Un empresario nacionalista
Alberto Vieyra G. viernes 27, May 2016De pe a pa
Alberto Vieyra G.
“Consuma lo que el país produce”. Eso rezaba la nacionalista campaña emprendida durante el régimen del llamado nopalito, Pascual Ortiz Rubio.
Lo asombroso de esa propaganda es que el gobierno no era el autor, sino un puñado de empresarios nacionalistas de origen libanés que habían sido acogidos con generosidad por México, después de que en el Líbano eran perseguidos por el imperio otomano, que en aquel entonces obligaba a los jóvenes a incorporarse a su ejército, a partir de los 15 años.
Muchos de esos niños arribarían a México entre los 10 y 14 años de edad. Uno de ellos, un joven de carácter enérgico y entusiasta y con una carretada de ideas: Julián Slim Haddad, que en 1902, a los 14 años, arribó a Tampico, Tamaulipas, sin hablar español, donde ya se habían afincado, desde 1898, sus cuatro hermanos mayores: José, Elías, Carlos y Pedro, con la convicción de salir adelante junto con el país que los había acogido.
Dos años después, los hermanos Slim se mudarían a la Ciudad de México, y con sus ahorros, que sumaban 26 mil pesos, de aquellos, José y Julián crearían una sociedad mercantil llamada La Estrella de Oriente, bautizada así en honor a su lugar de origen.
Se trataba de una mercería muy famosa en tiempos de la Revolución Mexicana, ubicada en la Calle de Capuchinas -hoy Venustiano Carranza-.
Justamente, cuando los ejércitos de la División del Norte de Pancho Villa y los calzonudos y sombrerudos zapatistas al mando del llamado Atila del Sur, invadieron la Ciudad de México, en 1914 y 1915, el joven Julián Slim, de 26 años, le compraría a José su 50 por ciento de la empresa en 30 mil pesos.
Para 1921, Julián Slim estaba convertido ya en un pequeño Rey Midas. Todo lo que tocaba, lo convertía en oro. Ya tenía mercancía por un valor superior a los 100 mil dólares, y en el Centro Histórico de la Ciudad de México tenía, cuando menos, una docena de propiedades, gracias a que trabajaba a lo bestia y a su innegable talento empresarial.
Julián Slim lideraría por más de 20 años la Cámara Libanesa de Comercio, y en plena Revolución Cristera, entre 1927 y 1930, conformaría un censo de empresarios libaneses adoradores de la patria mexicana que los había arropado generosamente.
Aquellos empresarios tenían muy claro que la nación azteca debería consumir los productos hechos en México y diversificar las exportaciones nacionales con el mundo, razón por la cual emprenderían la Campaña Nacionalista con el fin de beneficiar al comercio, el empleo y el desarrollo de México.
Gracias a esa campaña, impulsada por los nacionalistas empresarios libaneses y mexicanos, que conformaban ya las cámaras de comercio del país, los productos fabricados en el país llevaban impresos la imagen de un águila con la leyenda Lo hecho en México, está bien hecho, que infamemente desapareció cuando entró en vigor la economía neoliberal que inundó a México de productos chinos y de empresas transnacionales. Pareciera que en México ya no se hace nada.
Sí, “la economía de la muerte” mató a la industria nacionalista, iniciada por aquellos probos empresarios libaneses y mexicanos nacionalistas.
¿Y cómo fue que Carlos Slim Helú, se convirtió en el hombre más rico del mundo? Aquí se lo diré mañana.