Un poder débil en 2018
¬ Armando Sepúlveda Ibarra martes 20, Dic 2016Deslindes
Armando Sepúlveda Ibarra*
Mientras el poder se les va escurriendo de las manos como agua al paso de un tiempo político inclemente, a golpes de exitosos escándalos, errores y fracasos, el clan empoderado y el “nuevo PRI” ya saben que carecen de la fuerza necesaria y de cohesión y armonía social para abrirse camino entre el abismo e imponerse en la sucesión presidencial de 2018, descreen que alguno de sus malogrados y grises precandidatos conjunte virtudes y simpatías mínimas para ofrecerse como opción atractiva o menos peor y, en una desesperante realidad, acarician un abanico de buenas intenciones: alcanzar una alianza o coalición con sus pares de la derecha panista y ponerle zancadilla sucia a su rival más fuerte, soñar con una remota ocurrencia salvadora de la mancuerna Peña-Videgaray, esperar un milagro de San Juan Pablo II, simpatizante del priísmo, o resucitar la salinista caída del sistema, o en última instancia conseguir una asesoría de los traviesos rusos del señor Putin para colgarse a su medallero otro fraude electoral en las urnas, ahora con la importación por vez primera de mapachería cibernética a prueba, bendecida ya por un beneficiario, el señor Trump, según filtraciones a “The New York Times”.
En la historia reciente se lee que, en cada ciclo o época, siempre que personajes de la clase política caen en desgracia y desbarrancan arrasados por sus ineptitudes, maldades, omisiones, arbitrariedades, abuso de poder y otros latrocinios, simple cobro puntual del destino de las cuentas pendientes de un pasado desastroso, encuentran distintas excusas y pretextos para querer deslindarse de su “mala suerte” y apelan a la minucia, a la añoranza, al ruego y a exhibirse de lacrimosa víctima para intentar contenerse en su caída a la impopularidad o atenuarla. Cuando el juicio de la vox populi acaba con honras que llegaron a sentirse virginales en su camino al limbo de los inmortales, salen eslóganes ingenuos, ridículos y hasta ofensivos a la inteligencia común, interesados en salvar al cliente de la fatalidad con frasecillas tales como “Contemos también lo bueno”, “Fue el error de diciembre”, “Hay un malhumor social” e infinidad de etcéteras con que alimentan más a la furia del circo.
Cuenta mucho decir, a propósito de enchiladas, que el germen de la escasa popularidad y rechazo al clan en el poder salió a flote desde la campaña presidencial y su compra masiva de votos como desprecio a la pobreza y dignidad de la gente, creció con el siniestro “Pacto por México” que maridó en intereses al “nuevo PRI” con un domesticado y servil PRD, en su arranque para golpear a la población y a los empresarios con el lesivo mamotreto de la “reforma hacendaria” y sus gravámenes y, un poco después, con el renovado amasiato con el PAN para destruir el símbolo nacional de la Expropiación Petrolera de 1938, entregar los recursos a los poderosos del mundo y despojar a la nación de su patrimonio. Hubo más tarde entre los costos políticos adicionales para el PRI-gobierno, el divorcio circunstancial de sus aliados con los pleitos y reclamos de las mafias panistas contra los impuestos y de las mafias perredistas contra el malbarato del petróleo, después de haber sido chamaqueados por cerebros priístas más perversos que los suyos con el gancho de darles a cada uno, por separado, aquello que pedían para sus ganancias a cambio de dañarlos con el cruce de alianzas individuales del clan en el poder con las menguadas y dóciles “oposiciones” de derecha y de izquierda, que en su esencia deberían oponerse a todo lo de los mandones del régimen hasta echarlos del poder. Más adelante el mundo de los empoderados se les vino abajo con sólo desgranarse el rosario de escándalos de las barbaries de Ayotzinapa y Tlatlaya, las corruptelas de “La Casa Blanca” y otras hazañas de gran escuela y todo lo demás…
Una imparcial ojeada al pasado hasta 2012 y una proyección hacia 2018 con la suma de los desgastes cotidianos y de todo lo que al clan del señor Peña puede venírsele encima de aquí a las elecciones presidenciales, dejaría al grupo indefenso, sin fuerza ni consenso siquiera entre sus militantes como para sacar de la manga de algún mago genial una candidatura que una a la desbandada e inconforme base y jerarquía priísta y salve a los apoltronados en el gobierno de regresar a la triste oposición con todos los riesgos de que la adversidad vuelta justicia alcance sus raleas para exigirles de su paso por los tesoros de la nación cuentas claras y amistades largas…
Mucha gente espera, sin rencor de malosos, sino por hallarse todo a la vista de los oráculos, un desplome más en la escuálida popularidad del señor Peña y el gobierno, unos con alegría y otros, como los diputados que cobraron aguinaldos de 551 mil pesos, con cierto pesar de que en breve acabará la fiesta y la parranda, para cuando enero llegue con la sorpresa de un alza mayor en el precio de las gasolinas y otros productos, después que habían jurado, como “bondad” de la “reforma energética”, que bajarían las tarifas de los energéticos y beneficiarían los bolsillos de los mexicanos y la economía nacional y nos acercaría al primer mundo, oferta y nostalgia del tenebroso salinato. De allí para adelante continuará el descenso, recto y veloz como flecha, de las mínimas simpatías al huésped de Los Pinos y su partido, una bajada con pocas fortalezas que corroerán más las bonitas intenciones de reestrenar el vetusto “dedazo” y abrillantar con varita mágica la personalidad de alguno de sus fieles cortesanos, ninguno de los cuales luce finta de ganador.
Vendrán tiempos en que la cautela aconsejará a los señores en el poder alejarse de los desplantes y la soberbia, de evitar las alturas y de ser en tiempos difíciles y riesgosos, como dice la Biblia, “sencillo como paloma y prudente como serpiente”, humildes ante los riesgos de escindir más al país y ponerlo al borde de los extremos de la paciencia al calor de una sucesión presidencial que pudiera traer conflictos si vuelven los usos y costumbres del “viejo PRI”, empecinados en conservar el poder, que se les va como el agua entre los dedos, a cualquier costo.
En un panorama con indicios de vacío de poder e ingobernabilidad, con instituciones corrompidas y frágiles y un pujante crimen organizado que cogobierna vastas regiones del país, sobran los buenos deseos y falta la virtud que cohesiona las fuerzas sociales y logra triunfar incluso ante la adversidad. Entonces la prudencia debe abrir la senda a una transición en paz.
*Premio Nacional de Periodismo de 1996