1994: fuga histórica de capitales
Francisco Rodríguez viernes 19, Feb 2016Índice político
Francisco Rodríguez
Ríos de tinta se han escrito sobre una de las mayores estulticias cometidas contra el indefenso pueblo mexicano. Pero las que redactaron los traidores Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y sus paniaguados, tratando de encubrir la participación de ambos en el desaguisado del “error de diciembre” del ‘94, rebasan los límites de la tolerancia y de la razón.
El famoso “error” les sigue reportando ganancias, después de 22 años de haberse perpetrado.
El “Efecto Tequila” desbordó nuestros confines geográficos e inundó de inmundicias financieras a todo el planeta. Fue un producto de la soberbia, la ignorancia y la ambición desmedida de un grupo de indeseables que, inexplicablemente, siguen “repartiendo el bacalao”, después de 30 años de saqueo.
De no haber sido por el rescate clintoniano de 20 mil millones de dólares para su ahijado, el traidor Zedillo, no sería posible explicar las razones del mismo con tanta claridad.
El 27 de junio de 1989, Carlos Salinas de Gortari emitió un decreto que reconocía la emisión en deuda de los famosos Tesobonos y que aseguraba su recuperación en dólares, en lugar de pesos mexicanos. El mandatario hizo en Harvard su “doctorado” en economía y la tesis fue sobre ¡Emiliano Zapata! (no se ría, por favor)—, diseñó el mecanismo de esa deuda a cortísimo plazo.
El asesinato de Luis Donaldo Colosio y la “rebelión chiapaneca de fusiles de madera”, fueron suficientes para elevar en 83% el saldo de los Tesobonos. Pedro Aspe avisó oportunamente y por debajo del agua a banqueros e industriales sobre la situación que se presentaba, y de inmediato éstos procedieron a fabricar “el tamal” con sus cómplices salinistas.
Se deshicieron de inmediato de los Tesobonos en su poder. Miguel Mancera Aguayo, al frente del Banco de México, compró la deuda mexicana con reservas de divisas internacionales, haciendo el trafique de su vida, dizque para mantener la base monetaria y causó una fuga histórica de capitales.
Salinas y Aspe se negaron rotundamente a devaluar
Después de la elección de Zedillo, Carlos Salinas no movió un dedo para realizar algún ajuste en la paridad peso-dólar, pues ello habría afectado su presunta popularidad y su desatada pretensión de llegar a dirigir la Organización Mundial de Comercio, además de sembrar dudas sobre su caballo de Troya, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. ¡Un monumento a la traición!
Salinas y Aspe se negaron a devaluar antes de entregar el gobierno. Y el inexperto Zedillo, siguiendo instrucciones foráneas, le avisó a los empresarios más ricos de México sobre sus planes de devaluación. En sólo una semana, el peso subió de 3.4 por dólar a 7.20. El pánico mexicano se extendió a todo el mundo.
Peor aun cuando designó al “primo” de Carlos Salinas de Gortari, Guillermo Ortiz Martínez, siempre detrás del entrambulique financiero para que continuara el reparto de los “moches”, desde el Banco de México, entre empresarios y gobernantes.
Millones de mexicanos perdieron su dinero, su patrimonio y sus esperanzas. Salinas había dejado como resultado de un exorbitante y desquiciado gasto gubernamental —que según él aumentaba su popularidad- – un déficit histórico del 7% del PIB. Como todos están hechos del mismo barro, acuden a los préstamos externos para disfrazar los estropicios nacionales.
Se sigue repitiendo, después de treinta años de fracasos de la misma estirpe de esquizofrénicos que la deuda mexicana no está contraída en dólares, sino ¡en pesos mexicanos!
Pero lo desmiente palmo a palmo la realidad: acaban de contratar 2 mil 500 millones de euros.
La verdad es que la deuda que contraen en pesos los faraones de la iniciativa privada sigue respaldada por las reservas internacionales en dólares que, todavía, posee el país. Es decir, ¡por nuestros impuestos! En cualquier momento que se les exija, el pago de la deuda pública y privada, equivalente a diez billones de pesos, tendrá que hacerse en dólares.
La deuda externa de México, sencillamente impagable
A precios actuales, la deuda exterior representa dos veces el presupuesto anual, es decir, equivale a diez billones de pesos. En dólares, significan 500 mil millones de billetes verdes. Es sencillamente, impagable.
