Veracruz: el ejemplo de la corrupción y la deshonra
Francisco Rodríguez lunes 29, Feb 2016Índice político
Francisco Rodríguez
Existen políticos brillantes, mediocres, decididamente malos, incluso negativos y perjudiciales y, desgraciadamente, al final de la clasificación, Javier Duarte de Ochoa, en mala hora hecho gobernador de Veracruz por desempeñar el papel de Tartufo, el famoso impostor que, por su ignorancia y ciega obediencia, en este caso, a los mandarines locales, llegó a hacerse indispensable en la corte jarocha.
Y existen gobiernos que no tienen la autoridad moral, necesaria para actuar de inmediato en casos de urgencia, de control de daños, de inminente zozobra pública, de naufragio. Sumiso hasta la obsesión, en la búsqueda de su ascenso, Javier Duarte recurrió a todo, con tal de lograr su empeño. Hoy, como todo buen pelmazo, odia a todos sus benefactores. Hasta a Chara Mansur, el inolvidable dueño de “Los Cafeteros” de Córdoba, quien le dio su primera oportunidad como cargamaletas, condición para que el generoso mexicano-libanés lo introdujera después con sus viejos amigos políticos, para que lo ocuparan… como quisieran.
Hoy, este hombre de voz tiple y codicia infinita está en el centro de la inmundicia nacional. No sólo arrasó con la economía veracruzana, no sólo avergonzó a su ciudadanía con sus modos y maneras, no sólo denigró sus símbolos emblemáticos, los derechos a la vida de los periodistas y críticos objetivos, no sólo ofendió la inteligencia y la varonía jarocha, sino puso en jaque a todo el gobierno.
Dicen que los pelmazos y mequetrefes, ahogados en riquezas por la vida, llegan a creerse tan inteligentes y grandes, que odian al que les dio de comer, a quien los vio jodidos e interpretan las verdades como agravios.
El caso de Javidú (como es conocido por su corte de enriquecidos confidentes y favoritos) rebasa casi cualquier calificativo.
Pero tan nefasto y deletéreo es lo que Duarte hizo y sigue haciendo con Veracruz, como el “oso” que acaba de escenificar la federación para extirpar ese tumor maligno, que ya se convirtió en metástasis y está contaminando la política nacional y el frágil escenario de las elecciones estatales, casi todas marcadas por sellos de amor y desamor, entre gerifaltes y favoritos despechados.
¿Acabar con Duarte a golpe de boletines?
Y toda la corte de los milagros echó su cuarto a espadas. Apostó al unísono al mismo número de ruleta que les indicaba al sistema: irse con todo para defenestrar al “Chabelo”, apodado así desde que Miguelito Alemán lo mandaba por las cocas en su campaña por la gubernatura y el “Tío Fide” asentía y lo “cilindreaba”, toda vez que era el “dueño de su carta”.
Pensaron acabarlo a golpe de boletines. Como se mata una mosca, decía el viejo Churchill, a periodicazos. Y como aquí los boletines son más transparentes que un perro entecado (quizás por la falta de comunicadores profesionales en las oficinas de prensa que instalaron), ya da hasta hueva leerlos. Nadie les cree, es algo de lo más desprestigiado.
Todos los miembros del “alto” entorno exigieron en público su cabeza, pues pensaban que sólo era cosa de engrosar el coro de los “ofendidos”, gritando sandeces al pie del patíbulo. Pensaron que la guillotina estaba afilada, el templete bien montado y el verdugo decidido. Que iba a ser más fácil que la tabla del uno.
Casi tan fácil y espontáneo como en Fuenteovejuna, “todos a una”. No habría ningún problema para aplicar la uña del dedo meñique de la poderosa mano del Estado, para descargar toda la fuerza y rigor del “monopolio de la violencia legítima” contra el descarriado admirador y émulo del dictador Francisco Franco.
Vamos, hasta el colmilludo y experimentado Manlio Fabio Beltrones, curtido en ocho sexenios presidenciales y ocupante de todos los cargos de representación popular y ejercicio del poder, exigió inmediatamente la cabeza del Tartufo. Movilizó su maquinaria para dejar constancia de que también se había sumado a tiempo al coro de la ignominia.
