¿Y el pudor?
¬ Augusto Corro lunes 27, Sep 2010Punto x Punto
Augusto Corro
Hechos inverosímiles empiezan a formar parte de la historia política mexicana, tal es el caso de un fugitivo que rinde su protesta como diputado federal. Se trata del perredista, Julio César Godoy Toscano, convertido en gran escapista, burló a la policía federal y entró al recinto parlamentario de San Lázaro como “Pedro por su casa”.
Acusado de tener relaciones con el crimen organizado, el flamante y nuevo diputado protegido por la diosa fortuna, escapó de la policía desde el año pasado, en fechas previas a una jornada electoral, cuando se efectuó el michoacanazo. En aquella ocasión la policía alcanzó a interrogarlo y luego lo dejó en libertad.
Godoy Toscano participó por parte de los perredistas y obtuvo el triunfo del Distrito 1, con cabecera en el puerto Lázaro Cárdenas. Aquella vez, la policía, según se dijo, ya tenía el expediente abierto del político mencionado, en el que se le acusaba de su vinculación con el cártel de “La Familia” y uno de sus capos, Servando Gómez “La Tuta”.
Específicamente, en julio del año pasado crecieron las expectativas sobre la suerte que correría el diputado perredista, pues por una parte era prófugo de la justicia y por la otra cargaba en la bolsa su constancia de diputado federal aprobada por las autoridades electorales.
Sólo bastaría que rindiera su protesta en San Lázaro para ungirse como legislador y de esa manera conseguir el fuero tan codiciado por la protección que da a los prófugos de la justicia, a la fauna nociva del poder público por ejemplo a ex gobernadores o ex funcionarios que dejaron sus cargos acusados de malos manejos.
El manto protector del fuero hace milagros: a los malos los hace buenos y sus delitos los convierte en hechos heroicos, y los buenos van a parar a las cárceles. Es interminable la lista de sospechosos que se ostentan como legisladores que no resistirían una investigación a fondo sobre la forma en que se hicieron ricos y poderosos. Claro, hay sus honrosas excepciones, como en todo.
El fuero, bendito fuero, ya vigila, cuida y protege a Julio César Godoy Toscano. Por ahora, un juez le permite el uso de sus derechos políticos. Es decir, lo convirtió en el diputado número 500 de San Lázaro. De prófugo lo transforma en un ejemplo de legislador y casi víctima de la injusticia.
Sin embargo, otro juez ordenó la aprehensión del susodicho legislador por sus presuntos vínculos con el crimen organizado. Y sin lugar a dudas, seguirá burlándose de la policía e ignorando a las autoridades.
A raíz de la facilidad con la que llegó el diputado electo hasta el mero corazón de la Cámara, se plantearon varias hipótesis.
No se alcanza a comprender que en las propias narices de los sabuesos un fugitivo tan importante como el perredista en cuestión no fuera reconocido por decenas de policías federales enviados especialmente a cumplir la orden de aprehenderlo.
Los representantes de las fuerzas públicas demostraron así su incapacidad e ineptitud. Si en algo tan obvio y sencillo fueron superados por el perseguido, qué se espera de acciones con mayor complejidad y difícil solución. Por eso, estamos como estamos.
Ahora, la pregunta que se formula es la siguiente: ¿Realmente estaban empeñados a cumplir la orden de captura o simplemente se trataba de un operativo para simular la aprehensión del político michoacano más buscado? Por otra parte, todo hace suponer que existe un acuerdo entre los panistas y los perredistas chuchos que hoy se encuentran a partir un piñón, con eso de las alianzas partidistas. Claro, difícil de comprobar, pero eso piensa cualquier persona.
Más de un ciudadano opina que efectivamente existe contubernio político entre las cúpulas de las dirigencias del PAN y del PRD. El desprestigio y la desvergüenza crecen en el partido del sol azteca, principalmente en la corriente de los chuchos, quienes son señalados de colaborar con el gobierno panista.
Los panistas son capaces de aliarse con el diablo para salir del hoyo en el que nos tiene sumidos su gobierno.
Los perredistas, en su lucha por el botín político no se fijan en las consecuencias que acarrean sus ambiciones de poder, como el de apoyar a un presunto prófugo de la justicia, que por un lado es apoyado por un juez y por el otro es buscado por la policía.
Se perdió el pudor (palabra que significa decoro, recato, vergüenza, miramiento y honestidad) y al precio que sea (a cambio de qué, algún día se sabrá) el PRD presionó y permitió que se ungiera a Julio César como diputado. Los perredistas chuchos no fueron capaces de sacrificar a una de sus piezas para mejorar la imagen del PRD, de por sí pésima por la lucha de intereses de las tribus. A su divisionismo ancestral, ahora se suma la actitud sospechosa de un legislador.
¿Con Julio César se inaugura una nueva forma de vida en la Cámara de Diputados? Este asunto de captura fallida y de burla del perseguido hacia las autoridades deja un mal sabor de boca en los momentos en que México padece el embate del crimen organizado. Dale cobija a la duda en el recinto parlamentario no es aconsejable. El desprestigio de los legisladores es mayúsculo, a ello hay que sumarle esta vez la sospecha que carga sobre sus hombros uno de los miembros más controvertidos de la Cámara baja.
Es necesario decir que también las autoridades federales, con razón o sin ella, protagonizan una lucha contra el crimen organizado, sin miramientos y sin inteligencia, que arrasa con todo lo que encuentra a su paso sin resultados positivos. En el caso del michoacanazo, la apreciación llevaba a pensar que se trataba de una acción política con miras al futuro de cambio de poderes estatales.
Todo mundo sabe que Luisa María Calderón Hinojosa, panista de hueso colorado y hermana de Felipe, quiere ser gobernadora de Michoacán. En el revoltijo de ambiciones políticas de todos contra todos, el pudor es lo que menos cuenta. Vivimos una descomposición total. El ejemplo salta a la vista. Corrupción e impunidad son el sello de la casa. Los ejemplos sobran. Alguien debería decirnos el papel que jugará Julio César en la desprestigiada Cámara de Diputados. Ya es parte de los levantadedos. Provecho.