Batalla contra yanquis en el Zócalo
¬ Humberto Matalí Hernández lunes 27, Sep 2010Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
Pues señor que van llegando a la plaza. // En la plaza, aunque desparramada,
había mucha plebe, hormigueaba dentro de los portales,
se tendía por el cementerio de Catedral, se hacía remolino por las esquinas.
Guillermo Prieto | La guerra con los Estados Unidos
Recién pasadas las fiestas del Bicentenario, con todo el hueco lucimiento de un desfile “made in Disneylandia”, ante tan tremenda cruda, que seguro durará menos que los 3 mil millones de pesos evaporados como pólvora de artificio, lo mejor es refugiarse en la lectura de uno de los clásicos mexicanos. Cronista, político, periodista, escritor y pensador que al lado de Benito Juárez recorrió el territorio nacional con la dignidad de la República a cuestas.
En la crónica de “La guerra con los Estados Unidos”, Guillermo Prieto describió la defensa y toma del Zócalo de la ciudad de México el 15 de septiembre de 1947. Sin comentarios, sin análisis y sin adornos van algunos párrafos de esa excelsa crónica, en la que el autor fue combatiente. Están escogidos no al azar, sino los más descriptivos: “Los yanquis se fueron metiendo galán galán, portada la derecha de San Francisco y Plateros y por allá, por la Mariscala.
Venían con sus pasotes muy largos y como que les cuadraba nuestra tierra, muy grandotes, reventando de colorados y con sus mechas güeras, con sus caras como hechas todas de un solo molde.
Pues señor que van llegando a la plaza. // En la plaza, aunque desparramada, había mucha plebe, hormigueaba dentro de los portales, se tendía por el cementerio de Catedral, se hacía remolino por las esquinas.
Scott estaba con su gury gury en el balcón de Palacio, como quién predica en el desierto. // Grupos de mujeres desde abajo le gritaban, “¡cállate costalón…! ¡sí, brujo…! ¡sí, tío Juan Rana…!”.
En la esquina de la plaza del Volador, subido como en alto, estaba un hombre, pelón, de ojos muy negros, de cabello lanudo y alborotado, de chaquetón azul, que hablaba muy al alma; su voz como que tenía lágrimas, como que esponjaba el cuerpo: “las mujeres nos dan el ejemplo, ¿qué ya no hay hombres?, ¿qué no nos hablan esas piedras de las azoteas?…”. La gente gruñía con rumor espantable, la voz de aquel hombre caía en la piel como azote de ortiga… Aquel hombre era don Próspero Pérez, orador de la plebe de mucho brío y muy despabilado como pocos.
Cuando él estaba más enfervorizado, y más en sus glorias los yanquis, de por detrás de Próspero sonó un tiro de fusil y pasó silbando una bala; un grito de inmenso regocijo y explosiones de odio, de burla y de desesperación, acogieron aquello…
Los yanquis se fueron sobre el tiro, acuchillando a la gente, atropellando a las mujeres y los niños… Entonces, como en terreno quebrado, varios hilos de agua se juntan y forman río; como en campo que arde aquí y allá, el aire junta las llamas y forman incendio, así la gente se juntó… y descargó balazos y pedradas, corriendo a la espalda de Palacio.
Los yanquis seguían en persecución de aquella masa hostil… algunos léperos derriban varios soldados… y la gente cae sobre ellos y los devora, dejando sus cadáveres medio desnudos… los calzones de uno de esos sirven de bandera.
Las mujeres hacían gran escándalo, llevaban agua, acarreaban heridos, vitoreaban, alentaban, se asían a los yanquis, desarmando, arañando, mordiendo a los que cogían dispersos…
Los pelados se habían hecho muy fuertes en la esquina de Necatitlán: nadie pensaba en blandearse; pero faltaba el parque… alguno gritó… agobiado por el baleo… ¡Casa nueva!
—Eso no, dijo un hombre desde una azotea en que estaba haciendo fuego… Eso no. ¿Jijo de una mala palabra el que se muera aquí! Muchachos, aquí está la honra del barrio.
El pueblo había estado como fiera y como llama, como mar y como aire fuerte, que vuela bramando. Así sacó la cara el día 15, para ver lo que pasaba. // Sin dirección, desangrándose, desgarrado, corriendo como ciego entre abismos buscando a la patria que se le iba dentro de sus brazos, así fue el pueblo y así le vencía el abandono de sus defensores y de los poderosos; pero aquel ruido de guerra hacía compañía al alma, en ese ruido había patria y esperanza.”
Guillermo Prieto, en 11 párrafos hace la descripción de la cruenta batalla encabezada por tres curas del pueblo, de las iglesias de esos barrios de la plebe, como dice, sobre todo de la muerte de uno de ellos, Héctor González, que estandarte guadalupano en mano:
…“era como un general, a todo entendía, se encontraba en lo alto más recio del baleo, acaudillaba inmenso pueblo que como si fuera un niño le obedecía.
Los meros hombres de los diversos barrios allí se emparejaban; los tres frailes agitaban sus estandartes, los moribundos disparando caídos sus armas gritaban: ¡vengan a ver cómo mueren los hombres! ¡Viva México, gritaban y ¡ras!… dale a los yanquis hasta entregar el alma…
“Cuando llega el 15 de septiembre se cuelgan cortinas y se ponen luminarias. A la plaza, muchachos, a la plaza, vámonos al grito a recordar también la fiesta del pueblo de 1847”.
Concluye esta parte de la crónica de Guillermo Prieto, sobre la batalla del Zócalo, con esa arenga, muy acorde con lo sucedido el 15 de septiembre de 2010, en el Bicentenario, con la plaza tomada por militares disfrazados, francotiradores, un espectáculo vacuo e inútil, costoso o simulador de fraudes, para ser utilizado como los césares romanos, para deleite de los exquisitos y sus mandamases.
Es obvio que el 15 de septiembre de 1847 no hubo grito conmemorativo. Lo dieron los mexicanos rebeldes, conscientes de que la patria era invadida y despojada con la complacencia de un cojo que se decía presidente y patriota, Antonio López de Santa-Anna.
Si la vuelta de la historia nos lleva a tiempos similares, habrá que encontrar pelados, plebe, mujeres del pueblo, mexicanos sencillos y simples para defenderla.
Hay que aclarar que Guillermo Prieto fue herido en esa batalla del Zócalo y que aún así escribió la crónica que forma parte de “Memoria de mis tiempos”. Se consiguen ejemplares en las ediciones de El Colegio de México, en Porrúa y otras. Incluidas algunas hechas hace tiempo por la SEP.
ATENTADOS VS PERIODISTAS
Resulta que ante la simple actitud de un periódico de Ciudad Juárez, El Diario el gobierno de Felipe Calderón, al que ya hasta Vicente Fox lo ataca, para decirle que está errado, convocó a organizaciones internacionales de prensa para justificar los yerros. Ofrece protección y hasta chalecos antibalas y “guaruras-espías” para la protección de los periodistas. Simple demagogia oficialista, como demuestran 60 periodistas en los gobiernos panistas, secuestros y amenazas impunes. Sin investigaciones y detenidos. Así que a otros perros con ese hueso.