Ritos del pasado
Ramón Zurita Sahagún jueves 2, Sep 2010De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
La modernidad y el arribo del país a una nueva democracia, donde la alternancia fue considerada como la panacea, trajeron consigo una serie de transformaciones, entre las que destaca el cambio de formato del Informe Presidencial.
Durante largas décadas, el primero de septiembre y en alguna ocasión el primero de noviembre, fueron considerados como el Día del Presidente, ya que era ocasión de que el Ejecutivo acudía a la Cámara de Diputados para dar los pormenores del estado de la Nación.
La ocasión era propicia para que el mandatario en turno contara todo lo bonito y gratificante de sus acciones de gobierno y, en algunos momentos, se aprovechó para lanzar noticias sorprendentes que tomaban mal parado a más de uno.
El Informe Presidencial se tomaba como un día de asueto, donde los burócratas eran obligados a escuchar las palabras del Presidente y, posteriormente, acudían más tarde, al igual que miembros del gabinete, empresarios, dirigentes sindicales, gobernadores y políticos de todos los niveles a la salutación de Palacio Nacional, a la que se le denominaba como “besamanos”.
Todo personaje de prosapia o que aspiraba a serlo, cubría los trámites necesarios para seguir el protocolo y rendir pleitesía al llamado primer priísta del país, sin importar las largas filas o el tiempo de espera.
Las televisoras y las estaciones de radio dedicaban gran parte de su tiempo, el primero de septiembre y en alguna ocasión el primero de noviembre, para dar a conocer al auditorio las actividades del Ejecutivo federal desde su despertar, pasando por lo que ingería de alimentos, siendo muy descriptivos en ello, su vestimenta, con entrevistas con su círculo familiar cercano y sus principales colaboradores.
El recorrido que hacía el Presidente de la República de Los Pinos –residencia oficial- a Palacio Nacional, el momento en que se ponía la banda tricolor, eran seguidos en la narración de expertos en la materia, los principales comunicadores, periodistas y locutores de prestigio, ya que el mandatario elegía si el recorrido lo hacía a pie, en carro descapotable o, a últimas fechas, en autobuses protegidos.
Para algunos aquello resultaba ser una parafernalia, para otros era muy de su gusto, disfrutaban del momento.
Eso era parte de lo que sucedía fuera del recinto camaral, donde en un principio todo se desarrollaba con orden y luego este fue roto, por expresiones disonantes con el tino triunfalista que le imprimían los Presidentes de la República.
Primero fueron los reclamos aislados, la impugnación de algún legislador, considerado como trasnochado por sus adversarios. Más adelante, aumentó el tono de la molestia y en la época del inicio del neoliberalismo pasaron a los insultos, los golpes, las patadas.
El Congreso se convirtió en un baile desordenado, donde los opositores lucían minifaldas, pancartas, máscaras y gritaban, interrumpían, reclamaban, injuriaban, daban la espalda a la tribuna y rompían con el protocolo y la sobriedad y seriedad del evento.
Surgieron voces que reclamaban la modernización del acto y que este dejara de ser el Día del Presidente como era conocido.
Entonces se decidió que cada uno de los partidos representados en la Cámara de Diputados fijara su posición sobre la situación del país. La decisión no satisfizo a varios, ya que el Presidente no se encontraba todavía en el recinto cuando esto ocurría.
Nuevamente se propusieron cambios y el Ejecutivo federal debía escuchar los posicionamientos, pero todavía existía inconformidad.
Algunos propusieron que la ceremonia del Informe Presidencial se ciñera a lo establecido en la Constitución, con un Presidente de la República entregando un informe pormenorizado de lo ocurrido durante el año de gestión.
Se acordó entonces que el Presidente acudiría al Congreso entregara su documento y los diputados analizarían el contenido del mismo, ya que se rechazó una y otra vez un intercambio verbal entre los legisladores y el Ejecutivo con preguntas y respuestas sobre los diversos temas.
Lo acordado nuevamente fue violentado, ya que en la etapa de alternancia, un Presidente de la República, Vicente Fox Quesada, fue impedido de ingresar al recinto camaral, por lo que se dispuso que la documentación se recibiera dentro de las instalaciones de San Lázaro, pero sin que el Ejecutivo entrara al salón de sesiones.
Fue simplemente aberrante lo sucedido en esa ocasión, el último informe de gobierno de Fox Quesada.
En la actualidad, el Presidente envía el documento correspondiente con su secretario de Gobernación, los diputados acusan la recepción del mismo y posteriormente los secretarios de despacho acuden ante el Congreso para pormenorizar los detalles del mismo y ampliar la información que se requiera.
Sin embargo, la eterna inconformidad legislativa abre la posibilidad de que el Informe Presidencial regrese a su formato anterior, es decir que el Presidente de la República acuda ante el Congreso para dar un informe de la situación del país y recapitular sobre el año de ejercicio, aunque con algunas adiciones.
*Para contrarrestar el cierre de espacio en San Lázaro, el Presidente Felipe Calderón Hinojosa aprovechará la fecha del informe para enviar un mensaje desde Palacio Nacional, lo que ocurrirá hoy a las nueve de la mañana.
El evento contará con la presencia de todas las figuras que acudían en el pasado al Congreso de la Unión y que correspondían a la categoría de invitados especiales y que ahora estarán reunidos para continuar con la ceremonia de aplausos para el Ejecutivo federal en turno.
*Finalmente el hilo se rompió por lo más delgado y la panista Cecilia Romero Castillo salió del Instituto Nacional de Migración, donde su desempeño fue, simplemente, desastroso.
La ex diputada federal y ex senadora enfrentó una serie de críticas y reproches por el mal trato a los migrantes y la serie de abusos que se cometen con ellos, entre los que se encuentran las vejaciones, las violaciones y los asesinatos.