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Francisco Rodríguez miércoles 23, Dic 2015Índice político
Francisco Rodríguez
Muchos años de esfuerzo costó a don Alfonso Reyes y a don Daniel Cosío Villegas encauzar a toda una generación de brillantes republicanos exiliados en México, expulsados de su patria española por una tiranía gallega que se enquisto en el Palacio de El Pardo la friolera de más de 36 años.
Desde la Casa de España en México, el escritor, filósofo y diplomático regiomontano, y desde la fundación de El Colegio de México, el brillante historiador y ensayista, acogieron con munificencia y grandes proyectos educativos a los refugiados republicanos que huyeron de la tiranía franquista.
El poco oficio político de la Segunda República española no pudo contener la vorágine fascista-falangista de Primo de Rivera y de Francisco Franco que expulsaron una histórica migración hacia nuestro país, integrada por un grupo nutrido de mentes brillantes que cristalizaron en México.
Filósofos, abogados, astrónomos, médicos, filántropos, artistas e intelectuales de polendas que aportaron un valioso capital humano para apoyar las mejores causas populares de “la revolución institucionalizada” y también, por qué no decirlo, para que las reyertas intestinas no acabaran haciéndonos pedazos a todos los mexicanos.
Lucharon denodadamente, desde todas las posiciones colegiadas, profesionales, académicas y universitarias para impedir que se adoptaran irracionalmente en el país los autoritarismos y ocurrencias norteamericanas, europeas y asiáticas, imperantes entre las dos guerras mundiales, un período de incertidumbre que requería el consejo de mentes lúcidas y de avanzada.
Esos españoles que rápidamente se convirtieron en “más mexicanos que los chiles en nogada” fueron la conciencia crítica de la nación. La que se opuso a la adopción descocada de las teorías despóticas del capitalismo a ultranza, del fascismo ordinario y del nacional-socialismo, que palpitaban en las tendencias ideológicas de muchos intelectuales y políticos mexicanos que todavía no han sido juzgados por la historia.
Fundadores del ColMex marcaron todo el siglo XX
Recomendaron, muchas veces con éxito, engarzar las necesidades del país con propuestas republicanas que se habían ensayado en su país de origen y que habían enfrentado ciertas dificultades, en medio de violentas revueltas y tensiones, por la excesiva ideologización entre oficialistas y opositores de toda laya.
Marcaron todo el siglo XX. Los conceptos que pergeñaron en la filosofía, el derecho, la economía, la ciencia política, la cinematografía, las letras, las artes, la estética y hasta en la filantropía, estructuraron un modo de estudiar y ver la vida en sociedad organizada.
Erigieron una ideología estructural surgida de sus valiosas plumas, sus cátedras inolvidables y sus apasionados debates, pues nos ayudaron a develar el mundo de nuestro tiempo, algo que ni el positivismo lógico, ni el existencialismo, ni la fenomenología ontológica pudieron explicar a satisfacción de los mexicanos.
Siempre tuvieron muy claro que uno de los vacíos fundamentales en la historia de la ciencia política y de los pueblos es el que ha generado la confusión entre los conceptos de autoridad y poder.
Si la primera es la potestad obedecida y asumida para obtener un comportamiento determinado, sin recurrir a la coacción, el segundo debía ejercerse con legitimidad y no sólo por su condición de monopolio de fuerza, que puede avasallar y reprimir sin contemplaciones. El concepto de la sindéresis, de lo que debe hacerse, presidía todas sus orientaciones.
En los 70’s los tunantes asaltaron el ColMex
Los republicanos que ayudaron a Cosío Villegas en la tarea formidable de la construcción de El Colegio de México, estaban imbuidos de las mejores intenciones: formar una clase de pensadores e intelectuales honestos —subrayo: honestos— que contribuyeran a las mejores causas del país.
Posiblemente, lo lograron en las primeras generaciones egresadas de ese exigente centro de estudios. Sus alumnos fueron ejemplo de entrega pedagógica y conducta moral. Las direcciones de Alfonso Reyes, el propio don Daniel Cosío, Silvio Zavala, Víctor L. Urquidi y Mario Ojeda, son el mejor testimonio.