Desgastaron, en un momento difícil, su autorizada voz e inspiración política.
Pero, como siempre, volvieron a leer al revés el manual de procedimientos. “Decidió”—es sólo una expresión— equivocar el camino… y jaló para las montañas de Ubeda.
En lugar de fincarle al guasón veracruzano las responsabilidades incriminantes, las acusaciones graves de que se le acusa en todos los confines del estado y del país, dar el manotazo en la mesa de la Secretaría de Gobernación, sólo cumpliendo sus funciones y operar el desagravio público de inmediato, como debe ser en cualquier Estado que se respete, o hasta en la oficina de cualquier regidor de rancho, se optó por la peor manera.
Se firmó su acta de rendición anticipada, vergonzante, frente a un mequetrefe de la peor ralea, frente a un defraudador de poca estofa.
Frente a un improvisado que daño maquinadamente la línea de flotación del sistema, ejemplo emblemático por su inoperancia e ineptitud. Un desafío para cualquier estulticia.
Duarte: que sí se iba, pero..
La respuesta del Duarte fue inmediata y ya anda en boca de “Radio Bemba” en Veracruz —la difusora de mayor audiencia en el estado costero—: si renuncio, haré público lo recaudado por los “moches”.
Y a la amenaza de ¡háganle como quieran!, se reculó de inmediato”. Después de ese desaguisado, inmediatamente mandó a confeccionar boletines sosos y a filtrar mensajes de que el badulaque de Veracruz pidió y le fue concedida una segunda oportunidad, a cambio de garantizar que ganaría la elección a favor del abanderado priísta, que hoy anda más asustado que cuando aceptó la postulación.
Así que ya pueden ir recogiendo sus trapitos los gritones del patíbulo.
Ya se puede destapar su cara el verdugo.
Ya deben desmontar el templete de la ejecución. Escapó el condenado y llenó de vergüenza a sus cómplices.
Todo ha sido un paripé de risa loca y de vergüenza inaudita. Pasó lo mismo que cuando demostraron su ineptitud frente al hoy poderoso “Basuritas” del PRI-DF o frente al nefasto guerrerense Ángel Aguirre.
Nunca han podido redactar una averiguación sustentada.
Además de ser cómplices, son presa del escarnio, del ludibrio público, de la risotada general. Peor: de la reprobación nacional y mundial.
Sólo operan cuando el plato es servido y la orden es dictada desde las agencias de investigación extranjera. Aunque digan que ellos atraparon a “El Chapo”, todos sabemos que lo hicieron desde afuera. Los de aquí sólo están para esquilmar… y hacer ridículos espantosos.
Javidú y sus amigos de aventura erótico-político-musical pueden prepararse para irse campantes a gozar los miles de millones mal habidos.
Que el pueblo veracruzano se quede temblando, no es su problema.
Lo paradójico es que se salvaron en la tablita: dando un ejemplo de corrupción y de deshonra, que deja maltrecho el sistema de vida que deseamos los mexicanos.
Comprobando que todos están trabajando para su santo. Por lo visto, con estos maleantes, nunca llegará.
¿Alguien podrá castigarlos? ¡Qué vergüenza! ¡Lástima de ropita! ¿O no?
Índice Flamígero: ¿Y el otro Duarte? ¿El de Chihuahua? ¿Al que ya no le dicen gobernador, sino “señor banquero”? ¿También lo van a llamar a para que los chantajee? ¿También le dirá que ¡aguas!, porque los de acá “del centro” también son cómplices en el saqueo a las arcas de la entidad norteña? ¿Otro “oso”? + + + Y en el sureste otro fin de fiesta al estilo tricolor.
El senador campechano Daniel Ávila Ruiz denuncia que en Yucatán tienen su “lavandería” funcionarios públicos. ¡Auténtica política peninsular! Pero, ¿qué en Campeche no hay cuentas pendientes del ex gobernador Fernando Ortega Bernés?
¿Por qué no denuncia esa ausencia de probidad tan lacerante en una entidad como la que le es propia? + + + Y en Oaxaca deciden que el apellido Murat es de mal fario electoral y deciden que el junior Alejandro, mexiquense de nacimiento acometa parricidio. ¡Que no hará campaña con el patronímico protervo!
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