La democracia brasileña en tiempos de elecciones
* Especiales, _• Letras Iberoamericanas •_ viernes 10, Sep 2010En vísperas del bicentenario de la independencia de nuestra nación y de una gran parte de las naciones de América Latina, es importante retomar la importancia de las personas en el cambio de rumbo de nuestras sociedades. En este sentido la democracia juega ya un papel importante.
Las votaciones en este siglo, son para Iberoamérica, una forma de expresión colectiva sobre el rumbo a seguir. El voto depositado en la urna no significa sólo un acto aislado de decisión, sino representa la voz de toda una nación sobre sus aspiraciones, sus derechos, sus obligaciones y su reconocimiento del pasado.
Estimados lectores, nuestro querido Brasil vive un momento de reflexión entre sus ciudadanos. Es el momento de saber la opinión de los brasileños sobre su percepción del gobierno de izquierda del presidente Lula. Es momento que la voz colectiva se levante a pedir continuidad o cambio. Es también momento de pensar que se puede construir en la diversidad. La democracia, con sus múltiples mecanismos (entre ellos el voto) nos permite poner en un mismo momento y en un mismo lugar a las clases sociales y políticas de un país.
Es por esto que el regalo que nos otorga Maira de Melo desde Sao Paulo es un momento de reflexión en el destino de uno de nuestros países. Esperemos que los ciudadanos brasileños cuenten con la información necesaria y útil para tomar la mejor decisión. Iberoamérica se los agradecerá.
Edgar Gómez
coordinador Letras Ibero@mericanas
edgargomez_cide@yahoo.com.mx
Maira de Melo Vieira
En el próximo mes de octubre, los brasileños irán a las urnas para elegir una “nueva” generación de gobernantes. Serán electos el nuevo presidente del país, los nuevos gobernadores de los estados federativos, nuevos senadores, diputados federales y estatales. Más de una centena de candidatos intentan llamar la atención de los electores de varias formas. La propaganda electoral está extendida en todas las esquinas y muros de las grandes ciudades. Los coches con propaganda electoral circulan en horarios de grande movimiento para que sean vistos y recordados en el momento de la votación.
Candidatos desconocidos hacen sus promesas y piden votos en los diez segundos que les san concedidos en el programa electoral obligatorio en la tele y en el radio, mezclados a las propagandas largas y vistosas de los candidatos de los principales partidos, elaboradas por los principales profesionales del mercado publicitario brasileño.
Aunque este debería ser el inicio de un nuevo ciclo virtuoso en la democracia brasileña, las caras no son nuevas. Muchos de los candidatos son viejos conocidos de la población brasileña, por estar involucrados en escándalos de corrupción y propina en su actividad política anterior. Otros se quedarán conocidos por otros medios: son cantores, jugadores de fútbol, presentadores de tele… Todos súbitamente dotados de una profunda formación política e interés social que, segundo sus innumerables promesas de campaña, les permitiría cambiar los destinos del país.
Así es que el proceso electoral se transforma en un verdadero circo (¡hora de las vanidades, hora de los horrores!), para el bien de la democracia brasileña. Encontramos ejemplos de esa afirmación en dos situaciones emblemáticas.
El primero llega con ciertos personajes que hacen de la política un asunto poco serio; por ejemplo: un cantante de músicas populares es ahora candidato a diputado federal. Se tornó conocido hace una decena de años por su estilo divertido y bizarro, con chistes muchas veces nada graciosos. Su campaña está basada en una pregunta sencilla, una respuesta absurda y un pedido, que ofende la inteligencia del elector: “¿Sabes lo que hace un diputado federal? ¿No? ¡Yo también no lo sé! ¡Pero vota para mí que se lo diré cuando lo sepa!” Otras frases demuestran su estrategia de campaña: “Vota para mí, pues [la situación del país] no se quedará peor que ya está” o “Vota para mí, “abestado!”, siendo este último un término del lenguaje coloquial brasileño que significa algo como “burro”. Son los loros de la democracia, que permiten que una campaña que trata al elector como estúpido sea validada por la ley y difundida por todos los medios de comunicación nacionales, violentando el poder de decisión del elector. Nos queda esperar que este electorado no sea tan burro como el candidato lo cree.
El otro ejemplo que mencionamos arriba se refiere a una reciente discusión llevada a cabo junto a los tribunales brasileños sobre una ley de 1997 que prohíbe chistes con los candidatos a cargos políticos en período de elecciones. Los dispositivos de la ley que contenían y regulaban esta prohibición fueran cuestionados por una asociación representativa de los medios de comunicación, que destacó que dichos dispositivos ofendían profundamente la libertad de expresión, garantida por la Constitución Federal brasileña, creando una nueva forma de censura a los medios de comunicación. Sin embargo, la ley fue apoyada, expresa o implícitamente, por algunos candidatos – porque evitaba que sus “antecedentes” políticos fueran expuestos e cuestionados – y, ¿por qué no?, tenidos como ridículos – en frente a los electores. Felizmente, en una votación ocurrida recientemente, el Supremo Tribunal Arbitral brasileño suspendió provisoriamente los efectos de las dichas disposiciones. Así como la libre expresión DE LOS candidatos, la libre expresión SOBRE LOS candidatos está garantizada hasta el 31 octubre… Una victoria más de la democracia brasileña.
Aparte de las caricaturas del proceso electoral brasileño, es tiempo de una reflexión sobre el rumbo del país en los próximos años. Poco menos de ocho años atrás, el mundo se preguntaba cual sería el futuro de Brasil con su primero gobierno de izquierda después del fin de la dictadura militar, que duró hasta el inicio de los años ochenta. Ocho años después, el mundo se pregunta cuál será el futuro de Brasil con la salida del presidente Lula del puesto más alto de la política brasileña. La evolución económica y social por la cual pasó Brasil en ese período, mismo en tiempos de crisis mundial, no pasó desapercibida, y el país es más respectado que nunca como un actor importante del escenario no solo regional, sino que también verdaderamente internacional.
Los candidatos a la sucesión presidencial ya son conocidos del gran público. La candidata del Presidente, tradicional militante de la izquierda brasileña desde los tiempos de la dictadura y Ministra del actual gobierno hacia recientemente, aunque no tenga un fuerte apelo popular y un proyecto político muy bien definido (sino el de continuar con el rumbo del actual Presidente), cuenta con la imagen del presidente Lula para hacerla parecer la mejor escoja a los ojos del electorado. Por su parte, el principal candidato de la oposición fue Ministro durante el mandato del ex presidente Fernando Henrique Cardoso y concurrió con el presidente Lula en las elecciones presidenciales de 2002, cuando el actual Presidente fue electo por la primera vez. En su proyecto político, nada de nuevo, sino que la ya vieja oposición al partido ora en el poder, en medio de acusaciones de corrupción y fraudes.
Pero un denominador común es reconocido por ambos los candidatos y no puede ser ignorado: la palabra más importante de esas elecciones es continuidad. Ese deseo parece estar bien reflexionado también en la voluntad del elector, manifestada en las pesquisas realizadas hasta el momento: el equipo del presidente Lula tendrá por lo menos más cuatro años para dejar el país más lejos de su tradicional caracterización como “el país del futuro” y tornarse, finalmente, el país del presente, disminuyendo las diferencias y aproximando cada vez más el desarrollo económico de aquel político y social, elementos esenciales de una democracia cada vez más sólida.