Despechos, sobre la razón de Estado
Francisco Rodríguez martes 1, Mar 2016Índice político
Francisco Rodríguez
En todos los rincones de México los ciudadanos se preguntan ¿cómo es posible que las decisiones políticas hayan llegado al grado de imprecisión y locura al que han llegado? El caprichato imponiéndose a la moderación y a la cordura. Las pasiones personales, por encima de cualquier razón. Los intereses monetarios de las camarillas, por encima del Estado.
Los favores, coronando siempre las ambiciones de los insaciables, de los más cercanos a la depredación. Los amigos íntimos, cabalgando sobre las debilidades personales de quienes ostentan una responsabilidad, traicionando la confianza de los electores, si en verdad existieron, si su voluntad fue cierta.
Regida por los símbolos y avatares de la sensibilidad, la política es la más celosa y trágica de las profesiones. Exige de los aliados en la empresa todos los sacrificios, la entrega, la disciplina y la lealtad de que sean capaces. En el desempeño de esas tareas es común que se pierda el mínimo sentido de la proporción para con los gobernados y, lo que es trágico, para sí mismos.
El trágico romance de Filipo II con Pausanias
El político es un homicida de sí mismo. Lo dijo Pedro Calderón de la Barca, el gran dramaturgo del Siglo de Oro español. El jardín de Falerina es la obra más reveladora de los motivos y alcances del despecho en el tráfago público.
Existen varios ejemplos clásicos de lo que se afirma, pero ninguno es comparable con el sucedido al monarca de la antigua Macedonia, Filipo II, padre de Alejandro Magno, el mayor conquistador de la historia, el que fue educado por el gran Aristóteles, preceptor de lujo al que el exótico guerrero dejó haciendo su zoológico particular, cuando partió a la conquista de Asia.
Desde cada territorio conquistado, Alejandro Magno enviaba el animalito representativo al filósofo dejado en la casa real, con motivo de que lo clasificara y enjaulara en los vastos jardines. En esa tarea se desarrollaron las aptitudes y los últimos días de Aristóteles, uno de los más grandes pensadores de la antigüedad clásica.
Pues bien, Filipo de Macedonia tenía entre los cinco miembros de su guardia personal al marmóreo Pausanias, un guerrero fiel, del que Filipo estaba realmente prendado. Celosos, los generales de sus ejércitos diseñaron un plan para vejar al amante, una noche antes de la batalla más importante que pudiera librar el monarca macedonio.
Pausanias, desastrado, violentado y violado por la tropa, acudió ante Filipo, exigiéndole castigo para los militares bajo su mando. La noche que el ejército veló armas para la gran confrontación, Filipo perdió el sueño, valorando las acciones que debía tomar.
Era cierto que el general Atalo había alebrestado a la gandalla. Eran ciertos los conceptos que alegaba el joven Pausanias sobre los celos entre la guardia que habían provocado el grave desacato al favorito del temible y pasional rey.
Pero igualmente era cierto que Filipo estaba imposibilitado de tomar una acción resarcitoria de ese tamaño, en medio de los fragores de la conquista, no podía castigar a los generales que habían participado en la orgía, so pena de ver disminuido a su ejército, degradar y disminuir la capacidad de sus mandos y poner en riesgo la batalla. Optó por tragarse las graves injurias a su preferido.
El historiador Diódoro Siculo, que tuvo acceso a las pláticas personales de Aristóteles, cuenta que Pausanias, ofendido en su pasión, esperó ocho años para maquinar su venganza contra el monarca. Lo hizo durante una celebración familiar. Aprovechando su acceso al monarca, el guardia real actuó con calculada reflexión.
Se acercó al monarca y hundió sobre las espaldas de Filipo una filosa espada, dándole muerte de manera instantánea. Se dice que Alejandro Magno ordenó a Atalo ejecutara al mancebo en el acto, para evitar que fuera interrogado y enterrar para siempre esa historia pasional. Alejandro heredó el trono y todos los roles psicológicos del padre.
Pasiones marcadas por las vicisitudes del poder
Marguerite Yourcenar, la autora de El joven persa, primera fémina integrante de la prestigiada Academia Francesa, relató a su manera diversas tragedias de los favoritos que rodearon al poderoso Adriano, emperador romano, revelando en parte los más reveladores pasajes de la antigüedad.
