Sistema penal fallido
Freddy Sánchez martes 26, Abr 2016Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Saber que las cárceles en México están bajo el mando de la delincuencia, (al menos en un setenta por ciento), según reporte de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, no es una novedad.
Más bien la ratificación de un mal endémico de la nugatoria y aberrante política pública para el manejo de los francamente ilusorios Centros de Readaptación Social en el país.
Escuelas del delito como de antaño han sido llamados los penales, (tesis que no pocos ajenos a la realidad aun postulan), siendo que estos lugares son ahora una agencia de colocaciones de la delincuencia organizada, resulta por demás desastroso que en vez de mejorar simplemente empeore el manejo de las cárceles en territorio nacional.
De modo que frente a esta cruda realidad habría que hacerse una pregunta: por qué las mafias y no las autoridades gobiernan una prisión.
La respuesta a esta interrogante inevitablemente lleva a una conclusión: la corrupción.
Y es que cada uno de los penales que según la Comisión Nacional de los Derecho Humanos están bajo la férula de la delincuencia, (e incluso podría decirse que todos los centros de reclusión en México), parecen infectados por el mismo virus del tráfico de influencias y la venta de favores y prebendas.
No sería exagerado asumir que en cualquier cárcel dentro del territorio mexicano impera la ley del más rico y la del más fuerte.
En cuanto un interno aparece ante las fauces de los mandamases carcelarios tiene que enfrentar la disyuntiva de someterse al pago de extorsiones para llevar una vida en prisión relativamente menos oprobiosa o de plano convertirse en víctima de toda clase de ignominias.
Ante esta patética situación de las cárceles en México los responsables institucionales optan por la omisión y no pocas veces la complicidad con las mafias que están a cargo de gobernar una cárcel con la obvia secuela de sacar un provecho personal cobrando a los internos una cuota (que de acuerdo al sapo es la pedrada), para que el que pueda pagar haga lo que le plazca o deje de hacer lo que no le gusta.
Tal parece que todo tiene un precio en las cárceles, porque estando o no al mando de estos centros de reclusión la delincuencia organizada, siempre habrá un carcelero corrupto dispuesto a “sangrar” a los internos si estos demandan un trato especial, (ajeno al abuso y la agresión), que les permita la visita regular de sus familiares, el consumo de alimentos de su agrado, ciertas libertades para su esparcimiento, dormir en celdas con menos internos, acceder a un televisor o teléfono celular y demás canonjías que normalmente están a la venta del mejor postor en una prisión.
El hecho entonces de que la delincuencia esté al mando de un alto número de prisiones en nuestra nación, sencillamente demuestra la incompetencia y falta de voluntad política de los actores institucionales para hacer que cambie el entorno de los centros de encarcelamiento, ya sea por su codicia de enriquecerse con dinero de la corrupción carcelaria o su declarada ineptitud para pensar y adoptar un nuevo esquema institucional operativo en las prisiones que en verdad logre la readaptación social de los internos en lugar de que estos sean presas de las consabidas corruptelas imperantes.
Y en tanto así ocurra puede uno estar cierto de que en México seguiremos teniendo no solo cárceles inmersas en la corrupción sino un sistema penal fallido.