Culto a los difuntos, celebración ancestral
Cultura lunes 31, Oct 2016- Anterior a la llegada de los españoles
El Día de Muertos es una celebración que honra a los difuntos el 2 de noviembre, aunque comienza desde el 1 de noviembre y coincide con las celebraciones católicas del Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. Es una festividad mexicana y centroamericana que se celebra también en muchas comunidades de Estados Unidos, donde existe una gran población latina, e incluso en Brasil, donde se le conoce como Día dos Finados.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha, nahua y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace 3 mil años.
En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival, que después se convertiría en el Día de Muertos, era conmemorado el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y duraba un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la “Dama de la Muerte” (actualmente relacionada con “La Catrina” de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, “Señor de la Tierra de los Muertos”.
Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos. Para los antiguos mexicanos, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido y no por su comportamiento en la vida.
Ofrendas y fiestas prehispánicas
Los entierros prehispánicos eran acompañados de ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que, en vida, habían sido utilizados por el muerto, y los que podría necesitar en su tránsito al inframundo. De esta forma, era muy variada la elaboración de objetos funerarios: instrumentos musicales de barro, como ocarinas, flautas, timbales y sonajas en forma de calaveras; esculturas que representaban a los dioses mortuorios, cráneos de diversos materiales (piedra, jade, cristal), braseros, incensarios y urnas.
Las fechas en honor de los muertos son y eran muy importantes, tanto, que les dedicaban dos meses. Durante el mes llamado Tlaxochimaco, se llevaba a cabo la celebración denominada Miccailhuitntli o fiesta de los muertitos, alrededor del 16 de julio. Esta fiesta iniciaba cuando se cortaba en el bosque el árbol llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En la celebración participaban todos y se hacían ofrendas al árbol durante 20 días.
En el décimo mes del calendario se celebraba la Ueymicailhuitl o fiesta de los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios de personas y se hacían grandes comidas.
Después, ponían una figura de bledo en la punta del árbol y danzaban vestidos con plumas preciosas y cascabeles. Al finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el xócotl y terminaba la celebración. En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar altares con ofrendas para recordar a sus muertos: el antecedente del actual altar de muertos.
Transformación del ritual
Cuando llegaron a América los españoles, en el siglo XVI, se aterraron por estas prácticas y en un intento de convertir a los nativos del nuevo mundo, las hicieron coincidir con las festividades católicas del Día de Todos los Santos y Todas las Almas.
Los españoles combinaron sus costumbres con el festival mesoamericano, creando un sincretismo religioso, dando lugar al actual Día de Muertos.
Pan de muerto, principal protagonista
El Día de Muertos, una de las festividades más importantes y emblemáticas de México, internacionalmente es una muestra de la riqueza cultural del país que hace de la muerte una celebración y recuerda a los difuntos a través de la ofrenda y los rituales y ceremonias que se llevan a cabo a lo largo y ancho de todo el país.
En la ofrenda, uno de los protagonistas sin lugar a duda es el pan de muerto, que tiene su origen en la época de la Conquista como medio para reemplazar los sacrificios humanos. Durante el festival de las ánimas se sacrificaba a una doncella y su corazón era depositado en una olla con amaranto, la persona que encabezaba el ritual mordía el órgano como señal de agradecimiento a los dioses.
Los españoles claramente rechazaron el sacrificio y en su lugar elaboraron un pan de trigo en forma de corazón cubierto de azúcar roja que representara la sangre de la doncella.
Las cuatro canillas que lleva el pan van orientadas a los cuatro puntos cardinales y cada una está dedicada a un dios diferente: Tezcatlipoca, Tláloc, Quetzalcóatl yXipetotec. Su peculiar forma circular representa el ciclo de la vida y la muerte y la bolita superior simboliza el cráneo.
Además de este pan mexicano, no podemos pasar por alto la calabaza, fruto rico en carotenos, antioxidantes, licopeno, vitamina C y alta en fibra. Además, con bajos niveles de sodio y muy poca grasa es una excelente opción para las personas que padecen hipertensión, afecciones coronarias o retención de líquidos, al ser 90% agua su acción diurética favorece la eliminación de líquidos en el organismo. Idónea para hacer diferentes preparaciones como sopas, ensaladas, guarniciones en platos fuertes y por supuesto postres.
Existen diferentes tipos de calabazas pero podemos identificarlas en dos categorías: de verano (pequeña y con cáscara suave) y de invierno (grande y con cáscara dura), en esta última es donde encontramos a la calabaza de castilla, tradicionalmente utilizada para prepararla en dulce. La calabaza en tacha, o calabaza en dulce como también se le conoce, es uno de los postres emblemáticos para estas fechas y pieza importante dentro de la ofrenda. Su nombre tiene origen en los ingenios azucareros, ya que para su proceso de elaboración se empleaba una de las calderas denominada tacha, al concentrar los jugos de la calabaza con el piloncillo y la canela el resultado es exquisito.