Carencia de ídolos
Ramón Zurita Sahagún miércoles 7, Sep 2016De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Juan Gabriel (Alberto Aguilera Valadez) tal vez sea uno de los últimos ídolos del pueblo de México, por eso su muerte caló fuerte en el sentimiento de todos: pobres, ricos, melómanos o seguidores de la música popular quedaron impactados con la noticia de su muerte.
Tanto así que más de medio millón de personas se dieron cita en su último adiós, el homenaje rendido en Bellas Artes, con sus cenizas presentes.
Antes de eso las autoridades de Chihuahua le rindieron un homenaje similar en Ciudad Juárez, el municipio del que se sentía oriundo el compositor y cantante, a pesar de haber nacido en Michoacán.
Y es que existen dos versiones de la misma persona, Alberto Aguilera Valadez, oriundo de Parácuaro, Michoacán y Juan Gabriel, nacido en Ciudad Juárez, Chihuahua.
La simbiosis de la persona le permitió el crecimiento musical que derivó en uno de los últimos ídolos de la música popular. Juan Gabriel llenó una época que data de inicios de los 70, hasta su muerte, siempre manteniendo la popularidad que le permitió vender más de cien millones de discos, en una etapa en que la venta de discos o CD ya no es un negocio rentable.
Con todo y los adelantos tecnológicos de los que ya disfrutó como figura del espectáculo, Juan Gabriel se consolidó con los shows en vivo y fue, tal vez, el último en causar furor en centros nocturnos, con su larga presentación en Premier.
Ya eran los tiempos en que los centros nocturnos dejaban de ser atractivos para los artistas que concurrían más a los palenques, al auditorio o sitios masivos, donde se presentaban tres o cuatro veces, aunque con el llamado “Divo” no sucedió eso.
También le funcionó bien la presentación en palenques y en el auditorio, los llenos eran seguros al conjuro de su nombre.
La realidad es que Juan Gabriel era un hombre espectáculo y los asistentes a sus presentaciones gozaban no solamente de sus composiciones, su voz, sino también de sus movimientos y desplantes en el escenario.
Pero fuera del escenario tuvo un comportamiento alejado de los escándalos y de los reflectores, donde tal vez su único desliz fue el de la canción compuesta para los priístas en la campaña electoral del dos mil, donde manifestó su preferencia por Francisco Labastida Ochoa, quien finalmente fue el primero de los priístas en perder la Presidencia de la República.
Eso le provocó que con la pérdida del poder ( del partido por el que Juan Gabriel tenía preferencia) fuese investigado por la Secretaría de Hacienda, en torno al pago de sus impuestos y hasta se le sancionó por evasión fiscal.
Ese conjunto de cosas fueron el detonante que le permitió convertirse en una leyenda viviente y que su muerte provocara tristeza y sentimientos encontrados entre el pueblo mexicano que acudió a su despedida.
Juan Gabriel fue todo un acontecimiento musical no solamente en México, también lo fue en Estados Unidos (murió durante una gira de presentaciones en esa nación) y Centro y Sudamérica, además de un éxito relativo en algunos países de Europa.
Compositor prolífico, aunque sus rimas fueron severamente criticadas a su muerte, pero no cayó en la grandilocuencia de palabras rebuscadas de Agustín Lara, si compartió algunas cosas con él.
Como Lara abarcó varios campos musicales y como él mismo Agustín se decía oriundo de donde quiso serlo. Uno de Tlacotalpan, Veracruz, el otro de Ciudad Juárez, Chihuahua, aunque el primero nació en el Distrito Federal y el segundo en Michoacán.
Es cierto que Juan Gabriel compartió tiempos con otros compositores populares como Marco Antonio Solís, Joan Sebastian y otros más o con románticos como Armando Manzanero y disputó escenario con ellos mismos y con otros cantantes como Vicente Fernández, Luis Miguel, Alejandro Fernández, entre otros, pero su público siempre le fue fiel.
El nivel de ídolo que consagró a Juan Gabriel lo alcanzaron pocos en esta época en que todo parece ser más sencillo con la velocidad con que trabajan la redes sociales y los medios electrónicos.
Y es aquí donde uno se pregunta qué pasa en los actuales tiempos que ya casi nadie alcanza esa categoría, sin importar la disciplina en que se desarrolle.
Pareciera ser que con los nuevos modos de comunicación, la historia sería contraria, elevando a la categoría de ídolos a personajes que destaquen en su campo.
Sin embargo, pareciera ser que escasean las figuras y no solamente en el espectáculo, sino también en la fiesta brava, el béisbol, el boxeo la lucha libre y hasta en el fútbol, con todo y el apoyo que recibe de las televisoras.
Todavía hace unos años brillaban figuras como Julio César Chávez, Hugo Sánchez, Fernando Valenzuela o más recientemente Cuauhtémoc Blanco, después de ello, cero y ahora con la muerte de Juan Gabriel se ve difícil que otra figura concentre la atención y popularidad de estos.
Pudiera ser que Vicente Fernández concentre algo de eso, pero en las disciplinas deportivas nada y en los espectáculos ni Luis Miguel o Alejandro Fernández alcanzan esa dimensión.
El adiós de Juan Gabriel estuvo lleno de sentimientos, el que sabe aportarle la gente del pueblo, la que acudió masivamente a despedirlo, sin poses de ninguna clase, dejando salir su sentir.
Su despedida fue en el recinto de Bellas Artes, el que lo vio triunfar en las tres presentaciones que tuvo en ese sitio, al que no todos los cantantes populares tienen acceso, a pesar de las súplicas de varios de ellos para que los dejen pisar ese escenario.