¿Para quién será?
Ramón Zurita Sahagún lunes 10, Oct 2016De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
La Medalla Belisario Domínguez que durante décadas fue la principal presea entregada por el Senado de la República, pasó hace unos años a ser un instrumento de negociación política, chantaje y premios políticos para los simpatizantes de los tres principales partidos políticos.
Hace tiempo que dejó de reconocerse a los hombres y mujeres que se hayan distinguido por su ciencia o su virtud en grado eminente, como servidores del país o de la humanidad como sentenciaba la idea que dio origen a este premio.
Con dicha presea no hubo necesidad de establecer la equidad de género, ya que la primera recipiendaria fue una mujer la profesora Rosaura Zapata y el segundo un varón, el maestro Erasmo Castellanos Quinto.
Entre los primeros premiados estuvieron generales revolucionarios, diputados constituyentes, maestros eméritos y artistas de disciplinas distintas como el artista plástico y vulcanólogo Gerardo Murillo (Dr Atl) y la actriz María Teresa Montoya.
Otros destacados intelectuales como Jaime Torres Bodet, los ex rectores de la UNAM Ignacio Chávez y Javier Barros Sierra. O internacionalista como el propio Torres Bodet, Isidro Fabela y Luis Padilla Nervo, fueron distinguidos con esta presea.
Todo marchaba bien con esta presea, hasta que en 1979, los poderosos priistas de partido único decidieron otorgársela al viejo dirigente sindical, Fidel Velázquez Sánchez, fundador de la CTM, quien mantuvo el control de los sindicatos y considerado como uno de los soldados más leales al partido tricolor.
La decisión causó escozor en algunos sectores, aunque las protestas fueron mínimas y el Senado de la República, conformado por puros priístas (con excepción de Jorge Cruikshanck García del PPS, quien le debía su escaño al entonces priísta Porfirio Muñoz Ledo), actuó de conformidad.
Hasta entonces todos los premiados eran personajes vivos, con una amplia trayectoria, por lo que después del viejo dirigente obrero se retomó el camino y regresaron los personajes de grandes merecimientos para ser elegidos por los integrantes de la vieja casona de Xicoténcatl.
Jesús Silva Herzog (el original), María Lavalle Urbina, los doctores Salvador Zubirán y Eduardo García Maynes, el pintor Rufino Tamayo, el médico y antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán, el profesor Ramón G. Bonfíl, el escritor Andrés Henestrosa, el poeta Jaime Sabines Gutiérrez, el humanista Miguel León Portilla, también fueron reconocidos con la entrega de la Belisario Domínguez.
Fue hasta 1997, cuando los senadores decidieron entregarla por vez primera post mortem, al luchador de izquierda y fundador del Partido Mexicano de los Trabajadores, Heberto Castillo Martínez, quien murió siendo senador en funciones.
Ese cambio de rumbo no gustó a muchos, ya que propició una variación entre los premiados con anterioridad, todos con vida y los siguientes, ya que en 1998, se procedió con el mismo método y el elegido fue José Ángel Conchello, ex presidente nacional del PAN y senador en funciones.
Desde entonces se volvió práctica común el que los premiados con la Belisario Domínguez fuesen personajes vinculados con los tres principales partidos nacionales, con mayor representación en el Senado de la República, sin importar si se encontraban o no vivos.
Se trataba de una simple premiación de egos para los simpatizantes de cada uno de esos partidos considerados nacionales (PAN, PRI y PRD).
Todavía después de la premiación del panista Conchello les tocó el turno al escritor Carlos Fuentes, al filósofo Leopoldo Zea y al historiador José Iturriaga.
Llegó el tiempo de los abogados como Héctor Fix Zamudio y de los médicos como Carlos Canseco González, uno de los más importantes a nivel mundial, en el terreno de la salud pública y Jesús Kumate Rodríguez infectólogo con amplio reconocimiento y quien fungió como secretario de Salud de un gobierno priísta.
En 2007 se admitió nuevamente la propuesta a favor de un político partidista, el panista Carlos Castillo Peraza, fallecido unos años antes y formador en la actividad política del entonces Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa.
Le siguieron Antonio Ortiz Mena, financiero y doce años secretario de Hacienda de gobiernos priistas, quien la recibió post mortem, al igual que Javier Barros Sierra, secretario de Obras Públicas de otro gobierno priista.
El PAN siguió con la tónica y en su momento hizo valer su derecho de decidir y le tocó la presea al viejo ex candidato presidencial y ex presidente nacional de ese partido, Luis H. Álvarez.
Siguió el toma y daca, correspondiendo al PRD designar a su fundador y primer presidente nacional del partido, Cuauhtémoc Cárdenas como el seleccionado para la Belisario Domínguez.
Por esa misma ruta, los senadores de Acción Nacional vieron la posibilidad de inmortalizar con esa misma presea a su fundador, Manuel Gómez Morín un destacado abogado, fundador del Banco de México y Rector de la UNAM.
Los perredistas arremetieron de nuevo con la premiación del escritor y activista de su partido, Eraclio Zepeda.
El año pasado la selección del personaje merecedor de la Belisario Domínguez fue sumamente criticado, ya que los priístas optaron por el empresario Alberto Bailleres.
Para esta ocasión, la reciente muerte del escritor Luis González de Alba provocó que un sector de la prensa retomara la propuesta que cerraba siempre el espacio periodístico del exlíder del movimiento estudiantil de 1968 y que hacía referencia a que Gonzalo Rivas debía ser el próximo galardonado con la medalla Belisario Domínguez, por su acción heroica, al morir sofocando el incendio de una gasolinería en las afueras de Chilpancingo, Guerrero, a la que le habían prendido fuego los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, lo que evitó el estallido de la misma y la eventual muerte de decenas de personas.
No se sabe si la propuesta será o no avalada por la comisión correspondiente, aunque lo que sí es palpable es que la Belisario Domínguez ha sido ninguneada, ya que hasta su fecha de origen (7 de octubre) ha sido relegada.