Entusiasmo Ciego por Despojos del PRI
¬ Armando Sepúlveda Ibarra martes 29, Nov 2016Deslindes
Armando Sepúlveda Ibarra*
En plena tormenta y entre el nutrido fuego de una crisis de investidura, de partido y de país, el señor Peña regresó este domingo pasado al nuevo PRI armado sin más que de un entusiasmo de ficción sobre los azares de un incierto futuro, para aferrarse a sus esperanzas de alcanzar 2018 con menos descrédito personal, algo de fuerza política y un poco de unidad entre su nerviosa e inconforme militancia, ante el riesgo de que los ímpetus tricolores por la sucesión presidencial vuelvan la contienda interna una olla de presión, todo salga de madre y descarrile la remota ambición propia y de su clan de eternizarse otros seis años en el poder.
Ni la algarabía de un ambiente artificial que escondió los rencores y revanchas de muchos para su mejor tiempo, como evocación del Eclesiastés, ni las frases hechas de los oradores en el Consejo Nacional priísta, trajo aires de respiro a la realidad verdadera de que, entre sus disputas soterradas, el neopriísmo continúa en picada, va en tercer lugar y descendente en las preferencias electorales, sus aspirantes flotan en la mediocridad e inspiran confianza mínima y, de remate, a su líder, al señor Peña, algo así como 50 por ciento de la membresía lo rechaza e intenta en su dudosa “disciplina” restarle influencia en la selección del candidato a la Presidencia cuando les toque verse las caras y medirse sus fortalezas y debilidades, un desequilibrio que puede arrumbar de nuevo a “los que saben gobernar” a lo más triste de la fatalidad de la historia.
Es un enigma saber hasta dónde rodará en su caída el nuevo PRI y su cuestionado líder, el señor Peña, para la hora en que deban escoger a su candidato presidencial de entre los impopulares pretendientes a serlo por allá en noviembre de 2017, pero la verdad de hoy exhibe hacia el interior el enojo de grupos y contingentes priístas de renombre y carrera y de buena parte de sus bases, contra el huésped de Los Pinos y su corte, por haberlos desplazado de los mandos por preferir el acomodo de “tolucos” e “hidalgos” en los puestos clave y en las burocracias intermedias, donde los grandes presupuestos (¡¡¡$$$!!!) alegran los corazones y los bolsillos de cualquier político de este sistema que se tambalea devorado por la corrupción y la impunidad.
Por allí estuvo y atrajo reflectores y miradas, añoranzas y sueños, nada menos que el señor Manlio Fabio Beltrones, depuesto presidente del nuevo PRI por el clan en el poder después de sufrir las dolorosas derrotas electorales de junio pasado atribuibles a los escándalos de los empoderados, léase Atlacomulcos y compañía. Alumno del policía-político Fernando Gutiérrez Barrios, el sonorense placeó su silueta cautelosa por entre los notables de hoy, como quien trae una sorpresa para cuando se ofrezca iluminarla, a pesar del recelo de los bisoños cortesanos del señor Peña, precandidatos cohibidos en su pequeñez con alguien de oficio político y tamaño para su meta. Hubo entre los asistentes muchos priístas como Beltrones descontentos con el gobierno, con el Presidente y con el impuesto dirigente formal del tricolor, el señor Enrique Ochoa, otro de los repudiados por el grueso de las antiguas jerarquías y las bases por su arribismo de alcanzar el liderato sin haber antecedente alguno de su militancia, con el dedazo presidencial.
Mas donde surgió de plano la realidad del acto y sus circunstancias fuera de los oropeles, su crudeza que levantó cejas y contuvo risitas sarcásticas, fue el instante de la faena oratoria, envidia de Cicerón o de Protágoras y sus sofistas, de lanzar al vacío la consigna, ante la impavidez uno que otro corrupto e impune saqueador expectantes ahí, de que el nuevo PRI encabeza la lucha ¡contra la corrupción y la impunidad!, un inusitado desplante más conque el oficialismo pretende olvidar los orígenes, el pasado y el presente de aquél cáncer del sistema político mexicano prohijado por sus antepasados en una escuela que dura y mejora con los años hasta la fecha. Muchas fortunas mal habidas estaban allí complacidas con la palabrería inofensiva, contando sus bolsas multimillonarias para soportar el tedio discursivo.
Algunos columnistas y otros escribidores dados a opinar, independientes unos y afines otros al servilismo lacayuno, han dado como un hecho irrefutable que el señor Peña asumió todo el control del nuevo PRI y de la candidatura para la sucesión presidencial con la imposición de sus fieles del gabinete y demás alta burocracia como consejeros del tricolor, desde el corrido señor Luis Videgaray hasta el señor de las erratas Aurelio Nuño; piensan que este manso órgano colegiado de levanta manos avalará una decisión del huésped de Los Pinos y sienten que el día del parto la fuerza y popularidad del susodicho señor Peña andará por las nubes como para sacar adelante a quien ilusionará que cuenta con arrestos suficientes como para llevar al clan a perpetuarse en el poder. Detrás de este telón y de su farsa existen muchas sombras y fantasmas que habrán de alumbrar el panorama en el momento de las decisiones con un abanico de alternativas para la candidatura, o con movimientos que sacudirán el piso a “tolucos” e “hidalgos” en el ocaso del sexenio, la etapa en que sólo quedará la nostalgia del poder para contarla.
Sería de poca sensatez para los analistas ahondar en los recovecos de la sucesión presidencial al interior del nuevo PRI sin desmenuzar su largo y tenebroso camino por la vida política del país con la etiqueta de la “dictadura perfecta”, su caída y vuelta a Los Pinos con mañas y lavado de dinero y su nueva y actual decadencia, gracias a la corrupción y la impunidad y la ausencia de estrategia y oficio político del grupo empoderado, al desplome de la economía, a la violación de los derechos humanos, a la inseguridad, etcétera, todo un coctel explosivo que los mortales cobrarán con sus votos en 2018 aun si los neopriístas quisieran volver por sus fueros otra vez con la compra de votos al por mayor. Quién sabe hasta dónde caerá el neopriísmo para entonces desde su actual tercer lugar y el señor Peña desde el vigente repudio a su persona de 50 por ciento de su militancia y de 75 por ciento de la población, conforme revelan las encuestas más recientes.
Una cosa es cierta e innegable: el neopriísmo se halla enfermo como paciente crónico junto con sus contrarios de la supuesta oposición, esos esperpentos de la política chicharronera identificados con las siglas del panismo y el perredismo y sus satélites: su fin es previsible porque han usado el poder sólo para enriquecerse y empobrecer más a los mexicanos, empeorar las crisis recurrentes en lo político, económico y social y burlarse de todos con la simulación del juego de la democracia.
Ante el desenfreno, la inmoralidad y la intemperancia de estos tiempos de politiquillos sin ética ni vergüenza, Platón contemplaría que la excelencia moral y política era un tema de mayor interés en la época de la democracia ilustrada de Pericles y uno de los lemas de la ideología de los sofistas. Para los desprestigiados políticos mexicanos sería su perdición.
A todos les llega su tiempo, aunque hoy los ciegue el entusiasmo infatuado por los despojos del nuevo PRI.
*Premio Nacional de Periodismo de 1996