Guerra homofóbica
Freddy Sánchez jueves 29, Sep 2016Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Ser homosexual no es malo ni bueno, sino todo lo contrario.
Ese galimatías parece haber surgido con motivo de la confrontación entre homofóbicos y sus contrapartes.
La discusión sobre los derechos de los homosexuales exacerbó los ánimos.
Y dio lugar a un estridente conflicto entre los que promueven el matrimonio entre personas del mismo sexo y la posibilidad legal de adoptar hijos durante su unión, frente al rotundo rechazo de esa aspiración por parte de los que ven en el intento un atentado contra el matrimonio tradicional.
Las huestes de ambos grupos en días pasados, el fin de semana para ser exactos, estuvieron a punto de liarse a golpes, lo que sólo quedo en un reparto de insultos, gracias a que las autoridades de la Ciudad de México evitaron que un par de manifestaciones se realizaran el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar, para demandar el acatamiento a voluntades sociales diametralmente opuestas.
Por un lado, la que pretende libertades que en otros países se les han conferido a los homosexuales, sin mayor objeción de otros sectores de aquellas sociedades, y la de quienes sencillamente reprueban la pretensión de legalizar los matrimonios gay con derecho a la adopción de infantes.
Tratándose de la cuantía de manifestantes, a favor o en contra de dichas posturas, inequívocamente los que reclaman la preservación de la familia y manifiestan su desacuerdo con los homosexuales, se constituyeron en una abrumadora mayoría en la Ciudad de México para marchar por Paseo de la Reforma.
Claro que aquello de que “no somos machos, pero somos muchos” podría ser el cántico de guerra de los homosexuales, que para demostrar que también representan un número muy superior del que se pudiera ver en las calles en una manifestación a favor de sus derechos, optaron por una estrategia que causó estragos en el ánimo de sus opositores.
Una organización amenazó con dar a conocer nombres de más de 30 homosexuales de clóset que forman parte de la Iglesia católica. Sólo se divulgaron cuatro identidades y tal cosa causó un tremendo revuelo.
Los exhibidos pusieron el grito en el cielo y no pocos críticos repudiaron la divulgación de nombres de personas que obviamente han deseado mantener en la privacidad sus preferencias sexuales, si es que lo que se dice de ellos es verdad, cosa que estaría por probarse.
Pero más allá de que eso deba o no ocurrir, resulta curioso que entre quienes abiertamente se declararan homosexuales y reclaman nuevos derechos, haya surgido el desconsiderado afán de poner “el dedo en la llaga” de quienes supuestamente tienen sus mismas preferencias sexuales, sin querer hacerlo público.
De modo que ahora vemos una confrontación de homosexuales contra los homoxesuales. Los que con orgullo se muestran como son y los que tratan de ocultan sus preferencias sexuales.
El caso es que no ese ese el punto que debería estar en el debate sobre los derechos que unos reclaman y otros censuran, sino más bien lo que se debe poner a discusión es lo que los propios homosexuales piensan en relación a que una parte de la sociedad está favor de los matrimonios entre personas del mismo sexo con la posibilidad de adoptar hijos y otra parte de la misma sociedad por el contrario está en contra y exige que no se procese ningún cambio legal en ese sentido.
Y es que está visto que entre los propios homosexuales hay sus diferencias de conducta y pensamiento en torno a lo que tiene visos de una deplorable guerra homofóbica.