El DF, laboratorio constitucional
Francisco Rodríguez jueves 25, Feb 2016Índice político
Francisco Rodríguez
Es refrescante observar los resultados que casi a diario rinde el gobierno de la nueva Ciudad de México, un orgullo de la política social reconocido ampliamente en todos los foros de expertos, asociaciones no gubernamentales y universidades de prestigio mundial. Será porque no se encuentra atado a los designios de los mandarines. Gracias a su autonomía, es rara avis en el panorama.
Ajustándose a un concepto de ejercicio del Estado social y democrático de Derecho, los equipos administrativos de la Capital brindan satisfacciones, sobre todo en el área de protección a la población que habita en las zonas vulnerables, y que es considerada prioritaria en sus programas sociales.
Emulan “Médico en tu casa”
El Programa “Médico en tu casa”, ley obligatoria en la CDMX registra ya 2 millones de visitas a domicilio de necesitados, con consultas, medicamentos y seguimientos gratuitos y comprobados por instituciones internacionales de gran prestigio en el exterior, como la Universidad de Harvard. Su cobertura llega a los desprotegidos y se han integrado brigadistas médicos de universidades, politécnicos e instituciones de asistencia que comprueban su eficacia.
Ha sido adoptado por cuatro gobiernos locales y latinoamericanos, así como países del Oriente Medio y franjas europeas con las mismas necesidades emergentes de población desvalida. Su almacigo de experiencias en el ramo ha incorporado en sus tareas a profesionales de la gestoría gratuita en todos los trámites administrativos familiares, fuente de posibles conflictos. La marca CDMX se identifica con sellos de calidad y altruismo.
Una nueva aportación es que, desde hace unos días, merced a ser ley obligatoria y vinculante, ya puede pedirse su actuación desde cualquier domicilio de la ciudad, independientemente de estar ubicado en zonas residenciales o deprimidas. Todo un éxito ciudadano, que devuelve la confianza y la credibilidad en cualquier gobierno de toda latitud.
Justicia social, el signo
El programa de liberación anticipada en beneficio de indigentes, minorías étnicas, indígenas y migrantes, recluidos por delitos no graves, así como la cobertura de sus fianzas, descongestiona el sistema penitenciario de inocentes recluidos con cargas graves y señala un nuevo derrotero de estricta justicia social, no vindicativa.
Las acciones de mejoramiento barriales y las visitas semanales que todos los servidores públicos —sin las estorbosas escoltas—efectúan a colonias y pueblos de la capital para cooperar en las obras públicas y de seguridad, hablan de un gobierno que se encuentra del lado de las mayorías y no teme al escrutinio social, sino arrima el hombro con la gente.
Los comedores comunitarios de la ciudad, las casas de protección a jóvenes, mujeres, niños en condición de calle, adultos mayores con padecimientos severos, despliegan solidaridad y compromiso con los necesitados. Funcionan, bajo riguroso escrutinio, los Centros de Asistencia e Integración Social.
Vivienda, a la vanguardia
La construcción y remodelación de viviendas para la población de escasos recursos, discapacitados y moradores en viviendas y campamentos de emergencia —que ya llevaban 30 años sin que nadie los rescatara—, se diferencian del catatonismo federal en la materia. Los fideicomisos de educación garantizada, de apoyo resuelto a los rechazados y de oferta de soluciones alternativas de empleo, son una realidad, así como el apoyo económico a los micronegocios.
En materia de desarrollo económico, la ciudad aporta más del 20% de los empleos formales del país y participa con el 22% en el Producto Interno Bruto. Los compromisos en materia de inversión extranjera están garantizados por las empresas globales, gracias a sus acciones de transparencia y anticorrupción.
La recuperación ecológica y de los sitios entrañables de la ciudad son emulados por todas las instancias nacionales y foráneas.
Reforma de CDMX, con seriedad
La aprobación nacional a la reforma política que enaltece a la Ciudad de México, ha sido tomada con seriedad, sin falsos triunfalismos. La nueva Constitución habrá de reflejar en sus contenidos todas las formas de pluralidad, diversidad, rechazo a la discriminación y a la intolerancia que campea en otros ambientes.
Se plantea seguir trabajando para consolidar el respeto a todas las formas de expresión, a las mejores condiciones de existencia para los que no tienen nada, a las mujeres, padres y madres solteros, niños, indígenas y migrantes, éstos últimos ya con beneficios tangibles como los seguros de desempleo.
Bienvenida la nueva Ciudad de México, honrosa Capital Social del país, sede de un gobierno no paralizado, no medroso, con responsabilidad y con visión de futuro.
Ante el diluvio de acontecimientos negativos para el país, el gobierno se paraliza. No lanza una sola iniciativa, no se vislumbra en el corto y mediano plazos una sola acción en beneficio de la economía popular.
Si a esto le agregamos que los gobiernos en todas latitudes están dirigidos por inconscientes e ineficaces. Que estrangulan, con sus decisiones de retroceso, desde los más poderosos hasta los indefensos, cualquier posibilidad de progreso, cualquier medida que funcione para desarrollar los mercados internos y la distribución de recursos entre sus economías, se puede deducir que estamos en el hueco.
El gobierno no genera una buena noticia desde que inició. Nadie se mueve de su escritorio si no lo autorizan los ungidos. Está prohibido tener ideas, no sólo declararlas, sino hasta presentarlas en los pocos acuerdos que se les concede y hasta pensarlas.
Los conceptos políticos han dejado de tener sentido. Los gobiernos eficaces brillan por su ausencia. La competencia por ser el más disciplinado y, por consecuencia, el peor, toma carta de naturalización en medio de un ambiente sórdido y desesperado.
Los gobiernos locales también están inmersos en esta pasividad vergonzosa. Los encargados de sus gobiernos sólo cumplen asistiendo a las festividades y a los presidiums.
Legislativo y Judicial, cómplices
Los otros dos poderes de la Unión, en lugar de jugar un papel decoroso de obligado contrapeso y de representación de la opinión política, se encuentran sometidos y enterrados en la desagradable obediencia. Legislativo y Judicial sirven para comparsas de los poderosos. Todos temen ser involucrados en las notas rojas de narcotraficantes, delincuentes y ladrones.
Todos quieren ocultar a como dé lugar su pasado. Quieren pasar limpios por la vida, de aquí hasta que les llegue la hora de su jubilación, sin pensar que ya no habrá recursos ni para solucionar ese expediente primario. Navegamos en la Barca de Guaymas, sin darnos cuenta que nos acompañan nuestros cadáveres.
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