Sí hay camino
Roberto Vizcaíno martes 28, Sep 2010Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
José Alberto Mújica Cordano, seguramente será recordado por los uruguayos como un hombre de lucha, el presidente de la educación y de la justicia social, y no como el del engaño, el de la producción inexistente de empleos y el de los 40 mil muertos, como pasará a nuestra historia este michoacano que hoy habita Los Pinos, si no es que además intenta seguir el camino de Fujimori
José Alberto Mújica Cordano tiene ya 75 años de edad y al menos 6 viejas heridas de bala en su cuerpo, recuerdo de su pasado guerrillero, como fundador y combatiente del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro. Las lesiones de sus 15 años de encarcelamiento deben ser para él sin embargo más dolorosas y presentes.
Conocido en Uruguay como “Pepe Mújica”, el presidente de este país rompe con todos los esquemas del momento latinoamericano. Para comenzar viene y se mantiene dentro de la izquierda profunda.
Le entró a la guerrilla cuando apenas tenía 25 años de edad, allá por los 60, y desde la clandestinidad participó lo mismo en asaltos que en secuestros y combates contra el ejército uruguayo de la dictadura de entonces. Fue encarcelado 4 cuatro veces, y en 2 se escapó. Las otras cumplió condena, la más larga durante 13 años, de 1972 a 1985. Fue liberado apenas Uruguay recobró el camino de la democracia y gracias a eso fue diputado y senador, y hoy, desde marzo de este 2010, es presidente de su país. Está casado desde 2005 con la senadora Lucía Topolansky, hoy presidenta del Congreso, con quien sin embargo vive en pareja desde hace mucho y ante quien tomó protesta como nuevo mandatario de Uruguay.
Todo un personaje. Nada que ver con nuestro Presidente de la República.
Este “Pepe Mújica”, en un encuentro hace unos meses con intelectuales de su país, reflexionó lo siguiente, algo que a pesar de su edad -o quizá por ella-, lo evidencia como alguien fresco, actual, joven, sin duda inteligente: Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer.
Dicen que la gente que trota por la rambla llega a un punto en el que entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo le queda el placer.
Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto donde estudiar o investigar o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro disfrute.
¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha gente!
Qué bueno sería, si en la canasta de la calidad de la vida que el Uruguay puede ofrecer a su gente, hubiera una buena cantidad de consumos intelectuales.
No porque sea elegante, sino porque es placentero.
Porque se disfruta, con la misma intensidad con la que se puede disfrutar un plato de tallarines.
¡No hay una lista obligatoria de las cosas que nos hacen felices!
Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shopping centers.
En ese mundo la gente es feliz, porque todos pueden salir llenos de bolsas de ropa nueva y de cajas de electrodomésticos.
No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible.
Digo que también podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción.
Despilfarrar no es lo que hacen las sociedades más maduras. Vayan a Holanda y vean las ciudades repletas de bicicletas. Allí se van a dar cuenta de que el consumismo no es la elección de la verdadera aristocracia de la humanidad. Es la elección de los noveleros y los frívolos.
Los holandeses andan en bicicleta, las usan para ir a trabajar, pero también para ir a los conciertos o a los parques.
Porque han llegado a un nivel en el que su felicidad cotidiana se alimenta, tanto de consumos materiales como intelectuales.
Así que amigos, vayan y contagien el placer por el conocimiento.
En paralelo, mi modesta contribución va a ser tratar de que los uruguayos anden de bicicleteada en bicicleteada.
LA EDUCACIÓN ES EL CAMINO
Y amigos, el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene un nombre y se llama educación.
Y mire que es un puente largo y difícil de cruzar.
Porque una cosa es la retórica de la educación y otra cosa es que nos decidamos a hacer los sacrificios que implica lanzar un gran esfuerzo educativo y sostenerlo en el tiempo.
Las inversiones en educación son de rendimiento lento, no le lucen a ningún gobierno, movilizan resistencias y obligan a postergar otras demandas.
Pero hay que hacerlo.
Se lo debemos a nuestros hijos y nietos.
Y hay que hacerlo ahora, cuando todavía está fresco el milagro tecnológico de internet y se abren oportunidades nunca vistas de acceso al conocimiento.
Yo me crié con la radio, vi nacer la televisión, después la televisión en colores, después las transmisiones por satélite.
Después resultó que en mi televisor aparecían 40 canales, incluidos los que trasmitían en directo desde Estados Unidos, España e Italia.
Después los celulares y después la computadora, que al principio sólo servía para procesar números.
Cada una de esas veces, me quedé con la boca abierta.
Pero ahora con internet se me agotó la capacidad de sorpresa.
Me siento como aquellos humanos que vieron una rueda por primera vez. O como los que vieron el fuego por primera vez.
Uno siente que le tocó en suerte vivir un hito en la historia.
Se están abriendo las puertas de todas las bibliotecas y de todos los museos; van a estar a disposición, todas las revistas científicas y todos los libros del mundo.
Y probablemente todas las películas y todas las músicas del mundo.
Es abrumador.
Por eso, necesitamos que todos los uruguayos y todos los uruguayitos sepan nadar en ese torrente.
Hay que subirse a esa corriente y navegar en ella como pez en el agua.
Lo conseguiremos si está sólida esa matriz intelectual de la que hablábamos antes.
Si nuestros chiquilines saben razonar en orden y saben hacerse las preguntas que valen la pena.
Es como una carrera en dos pistas, allá arriba en el mundo el océano de información, acá abajo preparándonos para la navegación trasatlántica.
Escuelas de tiempo completo, facultades en el interior, enseñanza terciaria masificada.
Y probablemente, inglés desde el preescolar en la enseñanza pública.
Porque el inglés no es el idioma que hablan los yanquis, es el idioma con el que los chinos se entienden con el mundo.
No podemos estar afuera. No podemos dejar afuera a nuestros chiquilines.
Esas son las herramientas que nos habilitan a interactuar con la explosión universal del conocimiento.
Este mundo nuevo no nos simplifica la vida, nos la complica.
Nos obliga a ir más lejos y más hondo en la educación.
No hay tarea más grande delante de nosotros.
Hasta aquí su disertación. La reproducimos gracias a un envío inteligente de mi amigo Pereyra.
No nos queda más que envidiar al pueblo uruguayo y recobrar la esperanza respecto de que sí hay otra vía para nosotros como mexicanos, el de la educación como base de nuestro avance y desarrollo en todos los sentidos, y de que sí existen personajes que pueden ir más allá de guerras sospechosas contra los malos, y de balazos y miles y miles de muertos.
José Alberto Mújica Cordano, seguramente será recordado por los uruguayos como un hombre de lucha, como el presidente de la educación y de la justicia social, y no como el del engaño, el de la producción inexistente de empleos y el de los 40 mil muertos, como pasará a nuestra historia este michoacano que hoy habita Los Pinos… si no es que además intenta seguir el camino de Fujimori.
Muchas felicidades por este artículo. Es lúcido y oportuno.