Palo a los alborotadores
Freddy Sánchez martes 28, Jun 2016Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Dar marcha atrás a la reforma educativa es impensable. No al menos en la presente administración sexenal. Buscar de algún modo ajustar su interpretación a los intereses de la CNTE, a fin de aplacar disturbios magisteriales, apoyados por grupos radicales, es harina de otro costal.
La cuestión es si esto último en la práctica anulará o no en forma sensible e importante los propósitos de la reforma educativa, aprobada por el Congreso. De momento lo que se sabe o ha trascendido, sencillamente hace prever que la reforma educativa continuará aplicándose, en términos generales, como lo determinaron las legislaciones en vigor.
Y es que la claudicación de la reforma, con tal de que los maestros de la CNTE, y particularmente las organizaciones sociales aguerridas que los acompañan en sus actos de protesta, dejen de alterar el orden público, constituiría un doble absurdo.
La aprobación de una ley, ampliamente vitoreada sólo para la foto, para después recular y convertirla en una especie de papel para el sanitario.
Así que no importa cuánto quieran y demanden quienes se han declarado enemigos de la reforma educativa, que se aprobó en el Congreso, pues el único camino sensato para reformar lo acordado, debe ser el de la legalidad y no la intimidación y el caos como medios de presión.
Por eso, es menester que en las negociaciones políticas con la CNTE, quede claro de qué ley se está hablando para resolver el conflicto magisterial.
Porque si la “ley de las prebendas” será la que se anteponga a la ley educativa, en vano e inútilmente se habría pugnado en nuestro país para darle a los educandos mejores herramientas a fin de prepararse para el futuro.
La reforma se aprobó con la idea de proveer al sistema educativo nacional de lo indispensable para ponerlo a salvo de su marasmo y mediocridad.
De ahí, que las normas aprobadas tengan el propósito de forjar un conglomerado de educadores más aptos y eficientes, privilegiando el estudio por encima de los privilegios, dando cauce a un equipamiento apropiado para el apoyo educativo y ofrecer a los buenos maestros la opción de un mejor ingreso por su dedicación al trabajo.
Pero también, y muy en particular, con la firme voluntad política de desterrar para siempre todo signo de componendas sindicales y los abusos de líderes magisteriales dedicados a amasar grandes fortunas mientras la educación carece de calidad y prácticamente ha significado un bárbaro desperdicio de recursos públicos durante muchos sexenios.
De modo entonces que dar marcha atrás a lo que las leyes educativas se han propuesto, representaría uno de los grandes fracasos institucionales de la presente administración.
Y si eso mismo llega a ocurrir con las demás reformas estructurales, dejando sólo a medias o en el papel los muchos beneficios que se prometieron para México, triste desempeño habrían tenido quienes desde el gobierno priísta se comprometieron a rectificar los errores de su pasado por el bien de la sociedad y para no volver a sufrir un tremendo descalabro electoral como el que sacó por primera vez al PRI de Los Pinos.
Más vale pues que la reforma educativa prosiga su marcha sin vacilaciones ni desviaciones que la traduzcan en letra muerta o un mero propósito fallido, como tantos otros en el pasado priísta.
La gente demanda firmeza en el cambio educativo, aunque se tenga que dar palo a los alborotadores.