Caótica rebatiña de poder
Freddy Sánchez martes 20, Sep 2016Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Lo más cercano a la voluntad popular en materia legislativa, (la vía idónea para el consenso y la definición de las leyes pensando en el bien común), está representada legalmente por los integrantes del Congreso, pese a que no pocos legisladores carezcan de la confianza social, se les catalogue de entreguistas, codiciosos y corruptos.
Aun así lo que se acuerde y apruebe por la mayoría en las cámaras legislativas debería ser atendido y respetado sin excusa ni pretexto, acogiéndose a la certeza de que a los diputados y senadores en este país se les confirió la facultad legitima y legal de decidir por los demás en su calidad de representantes del pueblo, habiendo sido electos por el voto libre y secreto de los mexicanos.
En la práctica lamentablemente, lo cierto es que dentro y fuera del congreso minorías de todo tipo cobijando intereses diversos, imposibilitan un consenso racional que permita legislar lo que la sociedad debe acatar, lo que se ha traducido en continuas disputas post legislativas, enfrentamientos políticos y menoscabo al sano desarrollo de la sociedad.
Quizá por ello, en tiempos porfiristas, (algo similar a lo ocurrido durante el prolongado mandato del PRI), la costumbre dictaba lo siguiente: el presidente manda, el legislativo obedece y el pueblo aplaude.
Con una sola voz cantante todo fluía sin objeciones ni contratiempos, después de que el legislativo aprobaba lo que el ejecutivo le ordenaba aprobar para bien o para mal de la nación. Muchas de esas legislaciones sin duda catastróficas para el interés de la mayoría.
El caso es que los tiempos cambiaron. Y tras la salida del PRI de los Pinos, hace dos sexenios, lo dicho en su momento por Vicente Fox se hizo la nueva costumbre.
El presidente propone y el legislativo dispone. Claro que le faltó decir que el pueblo critica todo cuanto se acuerda y vota en las cámaras legislativas.
De ahí que la representación popular en las cámaras, con el paso de los años, actualmente se ha convertido en un auténtico mito.
La razón salta a la vista: son las minorías de todo tipo, dando rienda suelta a la defensa de sus intereses las que se arrebatan constantemente la toma de decisiones, provocando que a la postre los perdedores se erijan en saboteadores de leyes y reglamentos, debido a que ésta práctica es mucho más eficaz ante toda imposición de otras minorías que sumadas en frentes comunes imponen decisiones camarales, aunque después muchas disposiciones legales sean abrogadas por el boicot de sus opositores.
Tal como lo afirman los opositores a los cambios legislativos al alardear respecto a que desde su óptica mucho de lo aprobado por el Congreso no camina como se esperaría porque se está en espera de que se proceda a legislar los cambios a modo de evitar más confrontaciones y conflictos callejeros.
Cierto o falso lo que a voz en cuello se ufanan en afirmar los opositores a las reformas estructurales, algo es más que obvio: más tarda en consensuarse la construcción de nuevas leyes, en que estas reciban el rechazo de grupos afectados, pensando siempre en echar atrás a como dé lugar lo que nos les satisface o ponga en riesgo la conservación de sus prebendas.
Y esto se debe solo a una cosa: la representación popular en México para la defensa de los intereses colectivos ha sido secuestrada por minorías autoritarias en constante confrontación con minorías anarquizantes.
Así que México ha quedado a merced de una caótica rebatiña de poder.