La descomunal burocracia
Francisco Rodríguez jueves 18, Feb 2016Índice político
Francisco Rodríguez
¿Qué clase de eficiencia política puede tener una burocracia administrativa de más de 10 millones de personas, asignadas en los tres poderes federales y locales y en sus organismos centralizados y autónomos, en un país con 120 millones de habitantes? Es preciso encontrar dónde está el quid de esta duda.
El tamaño de la administración pública mexicana es descomunal, está fuera de toda proporción de eficiencia y eficacia. Amilana pensar en enfrentarse a sus designios. Ante un aparato de ese tamaño ¿se hará realidad lo que decía Voltaire?: “Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado”.
Si de cada diez habitantes, uno está empleado por la administración, se integra un poderoso 10% de “abajo-firmantes”, un segmento inalterable de respondedores favorables a cualquier encuesta, que es seguramente la que aporta el 10 por ciento de la aprobación que siempre resulta apoyadora, cada vez que las casas de ese jaez proponen una medición sobre la “popularidad” del gobernante.
Un colchón nada despreciable. Pocos gobiernos del mundo pueden darse el lujo de tenerlo. Por ejemplo, los Estados Unidos tienen una población de más de 300 millones de habitantes, pero su burocracia sólo llega a la cifra de 2.2 millones. España tiene una población cercana a los 50 millones de habitantes, con un aparato burocrático de 2.5 millones.
Altos burócratas: megasueldos
Como México no hay dos, decía Pepe Guízar. En eso del derroche somos únicos. Más si se trata de comprar voluntades. Sin embargo, el mundo burocrático escapa a toda comparación con el resto de la economía, se escurre ante cualquier medición que se haga de la situación real del mercado laboral y del índice de percepciones e ingresos.
Por ejemplo, en México, según el Doing Business Report del Banco Mundial, siete de cada diez pesos del presupuesto nacional, se gastan en sueldos nominales, y los otros tres, en obras de infraestructura, materiales y subsidios. Si estas cifras fueran reales, la burocracia, integrada por diez millones de personas, ¡viviría en el paraíso!
Esto, porque sería beneficiaria directa del 70% del presupuesto nacional. Percibiría una derrama anual en sueldos y salarios de 3.5 billones de pesos. Una fuerza económica que no sería comparable con ninguna otra en el panorama nacional. Por el hecho de serlo, un burócrata sería inmensamente rico.
Pero el genio puntilloso de George Orwell descubrió, en Rebelión en la granja, que en materia de igualdad, algunos son más iguales que otros. Las cifras son una tonada de la mentira. Las estadísticas, sus intérpretes preferidas.
Sabemos que no es el león como lo pintan. Los beneficiarios nominales son los empleados de cuello blanco. La alta y aristocrática burocracia de los megasueldos, de los viajes, del placer, aquellos que hacen realidad la maldición de Franklin: cometer el error de “consagrarse demasiado” a los negocios públicos.
De 144 burocracias, la mexicana en lugar 81 de corrupción
El grueso de los burócratas vive al día, sufren para llegar a fin de mes. Forman parte del 99% de los condenados de la tierra. Miembros de una legión de seres que ocupan siempre el basamento de la pirámide de inequidades, del monumento a la desigualdad perniciosa, corrupta y todo-abarcante.
Desde hace más de cuatro siglos, Francis Bacon, padre del empirismo filosófico y científico, decía que: “En materia de política todo cambio es sospechoso, aunque sea para mejorar”. Pegó en la diana. La ética política es como la digestión, decía recientemente un galardonado con el Nobel, “cada quien tiene la suya”. No es diferente cuando se asignan las percepciones en la burocracia.
De las 185 burocracias más pesadas del orbe, la mexicana ocupa el nada honroso lugar 48. En un análisis del Foro Económico Mundial, que celebra una reunión anual en Davos, Suiza —y de la que nunca nos enteramos de sus conclusiones— apareció una joya:
Ocupamos el lugar número 81, entre las 144 burocracias más corruptas del mundo. Alcanzamos los más altos registros en pagos irregulares, sobornos y bajísimos índices de regulación gubernamental, transparencia y rendición de cuentas.
En 2016, ¡aumento del 50% a funcionarios!
A contrapelo, los organismos internacionales que revisan estas “exquisiteces” están seriamente preocupados porque en el presupuesto de este año que inicia, el Ejecutivo mexicano decidió un aumento del cincuenta por ciento en todas las nóminas gubernamentales del país. Obviamente, los mexicanos no estamos enterados.
