El México guadalupano
¬ José Antonio López Sosa miércoles 14, Dic 2016Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Ya mucho se ha escrito y divulgado con relación al mito de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, ya mucho se ha discutido al grado que hay evidencia clara, que Marcos Cipaq de Aquino, fue el indígena que por instrucciones de clérigos españoles, pintó con base en la imagen de la Inmaculada Concepción o, “la virgen del coro”, que se ubica en el santuario de Guadalupe en Extremadura, España, a la que hoy se venera en el santuario del Tepeyac.
La única diferencia es que en la pintura de Cipaq de Aquino, no lleva al niño Jesús entre los brazos.
De sobra se conoce que el lugar donde supuestamente se llevaron a cabo esas apariciones es donde los mexicas iban a rendirle honor y tributo a “Tonantzin”, la madre de los dioses.
Ahora bien, la pregunta no es sobre la evidencia sino sobre la idiosincrasia de un pueblo que mantiene una veneración sobre un mito, ¿qué hace que gran parte de la sociedad mexicana venere a un mito del cual ni el propio Fray Juan de Zumárraga (quien supuestamente vio el ayate de Juan Diego) escribió en sus memorias?
Es muy fácil decir “somos guadalupanos”, pero ¿qué en realidad conlleva esa premisa?.
Si bien parte de nuestra cultura se basa en mitos e irrealidades, algunas han rebasado toda concepción del tiempo y el espacio, la devoción a la Guadalupe del Tepeyac ha rebasado incluso a la propia estructura de la Iglesia católica, institución que más bien aprovechó el engaño que unos cuantos propinaron en aras de evangelizar a los indígenas en el siglo XVI.
Queda la duda permanente, ¿por qué somos guadalupanos ante tanta evidencia de la mentira?
De esas preguntas sin respuesta.
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