Perdedores
Ramón Zurita Sahagún martes 21, Jun 2016De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Richard M. Nixon se convirtió en un ejemplo a seguir por las clases políticas, ya que luego de su primer fracaso como candidato presidencial, rehízo su figura y consiguió la presidencia de los Estados Unidos dos períodos después.
En su etapa de declive, Nixon perdió los comicios para gobernar California, dos años después de su primera derrota presidencial.
Sin embargo, ocho años después consiguió vencer al demócrata Hubert Humphrey, reponiéndose de los dos fracasos anteriores.
Françoise Mitterrand fracasó un par de veces (1965 y 74) en sus intentos por presidir Francia y luego conquistó la victoria y se consolidó por catorce años como presidente de la nación europea.
Jacques Chirac fue vencido en dos ocasiones por Mitterrand y luego lo sustituyó en el gobierno francés.
Luiz Inacio (Lula) Da Silva pretendió, sin conseguirlo, en tres ocasiones gobernar Brasil, hasta que lo consiguió en una cuarta oportunidad y gobernó por ocho años.
Cada uno de los mencionados anteriormente dedicó su tiempo de reflexión a actuar en otros campos de la política, algunos como senadores o diputados, consiguiendo otros lugares de participación política.
En México, eso no sucede, los candidatos presidenciales repetidores prefieren seguir ostentándose como tales y quejándose de lo sucedido en los comicios en que fueron vencidos.
No estamos hablando de que los ejemplos anteriores son de países con una gran democracia constituida, donde el respeto al voto es sagrado.
Tal vez lo sea en Estados Unidos y en Francia, pero no así en Brasil, donde la primera derrota de Lula se consideró por los beneficios otorgados a Fernando Color de Melo.
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Andrés Manuel López Obrador, son los dos candidatos presidenciales repetidores y ambos provenientes de partidos de izquierda. (Rosario Ibarra lo fue también, aunque sin ninguna posibilidad de triunfo).
Los dos, Cárdenas Solórzano y López Obrador se negaron sistemáticamente a participar en el Legislativo, aunque Cárdenas sí compitió y ganó por el gobierno del Distrito Federal, que le sirvió para catapultar su tercera nominación presidencial.
Andrés Manuel no ha querido ser otra cosa, más que candidato presidencial y si acaso aceptó presidir el partido que fundó, lo hizo para posicionarse dentro de los promocionales de ese partido.
Escasos son los candidatos presidenciales que en México construyen su figura a través de una larga carrera política, donde los triunfos y derrotas les den la templanza suficiente para internarlo nuevamente.
En el caso de los dos mencionados, Cárdenas Solórzano y López Obrador, la escasez de figuras les permite competir de nueva cuenta, aunque Cuauhtémoc pasó de segundo a tercer lugar en dos competiciones distintas.
López Obrador va por su tercera participación, siendo segundo en dos ocasiones, la primera escaso medio punto porcentual de la victoria y la segunda más alejado, a seis puntos porcentuales del ganador. En las tres comparecencias de Cuauhtémoc, ganó el candidato del PRI en las dos primeras y el del PAN en la tercera.
Con Andrés Manuel ganó el PAN en la primera y el PRI en la segunda.
De los otros partidos, escaso es aquel que construyó su candidatura, mediante el trabajo político. Si acaso Felipe Calderón Hinojosa lo hizo, pasando por la etapa de triunfos y derrotas.
Fue diputado local y federal, perdedor de una gubernatura, donde quedó en tercer lugar, presidente nacional de su partido y luchó contra la imposición de un aspirante ajeno a él, al que venció en la contienda interna.
Los demás no consolidaron nada, ni siquiera Vicente Fox Quesada, el primer presidente surgido de la alternancia.
Es cierto que Fox fue diputado federal de mayoría y luego sufrió el tropiezo de su primera candidatura a gobernador de Guanajuato, para en la segunda oportunidad ganarla, pero su carrera fue corta, antes de la candidatura presidencial.
Igual sucedió con Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León, los que por su juventud pasaron como ráfagas por el servicio público. Con Luis Echeverría Álvarez se potencializó al empleado de gobierno de primeros niveles y se terminó con los gobernantes con un barniz por los cargos de elección popular que si tuvieron Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz.
José López Portillo fue otro presidente de México, sin el toque de cargos de elección, pero si con una larga trayectoria burocrática.
Miguel de la Madrid fue catalogado como el primero de la lista de los tecnócratas.
Salinas y Zedillo fueron el ejemplo de las necesidades del momento, el primero por conocer e implementar todo lo concerniente a los programas y estrategias vigentes desde el sexenio anterior, donde él fue el gran diseñador y el segundo obtuvo la nominación por las circunstancias del momento que obligaba el asesinato del entonces candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio.
Vicente Fox fue el contestatario del sistema ya caduco que requería de un cambio y que animoó la participación ciudadana en las urnas, mientras que Felipe Calderón se convirtió en un casual recipiendario de votos provocado por una conjura para impedir que ganara el candidato de la izquierda.
Enrique Peña Nieto con una brevísima carrera política, ausente de cargos públicos importantes, con la excepción del gobierno mexiquense, cubrió las necesidades de los electores que buscan un perfil como el suyo.
La carrera presidencial por el 2018 se encuentra en su apogeo y habrá que ver cuál de los aspirantes concreta, primero su nominación y segundo la victoria en las urnas.
Perfiles hay de todo tipo, desde los de escaso curriculum, iluminado por su cargo actual, hasta los empecinados compitiendo por enésima ocasión y los improvisados que buscan que un golpe de suerte los beneficie.