En Rojo y negro, Sthendal lo resumió: “Ir sin amor por la vida es como ir al combate sin música, como emprender un viaje sin un libro, como ir por el mar, sin una estrella que nos oriente”.
Últimamente, la escritora colombiana Virginia Vallejo, perdida por el amor al narcotraficante Pablo Escobar, en su tiempo el sexto hombre más rico del mundo, escribió sus angustias en el famoso libro Amando a Pablo, odiando a Escobar, en el que relata los intríngulis de una pasión marcada por las vicisitudes del poder.
La política y su necesario correlato, el poder omnímodo, no está eximida de ser el escenario ideal de historias de amor y venganza, de odio y locura, de vida y muerte, lo retrata con precisión la británica Emily Bronte, en su fenomenal Cumbres borrascosas. A menudo, las lágrimas son la última sonrisa del amor desenfrenado.
Cada vez más, la política se torna más visceral
Las grandes y traumáticas tragedias políticas son provocadas por mínimas y graves imprudencias. Casi siempre, los poderosos sin preparación, llegan a entender las verdades como agravios, y allí se arma “la de Dios es Cristo”, llevándose entre las patas lo que se encuentre a su paso.
Por ello, el ciudadano debe estar siempre alerta de los signos y los sucesos que se escenifican al interior de las cortes y los palacios. Porque las tragedias no sólo son privativas de los grandes escenarios o de los majestuosos recintos del poder.
Es común observar que, a medida que se reducen los espacios geográficos del ejercicio del mando, la política se torna más visceral y por ello más complicada. Es más difícil ser gobernador que ser presidente, porque éste tiene mayor posibilidad de delegar atribuciones y la cauda de subordinados, más elementos para resolver lo complicado.
Empoderamientos nacidos de pasiones febriles, de locuras sin recato
Asimismo, es más difícil ser presidente municipal sin presupuesto, porque se tiene que oficiar de todo, desde celador, oficial del Registro Civil, conciliador, inspector de mercados, maestro de ceremonias y encabezar las protestas de los agraviados. Todo, con mayores escrúpulos, pues se está en el centro de las miradas, del ludibrio público, de la acera crítica.
Por ejemplo, y aunque el asunto pudiera resultar burdo cuando se compara con las grandes tragedias, esto es lo que pasa en cualquier región geográfica de las que actualmente se encuentran en disputa política en nuestro país. Veracruz es un laboratorio de pasiones, donde el dolor del llamado gobernante en turno, deriva de su imposibilidad de imponer como candidato al favorito.
El gobernante es capaz de cometer la imprudencia que el lector se imagine, una vez que su favorito, Alberto Silva Ramos, conocido como “El Cisne”, colmado de todas las prebendas, no fue capaz de alcanzar la postulación por la afrenta al pudor y al sentido común de caballo que significaba ese lance.
Del caso poblano, el reino de Moreno Valle, mejor ni hablar. Todo está dicho. Toni Gali, el favorito indiscutible, ha destrozado familias, coaliciones históricas, proyectos sólidos, y todo aquello que ose obstaculizar su empoderamiento, nacido de pasiones febriles, de locuras sin recato.
¿Es posible y siquiera razonable esperar que esto cambie? ¿O más que la corrupción, éste es el verdadero signo de la condición humana de nuestros próceres? ¡Pobre México!
Índice Flamígero: Y sobre otro tipo de pasiones nos escribe hoy don Alfredo Álvarez Barrón: “¡Qué mezquino y cicatero es el señor Donald Trump! Toda su estrategia de campaña se basa en la incierta promesa de construir, en palabras del estadista Vicente Fox, “un jodido muro” a lo largo de la frontera México-Estados Unidos con cargo al erario nacional. Pobre ingenuo, debería aprender de nuestros honorables políticos en tiempos electorales, verdaderos amos de la promesa fallida: sus propuestas también son irrealizables, pero suenan más convincentes.” Sobre ello El Poeta del Nopal crea un lúcido epigrama: “Arropado en la bandera / de un falso nacionalismo, / promete, con optimismo, / una infranqueable barrera; / pero en su magra sesera / no caben razonamientos, / su muro de los lamentos / es como nieve en agosto: / si México asume el costo / ¡no llega ni a los cimientos!”.
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