Estas cifras, por sí solas, revelan el sojuzgamiento eterno a que nos han llevado los gobiernos mexicanos de los últimos treinta años. Pero también explican—no justifican— la preocupación de los financieros internacionales cuando se percatan de que los del rancho grande no saben ni jota del tamaño del problema en el que se encuentran ¡y la ubicación de su cabeza en la picota!
Cuando algunos ex poderosos de los regímenes salinistas-zedillistas- foxistas-calderonistas- se quejan de que ya la lana se les acabó, la gente de la calle se pregunta: ¿dónde está el resultado de tanto fraude, dónde se encuentra tanto dinero que no produce un solo empleo: La respuesta también se encuentra a la mano.
En 1995, una de las primeras decisiones de Zedillo fue desaparecer el piso de remates de la Bolsa de Valores. Es decir, borró del mapa a los “gritones” que hacían públicas las cotizaciones. La volvió electrónica y digital, para encubrir los trastupijes. La más grande del mundo, la de Nueva York, aún no se “moderniza”. ¡Por algo será!
Algo parecido a si, en los sorteos de la Lotería Nacional, desaparecieran los gritones, se volviera electrónica, y los premios fueran decididos por las teclas, manejadas en lo oscurito. Todos los datos de la Bolsa de Valores se convirtieron por decreto en “secretos de Estado”.
Item mas: En plena crisis, designó a Manuel Robleda González de Castilla cual el nuevo operador de la Bolsa digital. El palafrenero les sirvió con la cuchara grande. Todos los resultos se invertían en acciones al portador, que todavía se hacen circular 24 horas por todos los circuitos financieros del mundo, arrojando ganancias pantagruélicas y demenciales.
Desde esa fecha hasta hoy, todos los directores de la Bolsa Mexicana de Valores han sido puestos por Zedillo, con el poder descomunal de irse a contratar como asesor financiero del Citi Group y barrendero de los gabachos, al terminar su período. Una afrenta al honor patrio, que le bastó para colocar como asesor financiero per vitam al espía internacional José Cordoba Montoya, el verdadero poder tras el trono del mentecato salinismo.
Que también le ha alcanzado para designar a su corte de lambiscones en los cenáculos de las comisiones de hidrocarburos, donde se remata la soberanía nacional. Que le permite a Salinas colocar a sus nepotes en Pemex, para servirle a él y sus parientes políticos.
Salinas y Zedillo, autores de nuestras desgracias
Hace unos meses tomó posesión de la Bolsa el zedillista Jaime Ruiz Sacristán, sustituyendo al incondicional Luis Tellez Kuenzler. Entre ellos y el “catarrito” Carstens, hacen posible que la casta dorada del uno por ciento de mexicanos sean más ricos que cualquier monarca borbón.
Pedro Aspe, que cometió la villanía, junto con Salinas de no avisar de qué forma estaba “prendida con alfileres” la economía mexicana, hoy se dedica, en la total inmunidad, a esconder las deudas públicas estatales, hoy la poblana de Rafael Moreno Valle, entre otras— atribuyéndola a empréstitos de compañías privadas de corretaje financiero.
Y todavía, el impresentable Salinas de Gortari dice que él no es culpable del “error de diciembre”. Lo sigue achacando a Zedillo. Los dos son culpables del saqueo de nuestro dinero. De haberle dado a los bancos foráneos el regalo de comisiones indefendibles. BBVA, por ejemplo, tiene quince años ganando 2 mil millones de dólares anuales, no por financiar desarrollos, sino por cobrar injustos y prescindibles servicios de pacotilla.
En el Mexican Moment, que ha producido una devaluación más grande que la del ‘94, y un déficit financiero 4 veces mayor, ningún magnate mexicano está endeudado en dólares, ni quebrado. Todos gozan de cabal salud, con su dinero mal habido, protegido por los entrambuliques de la “Bolsa de Valores Electrónica”, un mecanismo truculento de prevaricato y expoliación sin freno, protegido por leyes financieras y mercantiles al gusto del mejor postor.
Los únicos que debemos todo, somos los mexicanos de a pie, los que no tenemos vela en ese entierro.
En cambio, los saqueados de siempre, los delincuentes de cuello blanco y de la peor ralea…
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