la siembra de amapola en Tierra Caliente.
Esto viene a dar un vuelco al caso Ayotzinapa y a la “verdad histórica” de la PGR. La investigación de Anabel Hernández incluye más de mil hojas de los expedientes que ya pueden consultarse públicamente en la página: www.verdaderanochedeiguala.com, y que ya fueron transmitidos al New York Times y las principales agencias noticiosas.
El caso Ayotzinapa forma parte de las fosas comunes de la historia, y los muertos que en ellas moran son brasas que calcinan. En una de ellas figuran los 43 estudiantes devorados por la noche en Iguala, que sigue siendo para el gobierno, el Ejército mexicano, que hoy pide a gritos retirarse a los cuarteles, un caso sin cerrar, una herida abierta y una vergüenza nacional e internacional.
¿Qué sería de México y el mundo sin periodistas valientes como Anabel Hernández? ¿Tienen que ser los periodistas los que, aun a costa de su vida, tengan que desentrañar macabros episodios, casos de corrupción, en lugar de ese Estado que tiene la obligación de proteger las vidas y los bienes de los ciudadanos?
El libro La verdadera noche de Iguala deja al descubierto a ese Estado, a un harapiento estado de Derecho que impera en México, ¿o será derechueco?, y a un gobierno de la República sin voluntad política y sensibilidad para aclarar un caso que será parteaguas en la historia de México y que ante el mundo nos exhibe como una nación aldeana.
En fin, un libro incendiario que es lectura obligada.