Otra crisis en el PRD
Ramón Zurita Sahagún viernes 26, Feb 2016De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Si algo ha mostrado el perredismo a lo largo más de un cuarto de siglo, es que las lecciones del pasado no las aprenden y continúan cometiendo los errores de siempre.
Todavía no se reponen del fuerte golpe electoral del año pasado y ya se encuentran en una vorágine que amenaza arrastrarlos en varios de los estados donde son considerados competencia.
Es cierto que los perredistas podrían ganar algunos de los varios estados donde van en alianza con Acción Nacional, pero son aquellos en los que los blanquiazules nombraron al candidato.
Dos entidades en los que los perredistas amarraron la coalición con el partido de la derecha y se advertían como fuertes competidores se encuentran hoy sometidos a la descalificación de sus propios militantes, luego de una nominación realizada en convenciones consideradas como amañadas.
Oaxaca y Zacatecas se encuentran dentro del presupuesto del partido del sol azteca, donde la alianza con el PAN y otros partidos podría llevarlos al triunfo electoral.
Eso precisamente desató una competencia interna por convertirse en el abanderado de esa alianza, donde el PRD llevó mano en la selección del candidato a gobernador.
La dirigencia perredista estableció su método de elección del abanderado, el que fue modificado en algún momento, pero de todas formas aceptado por los contendientes.
Sin embargo, algo falló que los dos procesos internos, los que resultaron sumamente cuestionados, generando inconformidad con los derrotados y llevando impugnaciones hasta los tribunales electorales.
Algo no saben hacer los perredistas, cuyos cálculos caen por el suelo y sus negociaciones quedan a medias.
Cuando se inició el proceso electoral, la dirigencia perredista consideró seis estados para la alianza con el PAN, de los que en tres de ellos el PAN escogería candidatos y en los restantes tres lo harían los del sol azteca.
Las seis entidades se advertían con muchas posibilidades de ser ganadas por esta alianza conformada, principalmente, por perredistas y panistas, cuyo éxito había dado cuenta seis años antes. En aquel entonces no existió tanto rodeo y de los estados aliancistas Oaxaca, Puebla y Sinaloa, habían redituado la victoria.
La alianza del partido de derecha y el principal de izquierda, de aquel entonces, mostró ser excelente para propósitos electorales, ya que en Durango e Hidalgo no consiguió las victorias, pero sí estuvo cerca de lograrlas.
José Rosas Aispuro y Xóchitl Gálvez Ruiz pusieron en predicamento a los candidatos del PRI, Jorge Herrera Caldera y Francisco Olvera Ruiz, respectivamente en Durango e Hidalgo, quedando a dos y cinco puntos porcentuales de la victoria.
Bajo esa experiencia, los mismos partidos pactaron una secuela de la alianza. Las entidades elegidas fueron Oaxaca, Tlaxcala y Zacatecas, en las que irían con candidatos surgidos del Partido de la Revolución Democrática. Durango, Puebla y Veracruz, serían los de Acción Nacional.
Se antojaba la victoria en la mayor parte de ellos, pero la rebelión contra la alianza de la senadora panista Adriana Dávila y su advertencia de que ella iría a la contienda, sin importar por cual partido, aunado a la tozudez del grupo perredista que encabeza el senador Luis Miguel Barbosa, tiró por la borda la alianza en Tlaxcala y Puebla.
En esas entidades (PAN y PRD) postularán a sus propios candidatos.
Descartados dichos estados, los aliancistas siguieron de frente en Durango, Oaxaca, Veracruz y Zacatecas. Dos y dos, según lo pactado.
Durango y Veracruz han sido tersos para seleccionar a los candidatos, aunque se encuentran en etapa de precandidatos. El PAN decidió repetir candidatos en ambos estados, ya que éstos quedaron a dos puntos de la victoria.
José Rosas Aispuro y Miguel Ángel Yunes Linares abanderarán dicha alianza.
Oaxaca y Zacatecas, donde el PRD lleva mano en la selección del candidato, resultó sumamente raspado el proceso, aunque se mantiene la alianza con el PAN.
Los dos estados se consideran sumamente ganables con la alianza consolidada y sin fracturas en los partidos participantes.
Primero fue Zacatecas, donde Pedro de León Mojarro buscó el cobijo del perredismo al saber que no sería candidato a gobernador por el PRI, por diversas razones, aunque una de ellas fue la moralina priista que consideró que siendo cuñado del gobernador Miguel Alonso Reyes resultaba cuestionable nominarlo.
Los perredistas encontraron en él al personaje adecuado para encabezar la alianza con el PAN, pero surgió la figura de un contendiente Rafael Flores, quien surgió como candidato en una asamblea considerada a modo.
Hoy la alianza se mantiene, pero el nombre del candidato está impugnado y será los tribunales electorales los que determinen que procede.
Oaxaca presentó un escenario similar con un senador Benjamín Robles Montoya que sentía la candidatura en la bolsa y se manejaba como el próximo gobernador.
La convención del partido decidió otra cosa y resultó ser el abanderado José Antonio Estefan Garfias, que como en la mayoría de los casos de los candidatos a gobernadores del PRD tuvo militancia priísta, igual que Robles Montoya.
El resultado no le gustó a Benjamín Robles, quien se inconformó y hasta amenaza con ser candidato de otro partido y llevarse sus activos fuera del PRD.
La situación no es fácil para los perredistas que ahora se amparan en otra alianza, surgida al rompimiento de las de Puebla y Tlaxcala, la de Quintana Roo, donde otro ex priísta, Carlos Joaquín González será el candidato, si es que no hay nuevos rompimientos y fracturas dentro de este partido de izquierda, que está a punto de ser desplazado por Morena como primera fuerza de izquierda del país.