Los “magos” de las finanzas nacionales acreditados como plurinominales en la Cámara de Diputados por el titular de la SHCP, han hecho todo lo posible para ocultar esos datos, guardarlos bajo siete llaves y seguir sosteniendo, como lo ha dicho el Presidente en sus informes de gobierno, que ¡el costo de la burocracia sigue inalterable: en 1.8%!
¿Para eso acaban de emitir bonos de deuda por 2 mil 500 millones de euros?
El agravio mayor se presenta cuando se trata de investigar a qué se dedican los burócratas de la casta dorada, aparte de “concentrarse demasiado en los negocios públicos” y pensar todo el día y la noche en sus “moches” del 25% en cualquier favor, “hágase o no se haga”. Son los burócratas cuyos sueldos y percepciones los ubican dentro de la franja del uno por ciento de mexicanos privilegiados: en la punta de la pirámide.
Improvisados, provenientes de la provincia mexiquense, parientes, cercanos, confidentes y favoritos, han nacido para fagocitarse el presupuesto, a como dé lugar. Requisito fundamental: no saber leer, hablar, escribir, ordenar y pensar.
Un aprendiz de ingeniero, puede ser habilitado como secretario de Comunicaciones y Transportes. Un güero de rancho, puede resultar, de la noche a la mañana, el financiero más brillante del planeta. Un abogado huizachero, “coyote” de los gabachos para hacerse de los depósitos de gas en la Cuenca de Burgos, al tiempo que despacha cual embajador de México en los Estados Unidos.
Alguien que tenga un pariente empresario que surta medicamentos a cualquier institución de salud, es candidato natural a director general del organismo más complicado y que reporte los mayores beneficios al poderoso. Si tuvo la suerte de hacer algún posgrado de pacotilla en el gabacho, está listo para las “grandes ligas”, haya aprendido o no. Si fue burócrata, su futuro y el de sus descendientes hasta la quinta generación, está asegurado, ¡faltaba más!
Jefes de la burocracia, meros celadores de las PC’s
Antes, el desempeño burocrático era un desafío a la imaginación, a la capacidad operativa, a la obligación de hacer más con menos recursos. Los jefes eran pocos y altamente competitivos. Ahora, los altos burócratas son simples celadores de computadoras, cuya única obligación es reportar los porcentajes de resultados de quienes hacen la chamba sobre el terreno. Si sus cuadritos y bolitas les salen a colores, ¡ya la hicieron en grande!
Se ha sabido de pocos mortales que hayan tenido el privilegio de entrevistarse con esos fantasmones, encerrados a piedra y lodo en castillos de nada transparentes de carbón. Más vigilados que los reclusos de alta peligrosidad, por una caterva de guaruras que piden hasta la cartilla de vacunación para acceder a solicitar una entrevista. Imposible pasar.
Desgraciadamente, la burocracia representa el mundo de los sueños, de las emociones y de los instintos del mexicano. Acceder a ese escenario de sádicos y masoquistas, sigue siendo, querámoslo o no, pretender ser parte del surrealismo que encarna ese oscuro objeto del deseo. Aunque, como dijera el gitano, ¡no sirva pa’ ná, pa’ná y pa’ná! ¿O sí?
Índice Flamígero: La burocracia privada también es temible. Me escribe la lectora Marce Moreno González, para compartir la tragedia que vive. Hasta 2004 gozaba de una situación desahogada, merced a un negocio farmacéutico propiedad de su familia. Pero perdió su patrimonio, debido a frecuentes robos y asaltos. En uno de ellos, su esposo fue baleado y casi pierde una pierna. Tiene contratado un crédito hipotecario y, por tales razones, cayó en mora. Con intereses pagados a Banamex –en realidad al consorcio neoyorquino Citi— ya ha cubierto cuatro veces el monto de su crédito –cuatro veces, sí—, pero aun así está a punto de perder su casa. Lo peor es que la empresa “recuperadora” (de Comercio Interior) no cesa en sus amenazas. ¿Qué puede hacer? ¿Alguien que pueda ayudarla? Sobra decir que, como éste, hay miles y miles de casos. + + + Y sobre la visita papal: del cinismo al masoquismo, bajo el título “La Torre de Babel”, El Poeta del Nopal nos obsequia su infaltable décima: “Desde su alta Torre de Babel, / invocando la intervención divina / adormece, con frases de rutina, / a un pueblo desahuciado, pero fiel; / asume con certeza su papel, / regaños y advertencias cada tanto, / justifica, al límite del llanto, / el dolor que le causa la pobreza, /pero cuando no hay panes en la mesa / no funciona el poder de ningún santo”.
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