Adelantados
Ramón Zurita Sahagún jueves 3, Mar 2016De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
¿Cuál es la prisa de los diversos actores políticos por incluir sus nombres como prospectos en la sucesión presidencial?
Son ellos o los oficiosos los que mencionan a unos y otros y los políticos simplemente se dejan querer, sabedores muchos de ellos que no figuran realmente en el escenario considerado para el proceso electoral del 2018.
La carrera presidencial se encuentra desatada, aunque los propios partidos intenten negarla y los prospectos mencionados se escabullen para no incurrir en desacato ante sus jefes.
Es cierto que no es la primera ocasión en que las menciones de los aspirantes se multiplican, pero si la primera en la que las mediciones se multiplican y los sondeos abundan, incluyendo a muchos políticos que poco tienen que hacer en esta extensa lista.
Pareciera ser que se trata de presentar un aparente vacío de poder o de desviar la atención sobre otros temas prioritarios, incluidos los procesos electorales del cinco de junio, donde los partidos tendrán que mostrar parte de sus activos hacia el 2018. En la sucesión presidencial se vienen incluyendo una serie de personajes que se presentan como posibles candidatos independientes, sabedores que esa figura está destinada a solamente uno de ellos o que incluso no está considerado dentro de ese núcleo.
Siempre el atractivo de ser candidato presidencial desata muchas ambiciones, ya que dentro de ese selecto grupo se incluyen nombres alejados de esa posibilidad y no siempre el que más menciones tiene resulta ser el abanderado de su partido o de otros.
Es cierto que el activismo mostrado por Vicente Fox Quesada en 1997, cuando en los comicios intermedios se destapó como aspirante presidencial del PAN le redituó en ser postulado por ese partido y hasta en ganar la Presidencia de la República.
También que Enrique Peña Nieto nunca confesó sus aspiraciones presidenciales con tanta anticipación, pero todos sabían que sería el candidato presidencial de su partido (PRI).
No siempre ha resultado así, aunque dentro de la izquierda se supo con mucha anticipación que Cuauhtémoc Cárdenas sería el candidato en 1994 y 2000, aunque en ésta Porfirio Muñoz Ledo le disputó, sin éxito la nominación.
También se supo que Andrés Manuel López Obrador iría en 2006 como candidato de la izquierda y repetiría en 2012, con todo y que Marcelo Ebrard Casaubon intentó arrebatarle la postulación.
En los demás partidos se juega al encubierto o tapado, como se decía antaño.
Santiago Creel Miranda era favorito sobre Felipe Calderón Hinojosa, quien jugó con el mismo argumento de Vicente Fox Quesada y se destapó con antelación, lo que le valió ser relevado de su cargo dentro del gobierno federal. Calderón siguió la ruta trazada por Fox Quesada en todos los aspectos, ya que le dio la victoria al partido blanquiazul.
Ernesto Cordero Arroyo pensó que sería el candidato de su partido, pero Josefina Vázquez Mota le arrebató la posibilidad sin grandes dificultades.
Josefina se convirtió en un flan para las aspiraciones de los priístas de recuperar el gobierno federal.
Los priístas siempre se han manejado con mayor discreción que los otros partidos en cuanto a los nombres de sus aspirantes.
Alguna vez han recurrido a pasarelas en las que distraen presentado a un número mayor al de los verdaderos prospectos presidenciales.
En la sucesión de Miguel de la Madrid jugaron con seis, tres de verdad y tres de relleno: Manuel Bartlett Díaz, secretario de Gobernación; Alfredo del Mazo González, secretario de Energía y Carlos Salinas de Gortari, secretario de Programación y Presupuesto, fueron parte del primer grupo y Ramón Aguirre Velázquez, jefe del DDF; Sergio García Ramírez, procurador general de la República, y Miguel González Avelar formaban parte del grupo distractor.
Todos sabemos cómo se definió aquella sucesión llena de enredos y hoy los protagonistas pertenecen al círculo cercano del poder.
Antes de ello, en la sucesión de Luis Echeverría Álvarez, se mencionaron siete nombres: Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación; Hugo Cervantes del Río, secretario de la Presidencia; José López Portillo, secretario de Hacienda; Porfirio Muñoz Ledo, secretario del Trabajo; Augusto Gómez Villanueva, secretario de la Reforma Agraria; Luis Enrique Bracamontes, secretario de Obras Públicas y Carlos Gálvez Betancourt, director del IMSS.
La mención fue hecha por el entonces secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade y como en otras ocasiones, la realidad hablaba de dos personajes (Moya Palencia y López Portillo) y cinco añadidos.
El PRI llegó al extremo de jugar a la democracia y abrir su elección con la participación de cuatro candidatos (Francisco Labastida Ochoa, Roberto Madrazo Pintado, Manuel Bartlett Díaz y Humberto Roque Villanueva), con dados cargados a favor de uno (Labastida Ochoa).
Lo intentó nuevamente con la operación fallida del TUCOM, donde el objetivo era Roberto Madrazo Pintado y la mascarada de elección entre este último y Everardo Moreno Cruz. Esas dos elecciones las perdió el PRI, por lo que prefirió dejarlas de lado y regresar a las viejas prácticas, aunque ahora aderezadas por las candidaturas de unidad.
Ahora a poco más de dos años, la cascada de nombres se desliza de uno a otro lado, posicionando a una serie personajes que, la mayor parte de ellos, no lograrán siquiera formar parte de la papeleta oficial.
Veremos, con el paso del tiempo, cuántos de ellos se van cayendo en el camino y cuántos más resisten las pruebas que se avecinan.
Dentro del partido en el gobierno, varios no superarán su propio reto y de los opositores otros se desinflarán, mientras que de los que se consideran independientes, tal vez el que vaya a enarbolar esa bandera ni siquiera se encuentra entre los mencionados ahora.