Renuncias por motivos de salud
Ramón Zurita Sahagún jueves 8, Sep 2016De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Desde siempre, en México, los cambios en el gabinete presidencial se dan solamente por dos motivos: la renuncia de los políticos por dignidad o por motivos de salud.
Nunca son corridos por ineficientes, por contravenir los dictados presidenciales, ni mucho menos por motivos de corrupción.
Esas palabras no existen en el lenguaje de la clase política mexicana.
La salida de Luis Videgaray Caso del gabinete presidencial es una muestra más de ello.
El hombre más poderoso del gabinete presidencial, el único que era capaz de hablarle al oído al Presidente de la República, se va porque presentó su renuncia.
Es una muestra más de lo digno que son los políticos mexicanos, que son convencidos de que es mejor de que se vayan por ellos mismos a que sean exhibidos y corridos de fea manera.
Videgaray Caso se equivocó en muchas ocasiones, aunque esta última fue totalmente inaceptable, ya que la jugada de invitar a los candidatos a la presidencia de Estados Unidos resultó sumamente contraproducente y metió al Ejecutivo mexicano en un laberinto, del que difícilmente podrá salir.
La escasa popularidad del presidente Peña Nieto descendió notablemente, aunque lo más fuerte fue la ofensiva lanzada en su contra en redes sociales y medios de comunicación, por la intempestiva invitación para que Donald Trump acudiera a entrevistarse con él.
Omnipotente y omnipresente como era en el gabinete presidencial, Luis Videgaray hacía sentir su presencia en todas las manifestaciones posibles.
Lo mismo como consejero del Presidente, que sembrando a sus cercanos en cargos de singular importancia.
De esa forma consiguió que José Antonio Meade (hoy su sucesor) estuviese primero en Relaciones Exteriores y después en Desarrollo Social; Aurelio Nuño Mayer en Educación Pública y Enrique Ochoa Reza como presidente nacional del PRI.
Con personajes cercanos a su entorno en esos cargos clave, Videgaray Caso se enfilaba a la eventualidad de convertirse en candidato presidencial o, en su defecto, lograr que uno de ellos lo fuese.
Su salida permite ventilar un poco el panorama para Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, aunque perfila también al hasta ahora casi invisible José Antonio Meade a la posibilidad de acceder a la nominación del partido tricolor, del que, por cierto, no forma parte el hoy secretario de Hacienda.
Con su salida “digna”, mediante la presentación de su renuncia, Videgaray Caso queda exculpado de todo tipo de señalamientos que se le puedan hacer y en cualquier momento podría regresar al gabinete presidencial, irse de embajador o hasta aspirar a un cargo de elección popular.
La realidad es que Luis Videgaray es todo un personaje de la picaresca política mexicana, que supo llegar a los niveles que anhelaba. Aunque la última jugada lo sacó de la sucesión presidencial.
Actuando como el sabelotodo del equipo de Peña Nieto, lo mismo dictaba cátedra en materia de política interior, financiera y exterior, todo lo relacionado con ello tenía que pasar por su área, sin dejar de lado que las reformas estructurales fueron elaboradas por su equipo.
Su salida fue negociada, para no causar rispidez dentro de su poderoso grupo que queda intacto en los cargos claves mencionados y en otros más, de menor nivel.
Con estos relevos (la reubicación en dos secretarías y la renuncia de Videgaray Caso) se cumplió el protocolo de unos cambios que habían sido adelantados, aunque las causas fueron distintas a las que se pensaba.
Luis Videgaray es un caso similar al de Esteban Moctezuma, quien inició como favorito en la sucesión presidencial y cuando llega el momento estaba fuera de toda posibilidad.
Esteban Moctezuma Barragán coordinó la campaña presidencial de Ernesto Zedillo Ponce de León y fue insertado como secretario de Gobernación, cargo que le quedó grande, por lo que duró escasos siete meses en el puesto y como tradicionalmente se hace en la política mexicana, se enfermó y renunció por motivos de salud, aunque a las pocas semanas estaba corriendo maratones.
Antes de él, otro personaje, Hugo B. Margáin Gleason, mostró cuál es la tendencia de los políticos mexicanos, cuando renunció al cargo de secretario de Hacienda, por motivos de salud, dejando en claro: la deuda externa y la deuda interna, tienen un límite y ya llegamos al límite”.
Claro que como lo permite el sistema político mexicano, ambos personajes fueron compensados por su disciplina.
Moctezuma fue senador y secretario de Desarrollo Social en el mismo sexenio, mientras que Margáin ocupó los cargos de Embajador de México en Reino Unido y Estados Unidos.
En estos dos casos la renuncia a la Secretaría de Gobernación de uno y a la de Hacienda del otro, permitió que los candidatos presidenciales del PRI salieran de esa dependencia, aunque no fuesen ellos.
Francisco Labastida Ochoa, quien se convirtió en el primer priísta perdedor de la Presidencia de la República suplió a Emilio Chuayffet Chemor, relevo directo de Moctezuma Barragán y José López Portillo a Hugo B. Margáin.
Ahora José Antonio Meade puede ser quien repita esa historia, aunque al final de la misma no se sepa cuál de los dos sea.
Miranda, en Sedesol
La historia de Luis Miranda el nuevo secretario de Desarrollo Social está muy ligada a Enrique Peña Nieto.
Fue su compañero de juventud y siempre se mantuvo a su lado, cercano, pero no en la primera línea de los cargos públicos.
A él se le adjudica el crecimiento de la CNTE y con él de candidato el PRI perdió la alcaldía de Toluca.
Hoy muestra que la máxima juarista está vigente: a los amigos justicia y gracia.