Cacería contra deportados
Freddy Sánchez jueves 1, Dic 2016Precios y desprecios
Freddy Sánchez
La hora cero está a punto de llegar para los inmigrantes ilegales en los Estados Unidos.
Entre ellos, cientos de miles de origen mexicano a los que se tendrá que ofrecer una doble protección.
En primer lugar, para que no sean objeto de maltrato, lesiones graves e incluso muerte, en caso de realizarse una deportación masiva, que además propicie abusos y bestialidades.
Más que sobradas razones se tienen para temer la brutalidad policiaca de los agentes migratorios Allende el Bravo. Los usualmente prepotentes elementos de la Migra.
Dado pues que la deportación anunciada por el señor Trump, es una decisión irreversible (porque no hay indicios de lo contrario), el gobierno de México no puede “cruzarse de brazos” ni mucho menos asumir una actitud pasiva ante lo que pudiera venir.
O sea, una flagrante violación a los derechos humanos de los indocumentados a quienes el gobierno norteamericano se proponga perseguir a lo largo y ancho de su territorio para proceder con su deportación a nuestro país.
Pensar que nuestros connacionales sujetos a verificación migratoria en las ciudades de los Estados Unidos, serán tratados con esmerada cortesía a la hora de “pillarlos” en cualquier parte para su traslado a México, sin violar mínimamente sus derechos más elementales, es sin duda un ingenuidad.
Así que es indispensable que la diplomacia mexicana deje de estar “dormida en sus laureles” y trabaje a todo vapor para procurar un trato digno y respetuoso a los inmigrantes que deban ser devueltos a tierras nacionales.
Sería una infamia abandonar a su suerte a nuestros compatriotas deportados, a sabiendas de que un gran número de ellos a lo largo de muchos años mandaron remesas de dinero para sus familias en México, contribuyendo con ello a aligerar las cargas institucionales.
Este es el momento entonces de salir en su defensa.
Las autoridades competentes ciertamente no pueden evitar que se realice la deportación, pero tienen el deber de amparar a los deportados, a fin de que no reciban agresiones ni quebranto al patrimonio que obtuvieron lícitamente en los Estados Unidos.
La segunda protección para los que regresen, inequívocamente, requiere una cuidadosa preparación, a efecto de prodigarlos de techo, comida y servicios de salud, en caso de que carezcan de medios propios para ello, independientemente de las opciones de empleo que posteriormente se les puedan ofrecer.
En ese tenor, naturalmente, hace falta que las instituciones nacionales se preparen para responder a las necesidades más ingentes de los deportados (precisando qué exactamente se les piensa ofrecer), sin afectar el interés de los connacionales que viven en México.
Baste decir al respecto que en los tres niveles de gobierno, se deben coordinar esfuerzos para tomar con oportunidad y eficiencia las acciones que estén a la altura de la emergencia migratoria, a fin de impedir una insensible carnicería contra los deportados.