Benedetto Lupo hace historia con la Orquesta Sinfónica de Minería
Espectáculos lunes 11, Jul 2016- Interpreta con su piano a Ravel en el segundo concierto de la temporada de verano, que se celebra cada fin de semana en la Sala Nezahualcóyotl
Asael Grande
La Orquesta Sinfónica de Minería dedicó su segundo programa a uno de los compositores más admirados, Maurice Ravel, bajo la batuta de su director artístico, Carlos Miguel Prieto y presentando como solista al espléndido y premiado pianista italiano, Benedetto Lupo, quien engalanó la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario con su meticulosa técnica y sensibilidad romántica con las interpretaciones de los dos impactantes conciertos para piano de Ravel, el sorprendente “Concierto para la mano izquierda” y el brillante “Concierto en sol mayor”, que combinó su predominante virtuosismo y chispa orquestal con la belleza melódica de su evocador movimiento central.
Previo a su concierto, el pianista Benedetto Lupo, quien tras ganar la medalla de bronce de la octava edición del Concurso Van Cliburn en 1989, cuando dio el salto al reconocimiento mundial, siendo invitado por importantes orquestas americanas y por salas como el Lincoln Center neoyorquino o el Ambassador Auditorium de Pasadena, comentó en entrevista con DIARIO IMAGEN: “ya había tocado alguna vez con la Orquesta Sinfónica de Minería, las piezas de Ravel son fantásticas, es una maravilla, tiene un estilo diferente, uno es muy ligero, agradable, con mucha alegría, y el ‘Concierto para mano izquierda’ es mucho más dramático, para mí es claro que en estas piezas es como un giro contra la guerra, se oye una marcha muy fuerte en la pieza, es como una lucha entre la orquesta y el piano, la orquesta es mucho más larga, fuerte, es una obra muy simbólica, hay mucha intimidad, y mucho ritmo, tiene muchos contrastes”.
Respecto a trabajar bajo la batuta del director Carlos Miguel Prieto, Benedetto Lupo dijo: “he tocado varias veces con Carlos Miguel Prieto con mucha emoción, hemos tocado Mozart, Beethoven, siempre ha sido una gran experiencia tocar con él, Prieto es un músico fantástico”.
Sobre qué compositores de la música clásica admira, Benedetto Lupo, quien ha obtenido premios como el Terence Judd en Londres (1982), el Concurso Alfred Cortot (1980), el Concurso Internacional “Premio de Jaén” (1982), el Concurso Internacional Robert Casadesus (1985) y el Concurso internacional de piano Gina Bachauer (1986), dijo a este diario: “he tocado muchísimo a Robert Schumann, he tocado casi a todos los compositores más conocidos, pero la música de Schummann siempre me ha dicho algo, también he tocado a Brahms, a Chopin, que yo adoro, y que ya tengo tiempo sin tocarlos; de México, me gusta mucho la música popular, ahora tendré recitales en Canadá, y muchos musicales con repertorios diferentes en Estados Unidos y en Europa”, adelantó.
El concierto ofrecido como parte del segundo programa de la Orquesta Sinfónica de Minería tuvo en su inicio las notas de Maurice Ravel con La valse, obra compuesta entre 1919 y 1920, estrenada públicamente el 12 de diciembre de 1920, es una pieza que duró unos 13 minutos, es un torbellino fantástico y fatal, una suntuosa evocación de la grandeza.
Siguió con el Concierto para la mano izquierda (en la que Benedetto Lupo mostró majestuosidad instrumental), Pavana para una infanta difunta, y para finalizar, el legendario Bolero. Pavana para una infanta difunta (francés: Pavane pour une infante défunte), la famosa pieza para piano compuesta en 1899 cuando Ravel estudiaba composición en el Conservatorio de París con Gabriel Fauré, tuvo en el concierto una interpretación que duró alrededor de seis minutos, en lo que fue una especie de danza lenta procesional, que expresó un entusiasmo nostálgico, señaló.
Finalmente, el público recibió con efusividad la obra más famosa de Ravel, Bolero, una antigua danza andaluza, que duró alrededor de un cuarto de hora con sólo dos temas y una cantinela incansablemente repetida, cuyo movimiento orquestal fue inspirado en una danza española, se caracteriza por un ritmo y un tempo invariables, con una melodía obsesiva -un ostinato- en do mayor, repetida una y otra vez sin ninguna modificación salvo los efectos orquestales, en un crescendo que, in extremis, que acabó con una modulación a mi mayor y una coda estruendosa.