Tautologías perversas
Francisco Rodríguez miércoles 27, Ene 2016Índice político
Francisco Rodríguez
Para los estudiosos del lenguaje, de la semántica o de la retórica, la tautología es simplemente “una afirmación redundante”. Sin embargo, para efectos políticos, es una manera de pervertir la tabla de la verdad, en base de falsas arengas y definiciones que encubren la realidad con nefastos silogismos. Los mexicanos somos expertos en la materia.
Decía Alfonso Reyes que “el mexicano tiene deberes específicos. El primero de ellos es expresar lo nuestro, buscar el alma nacional. Ardua y extrema tarea —señalaba el neoleonés—, pues expresarlo equivale a tener fidelidad al lenguaje, al pueblo y a la tradición. Hoy no honramos nada y traicionamos a diario todo lo demás”.
Sí eso decía el más universal de los mexicanos, ¡imagínese usted cómo se veía pa’dentro!
No discutimos ni debatimos, cuchicheamos
Los mitos siempre acuden en auxilio de los instintos, jamás sirven para soportar la razón. No hace mucho, André Malraux, el jefe de la resistencia francesa en el escuadrón Britania, nos echaba en cara que en nuestros parajes tropicales “los asuntos públicos no se someten a una discusión seria, sólo se cuchichean”.
México es un país donde los gobernantes argumentan que se ocupan de los negocios públicos. La desgracia del país ha sido precisamente que los próceres de turno se dedican demasiado a ese tipo de negocios, hoy bautizados por el ingenio popular como “moches”. Así, sin eufemismos ni tautologías. No roba para invertir, ni para multiplicar empleos. No tiene capitanes de empresa que hagan punta de lanza en la iniciativa privada. Ellos depredan en dólares, exigen su parte del león en monetario líquido para no tener que mancharse la ropa en tareas que no los merecen.
Sus arengas y declaraciones son, por eso, monocordes, desacreditadas y monotemáticas: todo va bien. Todas las desgracias que suceden le benefician a México. Vamos en el camino correcto. Hay pobreza, sí, pero hay otros que están peor que nosotros. México, sólido, el peso se fortalecerá. Todo es pasajero.
Ningún argumento razonable respalda sus dichos y ocurrencias. Le hablan al vacío, porque saben que previamente se repartió “la maleta” milagrosa entre los partiquinos de los medios a modo, entre los loritos repetidores de lo que sea y creen que la mayoría repite lo que ve en la tele. Para eso están.
Política: peligrosa farsa
Cuando a la Revolución se le acabó la provisión de cartucheras y municiones, los gerifaltes empezaron a disparar arengas chuscas y bofas que siempre fueron botín del escarnio popular. Había circulante monetario y empleo, y las clases medias se daban vuelo burlándose de los impostores, simuladores y gesticuladores en el poder, casi siempre, personajes sujetos a la mofa y al anecdotario de una picaresca ingenua.
La falta de una recia formación política, de escuelas de cuadros militantes críticos, el alejamiento del debate de los grandes problemas nacionales, la sumisión y la resignación ante lo inevitable, ha hecho que el pueblo mexicano haya sido presa fácil de los embaucadores y defraudadores de toda laya, de baja estofa, que han hecho de la política una peligrosa farsa de mercado persa.
Desinforman, pero lo sabemos todo
Ese teatro de guiñol ha sido el escenario para un frenético bombardeo de ocurrencias y falsos silogismos que han pretendido confundirnos y dispersarnos, para hacer imposible el frente común contra el despojo. Sabíamos todo sobre lo que nos recetaban desde las cúpulas para simular desinformación y amnesia.
Un poco de estabilidad económica nos transformaba en pasivos defensores del orden. Mientras, se erigían a contrapelo los grandes atracos, los monumentos a la corrupción, la represión, la intolerancia, la discriminación y la acumulación de una pobreza generalizada.
En esencia, los regímenes tiránicos y despóticos no rendían cuentas a nadie. Nuestras sociedades se dejaban llevar plácidamente, porque obedecían algunos indicadores que reflejaban cierta movilidad ascendente de las clases medias y supuestas filantropías gubernamentales de bricolaje patriotero.
Se juntaban mitos religiosos y símbolos del descuido cívico que tenían la capacidad de doblegar la memoria histórica que quedaba, para construir proyectos políticos de cutre alcance, perpetuadores de verdaderas dinastías, alejadas de cuajo de la necesidad y las carencias. Carros completos para un boato ridículo y devastador.
Lanzan arengas
Para esas mentalidades precrisis, las instituciones, por el solo hecho de existir, dejaban de estar sujetas al escrutinio público y se regían por una especie de fatalismo determinista. En concreto, tenían que ser asumidas y obedecidas. Eran como la patria, impecable y diamantina, López Velarde dixit.
Los mitos extravagantes, el repertorio falaz de arengas, han sido utilizados como verdaderas armas de destrucción masiva contra la razón colectiva, han rebajado la moral pública hasta el grado de convertirla en simple comparsa de vaciedades, consignas insulsas y agresiones impunes contra el sentido común.
El “milagro mexicano”; el “desarrollo estabilizador”; “la marcha al mar”; “los presidentes obreristas”; el “reparto agrario”; “el ejército surgido del pueblo”; “administrar la abundancia”; “la renovación moral de la sociedad”; “él sí sabe cómo hacerlo, para el bienestar de nuestras familias”; “el gobierno del cambio”… Y así hasta el infinito.
El “empresario” Fox, y el beodo Calderón
Todo fue peor. Nada mejoró, en ningún renglón. Acabaron con todo, campo y esperanzas. El panismo llegó con nuevas frases huecas. Fox era el del gobierno empresarial, cuando la única que meneaba el abarrote era la insaciable Marta, la de Michoacán. Ni un vocho, menos un changarro quedó.
El beodo Felipe Calderón con el “luchemos contra las drogas para que no las consuman nuestros hijos” y su “guerra contra el narcotráfico “ puso al país de cabeza, a los pies de los gabachos y fue derrotado y defenestrado en toda la línea. El horno ya no estaba para esos bollos. Cien mil muertos lo confirman.
Hemos visto desfilar a lo largo de los últimos ochenta años miles de zarandajas que han derruido el espíritu nacional. Han sido una especie de lápida sellada a cal y canto que ha obstruido la visión de los mexicanos, su identidad y orgullo.
¿Qué castigo merecen?
Las bufas “reformas estructurales” del hechizo “Pacto por México “, acabaron —con su sonsonete ridículo y su rapiña escalofriante— dejando en vilo al país. La medida de las ilusiones nacionales es el tamaño del bolsillo de sus dirigentes vacuos y ñoños. Y no deja de subir el número de muertos, en esta farsa grotesca, en esta masacre de lesa humanidad.
Lo que se ha dejado de hacer en su momento, ahora puede ser abanderado por cualquier narquillo que se asocie o se deje mangonear por una poderosa empresa transnacional, alegando venir al rescate. Relegando al olvido todas las luchas, propuestas y programas de los icónicos luchadores sociales.
De la misma manera en que se han beneficiado de la hasta ahora inveterada impunidad, los mexiquenses y pachuquitas deben cargar con el pesado fardo de los cargos de la conciencia nacional.
Ésa es su herencia. ¿Cuál es el castigo?
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