Ochoa Reza, sus cifras y frases hechas
Ramón Zurita Sahagún lunes 1, Ago 2016De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Nadie se explica la ecuación realizada por el recién nombrado presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, que le ofrece el resultado de que 99.9 por ciento de los servidores públicos son honestos y honorables.
Eso deja en claro que son muy pocas las personas incorporadas a la burocracia que practican la corrupción que ocasiona tantos y tan costosos problemas al país y que tiene ubicado al país como uno de los más corruptos del mundo.
De acuerdo con los números de Ochoa Reza, el saqueo del erario, el enriquecimiento de los gobernantes y de las clases privilegiadas de la burocracia no viene del poder público, aunque su análisis y diagnóstico no transparentan la procedencia de esos recursos de los que tanta ostentación hacen.
Lo que no se sabe es si Ochoa Reza sacó conclusiones propias, realizó un rápido mapeo o desde la CFE tenía la información que refuerza esa estadística o simplemente desconoce el entorno de la militancia de su partido, las denuncias presentadas contra algunos gobernantes de extracción priísta o simplemente se trata de una balandronada suya.
Porque de detenerse un rato a reflexionar sabría que varios gobernantes surgidos del PRI, actualmente en funciones, del total de 19 que tiene el tricolor, son acusados de corrupción.
Sin embargo, no son los únicos, ya que el tema de la corrupción del gobierno y de los estados, fue un factor determinante para que su partido perdiera en 7 de los 12 estados que eligieron nuevas autoridades el pasado 5 de junio.
Tal vez, por eso, el presidente nacional del PRI hizo un llamado para que los militantes de su partido defiendan la honestidad y honorabilidad de los gobiernos priístas.
Ochoa Reza se aventó una de esas frases de antología que presume la clase política mexicana, ya que dijo: “los priístas son los primeros interesados en combatir la corrupción e impunidad que han lastimado de manera profunda al país”.
Con esa hermosa frase diseñada para el recorrido de cien días que hará por el país, el dirigente tricolor muestra que su imaginación es grande, pero su deseo de cambiar al partido no.
Hasta donde se sabe, las clases gobernantes y los privilegiados del primer círculo son los primeros en cubrir las faltas, omisiones, abusos, desvío de recursos y el enriquecimiento.
Claro que todo ello no es exclusivo de los priístas o se restringe solamente a que ellos son quienes incurren en esas faltas, los hay de todos los partidos, aunque por gobernar un mayor número de entidades federativas, detentar el gobierno federal y ser autoridades en la mayoría de los ayuntamientos, los priistas son más evidenciados que los demás.
Pero también es porque los abusos de ellos suelen ser más notorios y, principalmente, resultan impunes a las acusaciones.
De tomar en serio las palabras del presidente nacional del PRI, las autoridades emanadas del tricolor que son acusados de actos de corrupción deben poner sus barbas a remojar.
No es tarea sencilla demostrar que las acusaciones tienen fundamento, ya que las leyes mexicanas están diseñadas para que los supuestos responsables puedan evadir la acción de la justicia.
Por eso, casi nadie toma en serio las palabras de un dirigente de partido que solamente busca notoriedad y espacios para mostrar que trae ideas propias o, supuestamente, nuevas para el fortalecimiento de un partido que cada vez más se muestra agonizante.
El PRI sufrió uno de los descalabros más grandes de su historia (los peores han sido las derrotas en las presidenciales de 2000 y 2006), con la pérdida de 7 de 12 gobiernos estatales, donde se atribuyó la pérdida del sufragio a las constantes denuncias de corrupción por parte de militantes priistas, por lo que debe encontrar el método de combatirla.
Sin embargo, Ochoa Reza recurre en sus propuestas a algunas de ellas sumamente desgastadas y que se consideran frases hechas de los priistas que no sirven para nada, cuando se advierte que en el pasado fueron usadas, sin resultado alguno.
El dirigente anunció que está por concretarse una nueva relación entre el gobierno de la República y su partido, mediante la que el primero le rendirá cuentas al partido tricolor y este, a su vez, le lleve las demandas ciudadanas que hace falta atender.
Esas demandas las conoce el propio gobierno y no son solamente sustentadas por la militancia y dirigencia de ese partido, sino de todos los ciudadanos en general que demandan mayor justicia social, alto al saqueo, freno a la impunidad, combate a la delincuencia a los abusos y a la propia corrupción que ahora dicen los priistas se reduce a un pequeños grupo de privilegiados, aunque, por los daños que causa, seguramente es usurpada por la clase gobernante emanada del partido tricolor.
La verdad es que nadie se explica la llegada de Ochoa Reza a la presidencia del partido, aunque el mismo se encargó de aclararla, ya que el pidió la plaza vacante y solamente fue cuestión que desde las altas esferas del poder se enviara la señal de que el ungido sería él, para que el pequeño círculo selecto de consejeros lo ratificara como su presidente.
Difícil le será al nuevo presidente del PRI ganarse la confianza de los ciudadanos para que voten por su partido, si no muestra que, realmente, el PRI está dispuesto a cambiar y combatir la corrupción, pero no con discursos huecos.