Las verdades a medias y el gran paso
¬ José Antonio López Sosa martes 22, Mar 2016Detrás del Poder
José Antonio López Sosa
No hay peor lucha que la que no se hace. Esa lucha diaria es la que están viviendo por un lado, la administración del presidente Obama desde Washington y por el otro, el régimen de Raúl Castro dentro de Cuba.
Tras la histórica llegada del presidente de los Estados Unidos y la reunión bilateral en el Palacio de la Revolución en La Habana, hubo declaraciones claras que atan a cada uno con su realidad, con sus ideas y con su forma de ver el mundo.
Obama aseguró que el embargo terminará, no se sabe cuándo pero tendrá que cesar. Raúl Castro aseguró que Cuba trabaja por respetar todos los derechos humanos, que ningún país los cumple por completo, pidió también un listado con presos políticos en un claro mensaje tácito de que, en Cuba no los hay.
Verdades a medias. Es una verdad a medias asegurar que el embargo terminará, sobre todo cuando no ha habido un cabildeo claro en el congreso de los Estados Unidos para tal efecto.
Es una verdad a medias que Cuba trabaja en respetar todos los derechos humanos, cuando si yo me manifiesto mañana con un grupo de cubanos en La Habana, estaría sujeto a ser aprehendido.
Ahora bien, esto no quiere decir que sea negativa la visita de Obama a La Habana y la reunión con Castro, todo lo contrario, es un gran paso que pone un ejemplo a nivel internacional de cómo se puede coexistir, de cómo se puede vivir respetando al otro, de cómo los Estados Unidos deben ya dejar de ser la policía del mundo.
Obtusos aquellos que creen que Obama debe ir solamente a los países donde se respetan los derechos humanos a cabalidad, cosa que no sucede ni en los Estados Unidos, basta ver un día en la cárcel de Guantánamo, ese pedacito de Cuba en manos estadounidenses.
Me parece que se trata de exigir como sociedades, como ciudadanos que se cumplan los derechos humanos, que se respeten las voces ciudadanas y se garanticen las libertades en los países, pero no desde la Casa Blanca, ya culminó esa época donde las dos súper potencias, la extinta Unión Soviética y los Estados Unidos eran los jueces y policías, debemos dejar atrás la idea que los Estados Unidos es el parámetro para saber qué país es democrático y cuál no.
Incluso la democracia estadounidense da espacios para que fascistas como Donald Trump pretendan gobernar democráticamente.
Esto tampoco quiere decir que el gobierno de Cuba esté en lo correcto, sin lugar a duda los derechos de los cubanos están limitados a la voluntad del gobierno, a la voluntad del Partido Comunista. Los románticos izquierdistas y activistas de café (o facebook) que siguen creyendo en la revolución cubana como la panacea de América Latina, viven en un cuento kafkiano del cuál no quieren despertar.
Cuba tiene mucho que cambiar, no necesariamente mercantilizando, no necesariamente haciendo un modelo estadounidense replicado en La Habana, sencillamente corrigiendo los errores de estos más de 50 años, así como los Estados Unidos deben corregirlos también, en su anterior y alevosa relación contra Cuba y su revolución.
Esta visita es un gran paso, deben seguir más cambios de ambos lados, aunque los radicales de uno y otro lado se opongan.
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