¿Se equivocó el Presidente?
Ramón Zurita Sahagún martes 29, Nov 2016De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Primero el programa y luego el hombre, decretó Jesús Reyes Heroles a mediados de 1975, en su papel de presidente nacional del PRI y todos le aplaudieron y le reconocieron su gran talento.
Sin embargo, antes de conocerse el programa se destapó al hombre, que resultó ser José López Portillo, en una más de las artimañas del presidente Luis Echeverría Álvarez, con lo que evidenció al que algunos consideran uno de los grandes gurús del partido tricolor.
La historia es ampliamente conocida, al poco tiempo, Reyes Heroles dejó la dirigencia del partido en manos de Porfirio Muñoz Ledo y el ridículo en que lo hizo caer Echeverría Álvarez lo convirtió en su eterno enemigo.
El domingo, el presidente Enrique Peña Nieto fue hasta la sede del PRI para parafrasear a Reyes Heroles y establecer que será primero el plan y luego se conocerá el nombre del candidato.
A nadie se le ocurrió decirle que la idea de Reyes Heroles se vio malograda, aunque, a diferencia de aquellos años, quien decide ahora es el propio Peña Nieto y nadie más.
Reyes Heroles mitificado por el PRI, fue hecho de lado por el entonces Presidente de la República, que lo ninguneaba, por lo que hubo de aguardar poco más de un año para ser reivindicado por el siguiente presidente, José López Portillo, quien lo convirtió en secretario de Gobernación (por menos de tres años) y el posterior, Miguel de la Madrid Hurtado, quien lo ubicó como secretario de Educación Pública.
Pero en aquel 1975, cuando el discurso y la advertencia de Reyes Heroles sobre primero el programa y después el hombre, los ánimos se encontraban desbocados.
La cargada estaba alrededor del secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, amplio favorito para convertirse en el sucesor de Luis Echeverría Álvarez.
Poco antes de las mágicas palabras de Reyes Heroles, que hoy recoge Peña Nieto, Leandro Rovirosa Wade, secretario de Recursos Hidráulicos, advirtió que se contaba con seis (luego se agregó uno más) aspirantes dentro del Partido Revolucionario Institucional.
El solo anuncio provocó la gran cargada alrededor de Moya Palencia, un poco menor se encontraban los seguidores del secretario de Hacienda, López Portillo. Algunos mantenían esperanzas alrededor de Porfirio Muñoz Ledo, secretario del Trabajo y los que siempre fueron considerados como simples acompañantes fueron Augusto Gómez Villanueva, secretario de la Reforma Agraria; Carlos Gálvez Betancourt, director del Seguro Social; Pedro Ojeda Paullada, procurador general de la República y Luis Enrique Bracamonte, secretario de Obras Públicas.
Fue el primer intento de los priístas por democratizar la selección de su candidato presidencial, aunque en realidad nunca lo han podido hacer, ya que ante todo priva la cargada.
Doce años más tarde, bajo la presidencia de Miguel de la Madrid, los priístas hicieron un nuevo intento con una pasarela de seis prospectos a la candidatura presidencial: Manuel Bartlett, secretario de Gobernación; Carlos Salinas de Gortari, secretario de Programación; Alfredo del Mazo, secretario de Energía; Miguel González Avelar, secretario de Educación Pública; Sergio García Ramírez, procurador general de la República y Ramón Aguirre, jefe del DDF.
Todo el mundo sabía que la disputa era entre solamente dos de ellos, Bartlett y Salinas, con Del Mazo relegado y los otros tres de comparsas.
Salinas regresó al dedazo simple y los vientos de democracia se alejaron de ese partido.
Ernesto Zedillo quiso ventilar la sucesión y dejar que fuesen los propios militantes y simpatizantes priístas los que, supuestamente, decidieran.
Los dados se cargaron alrededor de la figura de Francisco Labastida, secretario de Gobernación, con todo y que habían otros tres participantes: Roberto Madrazo, gobernador de Tabasco; Manuel Bartlett, ex gobernador de Puebla y Humberto Roque, ex dirigente nacional del PRI…
Fue un fracaso el ensayo como el de seis años después cuando Roberto Madrazo compitió con Everardo Moreno por la candidatura, después de un rompimiento con el grupo llamado TUCOM, formado por cinco poderosos gobernadores y el coordinador de los senadores priístas.
Nadie creyó en los vientos democratizadores del PRI, por lo que regresó a sus orígenes y con Enrique Peña Nieto fue una decisión mayoritaria, luego de que su único contendiente, Manlio Fabio Beltrones, decidiera hacerse de lado. Claro que para entonces no había Presidente de la República priísta.
Ahora, el propio Presidente de la República retoma los hilos de la sucesión presidencial en su partido, da conocer sus formas y métodos, que, posiblemente, pueda ejecutar, aunque por lo pronto le sirvió para mostrar un discurso inmerso en los tiempos de lo que viene.
El Presidente quiere establecer tiempo en su partido ante lo prematuro de los otros partidos y sus aspirantes que están desatados en busca de la candidatura presidencial.
La realidad, es que no lo necesita hacer, ya que los prospectos del PRI parecen zombis, sin que ninguno de ellos destaque sobre los otros y si es cierto que se mantienen dentro de las preferencias de los electores, según las encuesta, se debe a que es el partido más añejo y que durante 70 años continuos dominó los procesos electorales, ganando cada una de las elecciones presidenciales.
Pero ahora a diferencia de lo que decía uno de sus grandes próceres, Fidel Velázquez, el eterno dirigente sindical, quien se mueve si sale en la foto y los que no lo hacen, quedan relegados a segundo término.
Dentro del selecto grupo de priístas con aspiraciones presidenciales, solamente el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, se acerca a los números que tienen los que encabezan las preferencias ciudadanas.
Claro que esas cifras sufren modificaciones en plena campaña, aunque habrá que ver si la estrategia presidencial es la adecuada.