La nueva Margarita
Ramón Zurita Sahagún jueves 4, Ago 2016De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Si de algo está convencida Margarita Zavala Gómez de Campo es que quiere ser candidata presidencial, aunque lo que mantiene como interrogante es si lo será por su partido, Acción Nacional, o de otra forma.
Intenta presentar una nueva oferta, con una imagen renovada, no en lo físico, pero si en lo intelectual, con la que pretende alcanzar la nominación de su partido o, en su defecto, ser abanderada presidencial de otra opción.
Margarita quiere para 2018, conseguir lo que no logró Marta Sahagún Jiménez, como ella, esposa de un presidente de la República, Vicente Fox Quesada.
La esposa de Felipe Calderón Hinojosa no cometió el mismo error que la cónyuge de Fox Quesada y dejó pasar un sexenio para intentar el mismo logro que su esposo, ser presidente de la República.
Ambas, Marta y Margarita han sido promovidas por sus respectivos esposos, sus mejores animadores. Desde el poder sexenal, Vicente y Felipe arrojaron la piedra, sin esconder la mano, sobre las posibilidades de sus respectivas esposas.
Bajo esa premisa, no faltaron los que los secundaron sobre las amplias posibilidades de una y otra, aunque en el caso de Marta Sahagún, dichas posibilidades se esfumaron antes de que comenzara la auscultación de su partido, por lo que fue desechada de inicio. Con Margarita sucedió lo contrario, la estrategia fue diseñada al término de la administración presidencial de Felipe Calderón, cuando él mismo detonó las cualidades de su esposa y preparó sus aspiraciones para seis años más tarde.
Los dos, Vicente y Felipe les abrieron la puerta y las convencieron de que serían extraordinarias candidatas presidenciales y ambas, en su momento, por el mismo partido.
Marta mostró ser un prospecto con mucho potencial. Su personalidad fuerte dentro del gabinete presidencial y con grandes contactos fuera del mismo, consolidó una fuerza pocas veces vista dentro de un gobierno sexenal.
La presencia e influencia de Marta Sahagún en un sexenio solamente fue comparable a la de Emilio Gamboa, José Córdoba Montoya y, tal vez, Liébano Sáenz, en otros.
Siempre supo cómo sacarse partido para lucir rutilante, con ropa fina, zapatos de alto costo y joyas caras.
Por el contrario, Margarita carece de esa fuerza que atraiga miradas, se comportó siempre como la consorte, sin llamar la atención y jalar reflectores.
Su apariencia tímida, sus ajuares sencillos y austeros la harían pasar inadvertida, de no ser porque su esposo fue Presidente de la República.
Los contrastes entre una y otra son amplios y la única coincidencia que tienen es que sus maridos las proyectan a las candidaturas presidenciales.
Ninguna de las dos se compara con la preparación de Josefina Vázquez Mota, ni con su paso por la administración pública y el Legislativo; ni con la politización de Patricia Mercado, mucho menos con el activismo de Rosario Ibarra, el atractivo de Cecilia Soto ni el peso de un apellido como Marcela Lombardo.
Es cierto que de Margarita sus promotores venden que proviene de una familia de abolengo panista y que ella misma ha sido dos veces diputada, una local y otra federal, pero no aclaran que en ambos casos lo consiguió por la vía plurinominal.
También nos dicen que tiene un encanto especial, con una gran formación política y que proyecta mucho hacia el exterior, aunque la realidad no le hace justicia.
Sin embargo, lo que si tiene Margarita es un buen asesoramiento, un gran equipo de trabajo y una serie de personajes que mantienen el compromiso de apoyarla, luego de haber sido favorecidos durante la administración sexenal de su esposo.
De ser una Primera Dama casi anodina, la nueva Margarita salta a la confrontación y entra al terreno de las comparaciones defendiendo al sexenio que gobernó su esposo Felipe, frente al del actual presidente Enrique Peña Nieto.
Se considera capaz de vencer en las urnas a Andrés Manuel López Obrador, como ya lo hizo su esposo en 2006 (aunque muchos consideraron al proceso electoral como fraudulento) y se declara como la más conocedora del territorio nacional, ya que ella lo ha vivido, lo ha sentido y lo entiende.
La nueva faceta de Margarita Zavala busca deslindarse de los políticos tradicionales, asegurando que no todos son iguales, por lo que invita a la población a aprender a confiar en unos, más que en otros.
Muestra que está dispuesta a ir hasta lo último, con tal de conseguir la candidatura presidencial y que tiene las armas necesarias para ganar a quien sea, sin importar si es López Obrador, otro candidato independiente o el priísta que le pongan enfrente.
En esta nueva andanada que promociona, Margarita parece no recordar que en su partido, dos veces le cerraron la puertas a sus aspiraciones, cuando cometieron el terrible pecado de pedirle que compitiera por un cargo, cuando ella está acostumbrada a que se los otorguen, sin entrar en competencia con nadie.
Primero quiso ser candidata a diputada federal, pero exigió serlo de la manera convencional, es decir de representación proporcional y cuando le dijeron que no alcanzó el respaldo suficiente para ello y le pidieron que entrara como candidata uninominal por el distrito donde vive, simplemente lo rechazó, al considerar que no habían condiciones para ello.
Luego intentó convertirse en presidenta del PAN y cuando advirtió que tendría dos contendientes que la superaban en respaldos, también desistió de ello, argumentado dados cargados.
Ahora habrá que esperar cómo se comporta en la competencia por la candidatura presidencial y qué clase de pretextos usa si confirma que sus posibilidades son menores que las de sus adversarios.