Pero en la década de los setentas, arribaron al todavía prestigiado centro de estudios, personas poseídas por la ambición del poder, seguros de que el prestigio de la institución les iba a permitir acceder a posiciones de mando que no tenían nada qué ver con los propósitos originales de El Colegio.
El ascenso al poder de Miguel de la Madrid y las interesadas opiniones del infiltrado espía de la banca internacional, Joseph Marie Córdoba Montoya —el verdadero poder tras el trono del star advisor Carlitos Salinas—, hicieron que el “hombre gris” delegara importantes decisiones de poder a muchachos que definitivamente enloquecieron.
Se formaron verdaderas cofradías de “intelectuales por cuales” dizque “de izquierda”, cuyas opiniones fueron sobrevaloradas, en ese escenario de vacío de poder.
Unos, al servicio de Carlos Salinas de Gortari
Una de ellas, la cofradía de los orgánicos, se puso incondicionalmente bajo las órdenes de un ambicioso titular del reparto del presupuesto nacional, Carlos Salinas de Gortari, que los colmó de prebendas y canonjías, a cambio de sus opiniones sumisas al desempeño de un sexenio incapaz y fraudulento.
Programas de televisión, revistas “especializadas”, poder como líderes de opinión indiscutibles, casas, viajes, dinero a raudales, bolseados de nuestros impuestos y que nos dejaron en la cuarta pregunta, a la par de una feroz devaluación y encarecimiento brutal de la vida. Los intelectuales por cuales orgánicos fueron un verdadero azote para el pueblo. Una plaga de falsos demócratas.
Continúan cobrando a placer en foros televisivos y rotativos subsidiados, lo mismo que en editoriales. Engolando la voz y levantando las cejas para sentenciar a favor de lo que le conviene a sus economías personales. Fustigando a los que no piensan sus sandeces. Callando ante los juicios de la opinión pública; despreciando sus quejas y reclamos legítimos. Palafreneros del poder y del dinero.
Otros, bajo la tutela de la pareja Camacho-Ebrard
La otra cofradía de egresados de El Colegio de México, se puso a las órdenes del finado Manuel Camacho Solís, al que se ubicaba como seguro heredero. A través de una maestra de la institución, Alejandra Moreno Toscano, diseñaban una catarata de ocurrencias lesivas, pero altamente provechosas.
Alejandra, hija de Manuel Moreno Sánchez, precandidato fallido en la sucesión de López Mateos, no estaba dispuesta a perder una sola oportunidad de enriquecerse, bajo una supuesta bandera de la filantropía social. A la primera oportunidad, clavó sus picas en Flandes. Hasta hoy, no ha sido llamada a declarar.
Se hizo designar jefa del proyecto para remodelar el Palacio Negro de Lecumberri y convertirlo en sede del viejo Archivo de la Nación, anteriormente ubicado donde hoy se encuentra el Munal de la estatua de El Caballito, frente al Palacio de Minería.
Lo primero que hizo fue contratar a Sergio Aguayo, egresado de El Colegio de México —but of course— donde aún “investiga e imparte cátedra”, el mismo que anteriormente había habilitado como defensor de derechos humanos, para juntar un equipo de sus discípulos para “digitalizar” el Archivo, patrimonio del pueblo de México.
Aguayo: ¡250 millones para digitalizar el Archivo de la Nación!
Por ese sencillo encargo, Sergio Aguayo, el ex defensor de los derechos humanos, el que hoy se pavonea como defensor de los desvalidos en cuanto foro le dan cabida, cobró —autorizado por la Moreno Toscano, quién sabe si con “moche” o sin “moche”, la suma de ¡250 millones de pesos del presupuesto público!
Dicen testigos presenciales, que sus discípulos y cómplices contaban el dinero de las maletas encima de los escritorios de Lecumberri —como también lo hacían en el piso, con los documentos regados por todos lados— con una emoción desaforada. Y que lo hicieron durante varios días.
Cuentan de la participación de quienes hoy “colaboran” en sus artículos que publica en los medios a modo. Todos, defraudadores del ahorro nacional, que hasta ahora han salido a la luz pública.