La Barbie
¬ Augusto Corro miércoles 1, Sep 2010Punto x Punto
Augusto Corro
UNO
La captura del sanguinario capo Edgar Valdez Villarreal La Barbie, es un triunfo absoluto e innegable de la Secretaría de Seguridad Pública federal, que dirige el controvertido Genaro García Luna.
Sin embargo, ese hecho no es suficiente para cantar victoria; aunque es digno de analizar, porque lo que viene podría cambiar la forma o manera de enfrentar a los narcotraficantes.
Por ejemplo, en la detención de La Barbie solamente intervino la Policía Federal. Los marinos y el Ejército se mantuvieron al margen del operativo.
Trascendió que los propios marinos le pisaban los talones a La Barbie, y que la Policía Federal se les adelantó por unas cuantas horas.
De lo anterior se desprende que la PF cuenta ya con elementos capaces para enfrentar al crimen organizado, como lo hacen los marinos y el Ejército.
Beltrán Leyva El Barbas, abatido por los marinos en Cuernavaca, Morelos. Nacho Coronel pereció en una operación organizada por el Ejército. Y ahora, Valdez Villarreal es capturado por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública federal.
Ya tienen sus propios trofeos las tres fuerzas más importantes en la lucha contra el crimen organizado. Ante estas acciones, es importante preguntarse si los marinos, Ejército y PF lucha cada quien por su lado.
Si se divide el poder de los representantes de la ley el combate contra el narcotráfico se complicará aún más. Esa división podría convertirse en una competencia saludable contra un enemigo común, pero de ninguna manera es lo más aconsejable.
Por otra parte, en el caso concreto de La Barbie, la Policía Federal logró capturarlo vivo, condición que le permitirá a los investigadores conocer las ramificaciones de la red de la delincuencia organizada.
En el mundo de las especulaciones se dice que Valdez Villarreal es un testigo protegido de la DEA, la agencia antinarcóticos estadounidense. De ser cierto, tendrá que soltar muchísima información para que le reduzcan sentencias. Su condición de ciudadano nacido en Laredo, Texas, le permitirá arreglos con la justicia norteamericana en caso de que sea enviado al vecino país, como expulsado o como lo consideren las autoridades.
Mientras, La Barbie tendrá que explicarles a sus propios socios cuál fue su participación en la muerte de su jefe Arturo Beltrán Leyva El Barbas, pues un fuerte olor a traición quedó en el ambiente.
Y la traición en ninguna parte es permitida, menos en el mundo del hampa donde los códigos fueron escritos con sangre. La sonrisa de La Barbie frente a las cámaras de los periodistas, reflejaba el cinismo de los delincuentes afectados por algún problema mental.
La captura de La Barbie le da, pues, un poco de aire fresco a Felipe Calderón en vísperas de su Cuarto Informe de Gobierno que no tenía una noticia importante que comunicarle a México.
La aprehensión de La Barbie y la purga de policías federales son pasos muy importantes, aunque no definitivos en la guerra contra el crimen organizado.
Ahora falta la implementación de leyes que vayan directamente contra los bienes de los capos. Es importante ver que los representantes de la justicia envían a prisión a los prestanombres y a los socios de los narcos que esconden muy bien su condición de delincuentes.
Son cuatro años de lucha encarnizada entre los grupos de narcos y éstos contra policías y militares, y apenas empezaron a promover leyes que debían estar vigentes desde hace mucho tiempo para facilitar el combate a las drogas. Ahora sólo faltan leyes anticorrupción efectivas.
La opinión pública se pregunta quién será el próximo capo que caiga en las redes de la justicia. ¿El Chapo Guzmán? ¿El Mayo Zambada?
Por la pronto, la guerra entre narcos para sucederle en el cargo a La Barbie será también muy cruenta.
Y DOS
Las autoridades estadunidenses fungen como invitados de piedra a los hechos sangrientos que ocurren en México.
Como se dice coloquialmente, ven los toros desde la barrera.
A pesar de que los acontecimientos se registran en mayor número y con más saña cerca de su frontera, los estadunidenses, principalmente las autoridades ni sudan ni se acongojan.
Hasta el cansancio se les pide a los funcionarios de Estados Unidos que reduzcan el consumo de drogas, pues se trata del mercado más grande del mundo en lo que al consumo de estupefacientes se refiere.
¿Y qué ocurre en aquel país? Nada. La droga sintética, la cocaína, la mariguana, el opio y el hachís circulan sin el mayor problema.
Los cárteles de la droga con más experiencia que los capos mexicanos de vez en cuando son sorprendidos por las redadas organizadas por la policía antinarcóticos. Y la policía estadunidense tiene suficiente información para saber qué es lo que ocurre en México.
Conocen de las tragedias que padecen los indocumentados que cruzan México y se hacen de la vista gorda, pues, desafortunadamente, narco y tráfico de indocumentados tienen una relación estrecha. Esto se manifestó en la matanza de migrantes registrada en el municipio de San Fernando, Tamaulipas.
Además, debe agregarse el problema del contrabando de armas que cruza las aduanas porosas de Estados Unidos y México. Un país que apoya su economía en la exportación de armas, difícilmente se ocupara de reformar leyes que disminuyan la venta. En ese tenor, la delincuencia siempre contará con las armas modernas suficientes para enfrentar a cualquier ejército.
Los funcionarios estadounidenses no quieren darse cuenta que la marea sangrienta se acerca a sus fronteras.
Contrarrestar la fuerza de los cárteles tiene que convertirse en un combate en el que participen varios países, es decir, darle una connotación internacional, porque en el trasiego y producción de la droga están inmiscuidos Colombia, Perú, Venezuela, países centroamericanos y México.
Los sudamericanos producen la cocaína y la exportan a países que sirven de trampolín hacia Estados Unidos. Tal es el caso de México.
Pero si los estadunidenses, principales receptores de droga, son indiferentes a los ríos de sangre que se producen cerca de sus fronteras, poco se podrá hacer para terminar con el narcotráfico.