25 años
¬ José Antonio López Sosa lunes 20, Sep 2010Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
Hace veinticinco años quien escribe estas líneas tenía apenas 8 años de edad recién cumplidos, vivía en el edificio Tlaxcala, a una decena de edificios de distancia de donde se encontraba el Nuevo León, que se colapsara en dos de tres partes en la Unidad Nonoalco Tlatelolco. Cuando dieron las 7:19 horas, aún tengo en la mente la mirada angustiada de mi madre tomándonos a mi hermana y a mí, mi padre había salido ya a trabajar. A mi corta edad no tenía idea de la tragedia que sucedía, sin embargo, el recuerdo de los heridos y los muertos, quedó en millones de capitalinos, entre quienes me sumo, hoy que se cumplen veinticinco años de aquel cruel temblor de 8.1 grados en la escala de Ritcher que azotara a nuestra ciudad aquella mañana.
A veinticinco años de la tragedia en realidad se avanzó en materia sísmica, nos demostramos a nosotros mismos que somos capaces de organizarnos como sociedad civil sin tener la intervención necesaria del gobierno en cualquiera de sus modalidades y, finalmente, nos demostramos que como Estado podemos hacer frente a los embates de la naturaleza, a los que estamos expuestos día a día.
En el fondo me parece que la corrupción y los usos y costumbres de la época –que persisten vigentes hasta la fecha—fueron los principales causantes de la tragedia. Antes de 1985 la poca supervisión en edificios y obras, el nulo mantenimiento de grandes construcciones, la mordida y la transa para hacer permisibles grandes obras que colapsaron aquel lejano 19 de septiembre.
Aún ignoramos cuántos muertos hubo, el gobierno de Miguel de la Madrid dio una cifra altamente manipulada.
Para concluir y ejemplificar recuerdo muy bien una manta que pendía del edificio Nuevo León en Tlatelolco, los vecinos exigían pilotearlo ante las fallas estructurales que habían descubierto. Gente cercana al entonces FONHAPO –donde Fidel Herrera fue director en el período de reconstrucción de Tlatelolco— asegura que los mismos vecinos no permitían las labores de mantenimiento, eso es falso, fui testigo de las preocupaciones de muchos que perecieron al caer el edificio Nuevo León, junto con esa gran manta que lo acompañó sus últimos días de existencia.
Hoy día el recuerdo del temblor y la tragedia lo capitalizan de forma cínica nuestros políticos, por un lado Felipe Calderón nos pide ser una sociedad como la de aquel momento para enfrentar los problemas, por otro Marcelo Ebrard presume grandes avances en esta materia, sin embargo poco se recuerda en realidad a las víctimas de la combinación de un temblor de 8.1 grados con un sistema corrupto que en conjunto, fueron causal de muerte y tragedia en nuestra ciudad.
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