Primeras damas
Ramón Zurita Sahagún lunes 29, Ago 2016De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
A propósito de las inquietudes de Margarita Zavala Gómez del Campo por ser candidata presidencial y convertirse de esa manera en émula de Hillary Clinton, Isabel Martínez y Corazón Aquino, entre otras, vale la pena revisar el historial de las cónyuges de los presidentes mexicanos desde la etapa sexenal.
Regularmente, las esposas de los presidente mexicanos han sido mujeres discretas que han desempeñado el cargo no oficial de primera dama, sujetándose a los dictados de un papel en obras de beneficencia o desde que se creó el cargo de presidentas del INPI o DIF.
La primera mujer en acompañar en esas tareas a su esposo presidente fue Amalia Solórzano, una joven mujer que a los 23 años de edad desempeñó ese papel. Su actuación fue discreta, destacándose durante la expropiación petrolera en 1938.
Al término del sexenio de Lázaro Cárdenas, la señora Amalia continuó recibiendo invitaciones de México y del extranjero para presidir actos y ceremonias en los que se honra una determinada ideología o forma de trabajo social, como la que impulsó su esposo, ya para entonces fallecido y fue un factor importante en las decisiones políticas de su hijo Cuauhtémoc Cárdenas.
Soledad Orozco fue la esposa de Manuel Ávila Camacho y de igual forma guardó discreción en el paso presidencial de su esposo y lo más famosos de ella fueron los exóticos sombreros (entonces de moda) que lucía en eventos.
Doña Soledad se destacó por dos asuntos relevantes: su acendrada religiosidad y por la creación de fraccionamientos en los límites del Distrito Federal y el Estado de México, pero no intervino en política.
Beatriz Velasco, esposa de Miguel Alemán, fue tal vez, una de las primeras damas más discretas de cuantas han existido, sin que hubiese intervenido jamás en asuntos políticos o en decidir la carrera política de su hijo mayor, el único dedicado a esas lides.
María de los Dolores Izaguirre fue la segunda esposa de Adolfo Ruiz Cortines y durante esa etapa le tocó desempeñar el papel de primera dama y aunque decidió parte de su trabajo a las obras de caridad y beneficio social, existieron rumores de la acumulación de una considerable fortuna al amparo del poder.
Doña María fue conocida por la fastuosidad de sus eventos, aunque fuesen destinados a obras sociales, pero nunca mostró interés por la política.
Eva Sámano, esposa de Adolfo López Mateos, fue la siguiente primera dama, y se distinguió durante ese sexenio por su vocación magisterial y por su aportación en materia cultural.
Doña Eva fue parte fundamental para la creación del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI). Tuvo dos prioridades: en su opinión, los niños son el futuro de un país y es necesario salvarlos a tiempo.
Guadalupe Borja, esposa de Gustavo Díaz Ordaz, regresó a la etapa de las primeras damas discretas, ya que se trataba de un ama de casa, sin pretensiones de figurar en política o en eventos sociales. Con todo y ello promovió la creación de otro organismo oficial: la Institución Mexicana de Asistencia a la Niñez y promovió la legalización de parejas en matrimonio.
María Esther Zuno, esposa de Luis Echeverría, dejó atrás la discreción de las primeras damas y asumió su propio papel de protagonismo, convirtiéndose en una activista en distintos estratos, aunque conservando sencillez y austeridad como sus divisas…
Doña María Esther convirtió en obligatorio que participaran en la asistencia social las esposas de los gobernadores, de los presidentes municipales, de los miembros del gabinete y funcionarios de alto rango y nivel, incluso, las esposas de los funcionarios de alto mando del Ejército y hasta las de los embajadores. Organizó a todas ellas para que colaboraran en forma conjunta en lo que paradójicamente se llamó la Red de Servicio Social Voluntario, que ella misma encabezó.
Carmen Romano, esposa de José López Portillo, dejó atrás la sencillez y puso como ejemplo el boato en su gestión de primera dama. Concertista de piano, convirtió en su eterno acompañante este instrumento.
Ni ella ni María Esther buscaron espacios políticos.
Paloma Cordero, esposa de Miguel de la Madrid, regresó a la primera dama las labores cotidianas del DIF, actuando con discreción y sin grandes reflectores. Su participación más activa fue después de los sismos del 85, cuando se encargó de visitar albergues, hospitales, visitar heridos y familiares de los desaparecidos, llevando ayuda.
Cecilia Ocelli siguió en la lista de primeras damas, siendo esposa de Carlos Salinas de Gortari, mostrando la misma discreción que varias de las otras esposas, y como Paloma, se alejó de los reflectores.
Nilda Patricia Velasco fue primera dama con su esposo Ernesto Zedillo y cubrió la etapa hasta con enfado.
Marta Sahagún no inició como primera dama con Vicente Fox, con quien se casó ya siendo presidente. Ella si fue un personaje protagónico que buscó, incluso, ser considerada en la parte política y hasta aspiró en forma marginal a la candidatura presidencial.
Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón, fue todo lo contrario de su antecesora en la función de primera dama. Ella se mostró sencilla, austera, haciendo del rebozo su prenda favorita y alejada de todo tipo de reflectores o actos de relumbrón.
A diferencia de las demás primeras damas, ella sí manifestó interés por continuar en la política y a diferencia de Marta Sahagún, esperó al término de su mandato para manifestar su ambición, aunque su esposo delineó su futuro al final de su mandato.
No se sabe aún si Margarita cumplirá su objetivo, pero de hacerlo sería la primera esposa (se cuentan a las ex) de un ex presidente en alcanzar la nominación.