Javier Mina
¬ Humberto Matalí Hernández lunes 20, Sep 2010Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
Cayó, herido por la espalda, tras proferir la
queja de que se le diese la muerte de un traidor.
Martín Luis Guzmán. | Javier Mina. Héroe de España y México.
Resultado del bochinche del Bicentenario se puso de moda escribir, plagiar o inventar acciones para desacreditar a los Insurgentes, tanto que la Presidencia de la República envía a hogar mexicano, banderas “made en China” mal diseñadas, con el escudo nacional fuera de lugar y en el texto que acompaña al regalazo de Calderón, afirma que la serpiente devorada por el águila representa al mal, de acuerdo a la tradición judío-cristiana, sin considerar que en la cultura prehispánica el reptil es símbolo de sabiduría y además el dios Quetzalcoatl es la Serpiente Emplumada.
Para combatir esas perversidades, porque no son errores intencionales, hay esperanza en la literatura del siglo XX con la obra de Martín Luis Guzmán (1887-1976) “Javier Mina. Héroe de España y México” es la evolución, como escritor, de Martín Luis Guzmán, al abordar la biografía novelada, sin alterar datos ni acciones reales con la imaginación, como sucede a los escritores de novelas históricas de moda en estos relajos oficialistas de falso patriotismo. Guzmán el mejor de los prosistas, muestra como se crea una novela histórica.
Antes de “Javier Mina” don Martín Luis publicó novelas y desde luego ensayos políticos, además de ejercer el periodismo político. Destacan las novelas sobre la Revolución Mexicana: “La sombra del caudillo” y “El águila y la serpiente”. El importante documento narrativo “Memorias de Pancho Villa” es posterior a “Javier Mina”. Creadas con el estilo de escribir la historia novelada sin incorporar el trabajo creativo del escritor.
Entre los contrastes como escritor de Martín Luis Guzmán resalta que, tanto en “Memorias de Pancho Villa”, “La sombra del caudillo” y “El águila y la serpiente”, de tema revolucionario, el lenguaje rudo y lépero de esa época es substituido por puntos suspensivos o por palabras truncas. Seguramente resultado de los resabios de la educación conservadora de fines del porfirismo, además de pertenecer al Ateneo de la Juventud, después de estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria fundada y dirigida por el maestro Gabino Barreda.
Ya como político fue director de la Comisión del Texto Gratuito, su comportamiento es contradictorio con sus experiencias revolucionarias. Incluso sus declaraciones y actitudes como legislador y funcionario fueron duras en contra del movimiento estudiantil de l968. Pero ese conservadurismo oficioso en nada afecta al enorme creador y prosista literario.
Durante el exilio en España, a donde parte en l920, escribe “El águila y la serpiente”, “Aventuras democráticas” y su mejor novela “La sombra del caudillo” —que recupera actualidad y a la que en unas semanas se le dedicará este espacio—, además trae la primera versión de la biografía novelada sobre Francisco Javier Mina. En ella resalta la investigación histórica sobre la vida del héroe nacido en Otano, Navarra en 1789 y fusilado en México en 1817. En la investigación sobre el luchador independentista, hay una curiosidad. Mientras que enciclopedias y textos de historia de México, lo llaman Francisco Javier, el escritor lo consiga a lo largo de la obra como Martín Javier Mina. Explica que el Martín se le impuso porque era el nombre del padrino, además San Martín es uno de los cinco santos predilectos de la región de Navarra.
Sobre el activismo político y libertario de Mina, Martín Luis Guzmán investigó como se inició y con excelente prosa escribe:
“Quiso el azar, en parte al menos, que Mina parase mientes en sucesos políticos cuando apenas tenia dieciocho años. Poco después de iniciados sus estudios se había hecho de un amigo, o, más exactamente de un protector: el coronel retirado Juan Carlos de Aréizaga. Éste, soldado por afición y de no escasos merecimientos –tendría cincuenta años, lo habían herido en Argel, había peleado en Francia contra los ejércitos de la República—, seguía con mucho interés las guerras europeas de entonces; su amistad, pues, no sólo valió a Mina frecuentes consejos y una que otra ayuda…” y así continua la descripción de las influencias del joven que se transformaría en guerrillero en España y México.
También describe el ambiente de la España ocupada por las tropas de Napoleón Bonaparte y la lucha contra ellas, en donde destacan las acciones guerrilleras del joven Mina. Así el autor lleva a los lectores por el ambiente de esa España, las intrigas de la corte, la ocupación napoleónica, pero sobre todo por la iniciación de la rebeldía de Javier Mina y su aprendizaje como patriota y guerrillero.
Son esos afanes libertarios los que impulsan a Mina. Es hecho prisionero y condenado a cuatro años, para ser liberado durante la ocupación de París por el zar Alejandro. Decide continuar con los empeños de las luchas independentistas. En esos afanes llega a América. Esa resolución es descrita por Guzmán:
“…Mina decidió convencido de proseguir en Ultramar la guerra que en la península tenía jurada a los absolutistas. Lord Holland lo puso en relaciones con un general norteamericano, Winfield Scott, que se apresuró a ponderarle, casi oficialmente, la ayuda que encontraría en los Estados Unidos una expedición destinada a liberar a México…”
Así se unen dos personajes importantes en la lucha de independencia mexicana: Javier Mina y Fray Servando Teresa de Mier, que junto con otros partidarios de la libertad y varios aventureros y cazadores de fortuna entre ellos, se embarcan rumbo al continente americano el 5 de mayo de l816. Se inicia la última etapa de la vida del militar navarro. Los meses en México significaron importantes acciones de guerra, pero con las interesantes intrigas y maniobras que significaron el llegar a Tamaulipas, en un barco fletado y con armas compradas en los Estados Unidos.
La investigación de Martín Luis Guzmán es completa y muy detallada sobre las batallas y acciones militares, así como la forma en que Mina cae prisionero, para ser fusilado en el 11 de noviembre de l817: “El 11 de noviembre, día de San Martín, una escolta condujo a Mina desde el cuartel general del ejército hasta el crestón del cerro del Bellaco. Eran las cuatro de la tarde. Los dos campos enemigos, suspendidas como de común acuerdo las hostilidades, guardaban silencio profundo. Acompañado por el capellán del 1er. Batallón de Zaragoza, Mina apareció mostrando gran tranquilidad y compostura. “No me hagáis sufrir”, dijo a los soldados escogidos para el fusilamiento.”
Y ante esa investigación y obra de Martín Luis Guzmán, en el tétrico y mediático desfile de los restos de los insurgentes y su exhibición necrófila en Palacio Nacional, el gobierno de Calderón anunció que la calavera marcada con una M es de Morelos y no de Mina, como se creía. Y la verdad que más da, a la mejor no son de ninguno de los dos. Lo importante es el símbolo representado y el respeto que merecen.
CONTRA LA SUAVE PATRIA
Durante el desfile “disneylesco” del Bicentenario presentaron un carro digno de un carnaval –pido perdón a las paradas carnavalescas de Veracruz y Mazatlán- en verdad una parodia de “La suave Patria”, como muestra de las limitaciones culturales y la supina ignorancia del equipo designado por Felipe Calderón para organizar las frustrantes celebraciones del Bicentenario, utilizado para desacreditar y desprestigiar a los héroes, insurgentes y revolucionarios. Sí viviera se pedirían disculpas a Ramón López Velarde. Pero como dicen no hay defensa ante la estulticia y sus seguidores. Pero todo sea con tal de justificar un nuevo saqueo a la Nación, ahora por tres mil millones de pesos, más lo que se acumule.