Fiebre de infundios
Freddy Sánchez martes 18, Oct 2016Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Truhán, maloso, filibustero o sátrapa. Los epítetos sobran para satanizar a cualquiera en este país.
Del Presidente de la República para abajo. Altos clérigos, políticos, empresarios, líderes sindicales, representantes sociales, intelectuales, artistas, comunicadores. En fin, nadie se salva de la denigración.
Una u otra persona en cualquier momento puede ser objeto de furibundas críticas, principalmente en las redes sociales.
Un gran aparador de los sentimientos y resentimientos de muchos integrantes de la sociedad que por ese medio descargan su frustración, amargura y su ira en lo que se ha convertido en el más prosaico avasallamiento del que se tenga memoria.
Nunca antes en México nadie había dado rienda suelta al ejercicio de la libertad de expresión, rebasando todo límite de respeto, prudencia y consideración con el uso de su lenguaje para juzgar lapidariamente el decir y hacer de hombres públicos e incluso simples mortales dedicados a quehaceres sociales comunes y corrientes.
Atrás quedó aquel tiempo en que un crítico cuidaba sus palabras. Más aún el tabú de proferir alguna crítica por respetuosa que fuera tratándose de tres figuras emblemáticas del poder político: el Presidente y los secretarios de Gobernación y la Defensa Nacional.
Hace apenas 40 años los comunicadores eran instruidos para “no tocarlos” ni con el “pétalo de una rosa”.
De hecho, una orden que provenía de Los Pinos se acataba sin rechistar y mucho menos recurriendo a criticarla.
Hay quienes recuerdan que en cierta ocasión Echeverría “recuperó” las instalaciones tomadas por estudiantes en una universidad de provincia, sugiriendo al periódico “Excélsior” que la noticia se publicara a “ocho columnas” en la primera plana del día siguiente.
Eso no sucedió y poco tiempo después el rotativo cambió de manos y de dirección, lo que se atribuyó a un golpe institucional por no atender a una petición expresa del primer mandatario.
Con el paso del tiempo, tanta influencia presidencial en los medios de comunicación y las represalias para los que no se sometieran a esa voz de mando (lo que prevaleció en México mucho tiempo), simplemente terminó.
Aquello de que el Presidente preguntaba qué hora es y la respuesta era, la que usted ordene señor Presidente, pasó a mejor vida.
Cuántos se someten hoy en día a la voluntad del jefe del Ejecutivo, sin manifestar oposición ni desagrado.
Y más que eso, cuántos le confieren a la investidura presidencial el respeto que se merece.Entre la sociedad civil y los miembros de esa jungla política realmente pocos. Lo cual debería llevarnos a una reflexión: que se gana despotricando contra el primer mandatario.
Denigrar su imagen como se denigra la de cualquier persona, sólo por el prurito de criticar, le resta virtud a la crítica.
Y algo más grave aún: convierte en cínicos a muchos de los que se critica.
Porque son tantos los improperios altisonantes que se esparcen por doquier, que resulta imposible saber cuándo una crítica tiene sustento o sólo es parte de lo que hoy por hoy padece lamentablemente nuestra nación: una fiebre de infundios.