La CTM respinga
Francisco Rodríguez viernes 5, Feb 2016Índice político
Francisco Rodríguez
Cuando hacemos algo mal en México, o cuando algo sale como no se desea, siempre hemos tenido a la mano a los teóricos que lo atribuyen a sucesos del exterior o a teorías en boga que nos afectan necesariamente. El fatalismo de la política internacional ha sido nuestro asidero. Desde imitaciones extralógicas, hasta otros intereses que nos acechan.
Eso es lo que pasó cuando los teóricos estructuralistas y marxistas de primer nivel hablaron de la ausencia de solidaridad proletaria internacional. A finales de los 60’s más recientes, la discusión internacional sobre el imperialismo y sus nefastas consecuencias tomó nuevos bríos.
Una larga lista de eximios investigadores, como Arghiri Emmanuel, Andre Gunder Frank, Paul Baran y Christian Palloix, retomaron la temática estructural del imperialismo como sistema mundial, describiendo el fenómeno, adaptándolo a los tiempos modernos.
Los autores se habían dedicado, en la primera mitad del siglo XX, a parafrasear el modelo leninista, con el único objeto de discutir si sus conclusiones conservaban validez o si eran actuales sus rasgos característicos. Se restó importancia a los tributos pagados por las periferias.
“Intercambio desigual” de los salarios
La novedad de los estudios de aquellos 60’s consistió en investigar los hechos, relacionándolos con el modo específico en que los contingentes proletarios se integraron a un sistema de explotación a escala planetaria. Incidieron en considerar que las tasas de ganancia eran igual en todo el mundo, porque el capital se desplazaba adónde obtenía mayores beneficios.
El valor de la fuerza de trabajo, los salarios reales, se mantenía a nivel de precarias subsistencias en los países dependientes, mientras que su valor se multiplicaba por 30 o 40 veces en las metrópolis imperialistas. De este abismo, surgió el concepto de “intercambio desigual”.
Toda alteración de precios era resultante de una competencia imperfecta en los mercados. La relación de desequilibrio se establecía en virtud de tasas de ganancia entre regiones, comparadas con tasas de explotación institucionalmente diferentes. Desigualmente competitivas.
Las mercancías producidas por el país explotado se intercambiaban por debajo de su valor real; las del país imperialista, por encima de su realidad. Los vasos comunicantes del comercio internacional se doblegaban ante el problema de la férrea división internacional del trabajo y de las mercancías.
Proletarios ricos explotan a proletarios pobres
Algunas especializaciones que eran desde un punto de vista geoeconómico artificiales en el momento en que fueron implantadas, pasaron a ser racionales por la fuerza de las circunstancias.
Los frutos más amargos de estos análisis fueron las conclusiones negativas en cuanto a la falta de solidaridad internacional de los trabajadores, enarbolada de antiguo, desde la Primera Internacional Socialista, organizada por la enorme Rosa Luxemburgo.
Si esto era circunstancial o no, poco importaba. La realidad es que los grandes teóricos socialistas demostraron que el proletariado de los países privilegiados participaba activamente en la explotación de los países pobres. La falta de toma de conciencia no significó que la realidad no existiera.
Alegar que una revolución socialista mundial aumentaría la producción en los países pobres, borraría las diferencias entre las naciones y obligaría a compensar la inequitativa distribución mundial de la riqueza, sólo sería en realidad y en adelante, agua de borrajas.
Aristocracia obrera, al servicio del patrón
No fue la primera vez que la realidad internacional llevó a los marxistas a aceptar dilemas desgarradores. En el pasado, esta posición incómoda se salvaba gracias al principio de “aristocracia obrera”. Esto es, las ganancias imperialistas sólo podían corromper a una delgada capa del proletariado de los países adelantados.
Pero la gran masa proletaria seguía teniendo siempre “nada que perder y todo qué ganar”. Los simplismos anteriores sirvieron para que las burguesías nacionales repartieran con ciertas capas privilegiadas de obreros la torta de la explotación internacional.
Las negociaciones con grupos de presión, sectores sociales y franjas burocráticas del gobierno, ubicaron los centros decisorios fuera de los parlamentos, convirtiéndolos en organismos al servicio de los que dominan los aparatos del partido.
Fidel Velázquez y sucesores, obediencia al Estado
Era imposible que nuestra CTM encontrara un mejor pretexto para no protestar por una sola violación a las condiciones contractuales individuales o colectivas de los trabajadores. De todo tenía la culpa la ausencia de solidaridad proletaria internacional. En miles de ocasiones fue el garlito para no mojarse un solo dedo. Nunca defendieron una causa justa.
Y no era para menos. En este sistema político en el que el Estado fabricaba a la nación, todos los líderes tenían la manufactura del presidencialismo. Ni uno solo se había hecho en la brega de la oposición al aparato.
Del emblemático Vicente Lombardo Toledano, pasando por Fidel Velázquez y “Los Cinco Lobitos”, hasta el impresentable Joaquín Gamboa Pascoe, los líderes se dedicaban a repetir hasta el cansancio los retintines de los señores que manejaban los dineros del erario, y nunca fallaban en sus pronósticos obreros, nacidos de la obediencia y el acatamiento.
Todos se dedicaron a “gerenciar” los intereses obreros al ritmo y rumbo que marcaban los “presidentes obreristas”, o sea a favor del capital. No hacía falta esgrimir teorías internacionales de la falta de solidaridad proletaria entre países. Nosotros, nuestros líderes obreros se bastaban solos para traicionar las demandas proletarias.
En el escenario de estas obediencias se fabricaron las grandes leyendas del liderazgo. La recomendación suprema era no moverse, para salir en la foto. Perdurar por los siglos sin moverse una rayita afuera del guion de este drama de desolación.
¿Y el aeropuerto?
Ahora, nadie se explica por qué Carlos Aceves del Olmo, electo para administrar los abarrotes obreros, sale en defensa de los intereses sindicales de la CTM en los negocios del mega-aeropuerto, que por cierto acaba de subir su costo en 200 mil millones de pesos. Se desgarran las vestiduras para no verse desplazados de la “repartacha” faraónica.Y otra pregunta pertinente: ¿por qué en la CDMX, con autonomía y decisión, se desindexó el salario mínimo de todo tipo de ataduras y se obligó a todos los proveedores a remunerar a sus empleados con percepciones por arriba de las vigentes en todo el país? ¿Chi lo sá?
Índice Flamígero: “¡Un triunfo más del poderoso narcotráfico mundial!”. Así califican en círculos cercanos a la embajada estadounidense, al hecho de que el ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, ya de vuelta en México, haya salido de España “rechinando de limpio”.
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